Cambio climático, pérdida de bosques nativos y sojización
Existen múltiples formas en que el cambio climático incide en la proliferación tanto del vector como del virus del dengue. Solo por nombrar una de ellas, está bien documentado que el virus se está extendiendo geográficamente y que esto tiene correlación con una tendencia al aumento de las temperaturas, especialmente de las mínimas.
A escala nacional, la pérdida de bosques nativos y la utilización a gran escala de agroquímicos ligada al desarrollo de la agricultura industrial (particularmente, de la soja transgénica) tiende a eliminar a los predadores naturales del mosquito. La deforestación en Argentina es dramática y tiene consecuencias en los más diversos órdenes, entre ellos, la proliferación del dengue.
Impacto, mitigación y prevención
Si bien las variables climáticas y macro ambientales son el marco general en que se detecta una mayor proliferación tanto del vector (Aedes Aegypti) como del virus (dengue), su impacto y las posibles estrategias de mitigación y prevención están condicionadas por otras variables sociales y políticas que operan en otras escalas temporales y espaciales. Entre ellas pueden destacarse tres.
En una escala nacional se destaca la necesidad de coordinar las campañas de vacunación. Diferentes provincias han organizado campañas, definiendo su población objetivo y las zonas a priorizar, pero han hecho notar también críticas al gobierno nacional tanto por la compra insuficiente de vacunas como por la inexistencia o inconsistencia de criterios comunes para su aplicación.
En un nivel más estructural, hay que hacer notar que la interacción entre las personas y el ambiente es un factor condicionante para la proliferación del mosquito. Un ejemplo es el impacto de basurales, especialmente aquellos cercanos a canales de riego, ya que las hembras suelen utilizar la pared de recipientes artificiales para poner sus huevos. Otro ejemplo posible son los déficits en la provisión de servicios en barrios populares del país, pudiendo hacerse hincapié en la existencia de aguas grises, que son vertidas en las calles y que favorecen la reproducción de los mosquitos.
Como fue evidente a comienzos de 2024, cuando aconteció la mayor cantidad de casos de dengue de que se tenga registro en el país, el empobrecimiento general de la población y la ausencia de políticas regulatorias sobre algunos insumos básicos dificultan la compra de repelentes y otros instrumentos personales y domiciliarios de prevención.
Los entornos degradados en términos ambientales, con déficit en la provisión de servicios públicos y con mayores índices de pobreza son más propicios para la proliferación de los mosquitos y, con ellos, del dengue, entre otras enfermedades.
Conclusión
Existen variables ambientales, producto del cambio climático, que condicionan una mayor proliferación de enfermedades como el dengue. Estas inciden de manera diferencial en combinación con otras variables de índole social, como los déficits en infraestructura y en la provisión de servicios públicos.
Las acciones preventivas requieren de esfuerzos mancomunados entre diferentes ámbitos estatales y científicos, resultando clave la realización de campañas educativas y comunicacionales sostenidas a lo largo del tiempo que atiendan a realidades territoriales específicas. Algo semejante ocurre con las campañas de vacunación.
El actual vaciamiento de políticas públicas en el orden nacional y el ataque permanente al sector universitario y científico pueden ser considerados como “vectores políticos” para la transmisión del dengue.