¿Cómo cree que será el mundo que nos espera a la salida de la crisis?
Las consecuencias socioecónomicas del Covid-19 aún son impredecibles, no obstante, avizoran un escenario fuertemente negativo en las variables sociales y económicas. No solo las estructuras estatales han sido puestas en observación frente a la pandemia sino también su orientación ideológica y su valor ético. Los indicadores sociales y su relación con la pandemia han mostrado que estados más avanzados en sus políticas de bienestar han enfrentado este nuevo y desconocido riesgo social con menor incertidumbre y con solidez en su gestión.
Estos resultados han exigido volver la mirada a las trayectorias de políticas públicas que cada Estado ha desarrollado en la historia reciente y han puesto a la luz los cuestionamientos políticos a los Estados que han mostrado reducciones severas en su atención a la expansión de derechos sociales y a los sistemas de protección social.
¿Cuáles serán los nuevos rumbos o decisiones que deberemos tomar?
Antes de la pandemia ya se advertían signos de cuestionamiento global a las grandes diferencias sociales y a la excesiva concentración del ingreso. En América Latina esto se evidenciaba en la explosión social que comenzaba a tener peso político ya a fines del año 2019. La pandemia no ha hecho más que adelantar una crisis social que testimoniaba años de acumulación y retroceso del Estado de Bienestar en áreas claves y sensibles para la vida de la población.
Algo que deja en claro este momento es que el fundamentalismo de mercado no protege los derechos sociales ni la vida. La importancia de consolidar sistemas públicos de protección social y el fortalecimiento de las capacidades estatales para reducir las extremas desigualdades sociales son condiciones básicas para el fortalecimiento democrático y el acceso a estándares aceptados de niveles de vida. El desafío no es solo económico sino también político y, sobre todo, profundamente ético.