El objetivo principal de este proyecto fue aportar a la construcción de nuevas estrategias de intervención profesional en contextos de encierro a fin de proponer nuevas modalidades de intervención. Durante varias semanas se planificó una propuesta de trabajo que complementara el trabajo con la tierra y el aprendizaje en la práctica, tanto de los miembros de la Universidad como de los internos. De esta manera, las acciones desarrolladas estuvieron destinadas a garantizar un diálogo entre la Universidad y los internos, el cuidado del ambiente y el trabajo en equipo. Este proyecto ejecutado a partir del mes de agosto es el resultado de un diagnóstico que expresó la necesidad tanto del complejo penitenciario como de estudiantes de agronomía de hacer una huerta en contexto de encierro.
Las primeras acciones realizadas fueron en un espacio abandonado y al aire libre dentro del complejo penitenciario. Estas consistieron en preparar la tierra para el futuro armado de una huerta. Cinco internos y tres estudiantes de agronomía se encargaron del armado y el mantenimiento. En esta se plantaron: zapallos, tomates, cebollas, melones, sandías, papa, lechuga y vid; junto a algunas plantas decorativas, como rosas. La universidad se encargó de gestionar cuatro camiones con tierra y cuatro con guano -con el apoyo del Ing. Guillermo Anzorena-, fertilizantes, herramientas para el trabajo con la tierra y del acompañamiento y monitoreo de los estudiantes encargados de ejecutar el proyecto.
“Hay cosas que acá nunca se van a vivir. Allá adentro es un mundo totalmente distinto, es un contexto totalmente distinto. Ese es un mundo basado y regido por la violencia. Allá es negro y gris, acá es todo verde y limpio”, dijo Segio Echegaray, interno y trabajador de la huerta. “Acá uno se relaja, se descarga, trabaja. Es una terapia”, concluyó cuando se le consultó qué significaba para él la huerta. “Está bueno el lugar, porque aparte te despeja un montón, ahí adentro están los problemas, acá por lo menos se aprende mucho, te relaja hasta regar”, agregó José Luis Rossie Sombra.
Los extensionistas, estudiantes y graduados de la UNCUYO, aseguran que este espacio de aprendizaje complementa sus estudios en la Universidad, e incluso aporta saberes que no podrían haber incorporado de otra forma. “Lo bueno también es conocer una realidad que de ahí para afuera uno no conoce, así podemos aportar nuestra pequeña cuota, todos sumamos para un fin común, eso es lo que yo valoro mucho, más que si sale o no el tomate”, evaluó Alejandro, un extensionista estudiante de la UNCUYO. Además, participaron de este proyecto Federico Pía y Francisco Tonnellier, estudiantes de agronomía y los internos del Complejo Penitenciario Claudio, Natalio, Rafael, Rodrigo, Gastón, Ricardo, Sergio y Cristian.
"La historia es muy poderosa"
22 de julio de 2014