Ana Brennan, egresada de la carrera de Trabajo Social e integrante del equipo, explica que presentaron “este proyecto junto con compañeras del Algarrobal, que es un grupo de mujeres que viene trabajando hace dos años en un proyecto en relación al tema de alfabetización para los chicos, deportes, cuidado infantil y al mismo tiempo talleres de género. Además participa Mujeres Cotidianas, que es una organización que trabaja el tema de los derechos de las mujeres en lo territorial, y estudiantes” de las carreras de Ingeniería Agronómica, Ingeniería en Recursos Renovables, Sociología y Trabajo Social. El grupo de extensionistas es coordinado por Liliana Niveyro y el objetivo central es “seguir fortaleciendo a las mujeres en su capacidad productiva, es decir, si bien la huerta es un muy buen trabajo, es la excusa para seguir trabajando con las mujeres en la autonomía”, continúa Ana.

Las destinatarias directas del proyecto son alrededor de treinta mujeres organizadas “junto a sus familias, quienes se beneficiarían con las huertas familiares y comunitarias, llegando alrededor de 150 personas. La mayoría son de origen boliviano, viven en los terrenos que les prestan junto a los hornos de ladrillos del Algarrobal”, aseguran las integrantes del equipo.

Sobre el impacto esperado las extensionistas afirman que “a través del proyecto se pretende fortalecer a la organización Mujeres Emprendedoras y Unidas del Algarrobal a través de herramientas de economía social con perspectiva de género. Esto es: poder reflexionar y construir conocimientos en conjunto entre todos los actores intervinientes del proyecto para plantear un proyecto productivo familiar y/o comunitario de huerta, con la mirada de género de forma transversal”. Esto lo justifican argumentando “que en la medida que las mujeres se sientan protagonistas de su rol en el ámbito productivo y reproductivo (doméstico) y pongan en valor sus saberes populares, podrán incidir en procesos de transformación concretos en sus vidas cotidianas”.

Entre las actividades se ha planteado “elaborar con técnicas de educación popular el diseño de los talleres temáticos de género”, “realizar talleres prácticos y teóricos de huerta familiar y comunitaria, de economía social, comercio justo y soberanía alimentaria y talleres de género”, entre otros.

Con respecto al diálogo de saberes el equipo se propuso “trabajar con la instancia del ‘taller’, donde no hay una relación jerárquica y lineal del que sabe e instruye al que no sabe, sino que genera instancias de reflexión colectiva donde la construcción colectiva es genuina, buscando tomar el aporte de cada uno/a, respetando opiniones y visiones distintas sobre el mismo tema, buscando ponerse en posición de aprender y no de enseñar únicamente”. “Es una experiencia súper gratificante en la que se discute no solamente dónde están los saberes sino también qué es lo valioso de cada uno y qué aportamos entre todas, cómo pasamos de ser agentes pasivos a ser protagonistas”, concluye Ana Brennan.

Además, acerca de la relación de la Universidad con la comunidad, Ana cree que hay que avanzar en que “todas las áreas académicas tengan como lectura transversal la visión extensionista del diálogo de saberes, porque si no nos quedamos acotados a la posibilidad de los grupos extensionistas o de los docentes que promueven este tipo  de proyectos. […] Me parece que estamos en vistas de una Universidad que se está transformando, tenemos una Universidad que se está abriendo, se está haciendo más democrática, pero falta esa visión de decir: ¿cómo logramos que la extensión sea una política transversal?”.

Para conocer más sobre este Proyecto Mauricio López, comunicarse al 4135000 int. 3011/3076.