Seis años le llevó al compositor alemán terminar La Novena por encargo de la Sociedad Filarmónica de Londres, de 1818 a 1824. Las innovaciones que en en ella se introducían entonces fueron tan importantes que años después, en 2002 la obra fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Ludwig van Beethoven nació el 16 de diciembre de 1770 en Bonn, Arzobispado de Colonia, Alemania, y este año al cumplirse su 250 aniversario la Orquesta Sinfónica, dirigida por el Maestro Rodolfo Saglimbeni, dedicará un ciclo especial en su temporada para interpretar sus grandes sinfonías y conciertos.
Esta monumental creación musical también estará interpretada, por el multipremiado Coro Universitario de Mendoza dirigido por Silvana Vallesi y el Coro de Cámara de la UNCUYO, dirigido por el maestro Fernando Ballesteros. Los roles líricos solistas se han encomendado a cuatro cantantes que se destacan por sus interpretaciones: Griselda López (soprano), Gloria López (mezzosoprano), Marcelo Zelada (tenor) y Fernando Lázari (barítono).
La Novena se podrá disfrutar el viernes 28 y sábado 29 de febrero a las 21:30 en la sala Chalo Tulián de la Nave UNCUYO. Las entradas tendrán un valor de $300 (general) y $250 (estudiantes, personas jubiladas y personal de la UNCUYO). Los conciertos de la Orquesta Sinfónica son con entrada gratuita para los estudiantes de la carrera de Música de la UNCUYO presentando el certificado de alumno/a regular.
Comprá tus entradas online en www.entradaweb.com.ar también podés conseguirlas en la boletería de la Nave UNCUYO, Maza 250 de Ciudad, de martes a sábados de 17:00 a 22:00 hs. y sábados y domingos de 17:00 a 21:30hs.
Sobre la vida del compositor
Romain Rolland, en su célebre biografía de Beethoven, dedica al comentario musical de la Novena un capítulo de más de cien páginas, aunque se puede sintetizar en el siguiente: “La Novena Sinfonía es una confluencia. En ella se han reunido y mezclado torrentes venidos de muy lejos y de las regiones más diversas; de sueños, de voluntades, de hombres de todas las edades. Y podría decirse también que, a diferencia de las otras ocho sinfonías, es una suerte de mirada retrospectiva que domina, desde una cima, todo el pasado. Es la evocación de la vida realizada por un espíritu entrado en años, recocido de heridas, que ha visto el fin, con frecuencia amargo o engañoso, de las esperanzas: tiene tendencia a ensombrecer y carece del poder juvenil de las ilusiones. Pero se empeña en hacerlo reverdecer; sueña acodado sobre el antepecho de la terraza, ante el espejismo hechicero de horizontes lejanos. Falta el cándido abandono del amor juvenil, del juvenil orgullo, de la juvenil ambición, de los llantos juveniles. Pero posee, en compensación, un presente comparable al de los dioses: el poder mágico del viejo Próspero, que se ha hecho dueño de esas fuerzas de la vida, de las que al mismo tiempo casi parece haberse desasido.”