¿Cómo cree que será el mundo que nos espera a la salida de la crisis?
Espero que sea diferente, habiendo cambiado todo aquello que antes de la pandemia nos conducía al colapso. Pero creo que nos encontraremos con dos mundos. Uno mayoritario, resistente y apegado a lo que estábamos acostumbrados y que nos hacía sentir seguros. Ese mundo al que le creíamos conocer las mañas y caminábamos con una falsa seguridad. Algo impersonal, acelerado, vanalizado que no nos permitía encontrar el contraste del verdadero sentido de vivir.
Por otro lado estaré ese nuevo mundo, quizás en minoría, pero con mucha más empuje, donde se incentivará a desafiar el estatus quo, poniendo en jaque incluso a nuestras más profundas convicciones. Este segundo escenario será más irreverente y transgresor, no ya porque lo supone, sino porque transitó la crisis y quedó demostrado que es posible vivir con otras reglas fuera de lo estándar. Se valorará un poco más el detalle, la importancia del contacto humano, la sencillez de un abrazo o la solidaridad de pensar un poco más en el otro, por ejemplo.
¿Cuáles serán los nuevos rumbos o nuevas decisiones que deberemos tomar?
Pienso que deberíamos empezar a focalizarnos en que tratar de decidir qué es sinceramente importante y por qué. De eso priorizar lo que aporta al mejoramiento de la calidad de vida y luego ponerlo en acción. Tratar de identificar qué es lo que importa realmente al hacer las cosas, cómo fijar los objetivos y cómo hacer que el bien común sea común para todos los habitantes de este mundo, dejando de lado las luchas intestinas y la politiquería mezquina. Será necesario balancear las prioridades y entender que somos una singularidad en la evolución del Universo.