El evento busca fortalecer el diálogo entre la comunidad universitaria y los miembros de la Orden de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones, partiendo de un hito trascendental para el desarrollo académico y cultural argentino: La Reforma Universitaria de 1918.
A partir de ello se busca hacer un balance de los cien años transcurridos desde la Reforma y encontrar visiones conjuntas para el futuro. La persona encargada de dialogar con el público presente será el Abogado Carlos Cebey, abogado referente de temáticas educativas.
Esta actividad es organizada por la Secretaría de Extensión Universitaria junto a la Logia Agustín Álvarez Nº389, y se realizará el viernes 22 de junio a las 17 hs. en la Sala Verde de la Nave Universitaria (Maza 250, Ciudad) con entrada libre y gratuita. Para consultas escribir a luissgiol@gmail.com.
Sobre la masonería argentina
La masonería argentina, como se la conoce ahora, tuvo como partida de nacimiento la constitución de la Gran Logia, el 11 de Diciembre de 1857. Esta constitución produjo un complicado trámite a raíz del virtual enfrentamiento entre Miguel Valencia (1799-1870) que provenía de una familia unitaria que había retornado del Brasil, luego de un extenso exilio, y José Roque Pérez (1815-1871), un federal que había sido funcionario diplomático durante el gobierno de Rosas.
La constitución de la Gran Logia dio organicidad a las diversas logias, uniendo a las que actuaban en Buenos Aires y luego a éstas con las del interior del país. Aquel 11 de diciembre de 1857 realizaron el pacto de unión las logias "Unión del Plata", "Confraternidad Argentina", "Consuelo del Infortunio", "Tolerancia", "Regeneración", "Lealtad" y "Constancia", eligiendo como Gran Maestro al doctor José Roque Pérez. Jurista notable, diplomático, filántropo y humanista, Pérez, junto a otros cofrades, en su mayoría médicos - como el doctor Manuel Gregorio Argerich -, murieron socorriendo a los enfermos durante la epidemia de fiebre amarilla. El pintor uruguayo Juan Manuel Blanes (1830-1901) inmortalizó a los mártires masónicos en su cuadro La fiebre amarilla, donde están representados José Roque Pérez y Argerich, junto a un adolescente, trasponiendo el portal de una casa y aparecen una mujer, en el suelo, muerta, y su bebé gateando en busca de socorro.