Arrancamos como siempre muy temprano en la mañana desde el Escudo de la Plaza Independencia hacia los valles de Potrerillos y Uspallata. Ya en la ruta comenzamos a ver cómo los primeros rayos de luz alumbraban el hermoso Cordón del Plata que amaneció nevado después de estar varios días detrás de unas grises nubes. Hicimos una primera y breve parada para poder retratarnos con ese magnífico telón de fondo que nos acompañaría por el resto del día.
Seguimos viaje y llegamos al dique Potrerillos que fue escenario y testigo de la primera actividad del día: “cocinar” en un caldero, las expectativas y emociones del día que vendría, y así, medio en juego, medio en serio, anticipamos los ingredientes que alimentarían la experiencia. Luego realizamos un mapeo colectivo que nos permitió comprender el marco geográfico de Mendoza como medio de producción y vida signado por la aridez del territorio y la escasez del agua. Trabajamos en grupo, debatimos y reflexionamos sobre la importancia del agua como bien común y el rol de los diferentes actores sociales que intervienen en el uso y la gestión de la misma.
Posteriormente nos dirigimos a la clase de danzas folklóricas en la Escuela “Valles de Potrerillos” ubicada en la Villa del mismo nombre. Allí, los/as estudiantes y profesores de la escuela de Danzas Tradicionales Huan Mana nos recibieron, vestidos con sus trajes típicos, con un caluroso aplauso de bienvenida. Entre sopaipillas, pastelitos, mates y yerbeado, los profes Magui y Eduardo nos contaron sobre cada detalle de las vestimentas utilizadas para bailar y así como también los detalles de las danzas folklóricas. Pero no fuimos a su encuentro sólo para ver y escuchar… también fuimos a bailar! Así que manos a la obra, o mejor dicho, palmas a sonar, con la ayuda de nuestros/as anfitriones aprendimos a bailar el gato, el gato cuyano, la chacarera y el carnavalito. Al finalizar la clase el dúo representado por México y Alemania ganó un vino por la mejor actuación (Aplausos!).
A las 13:30 hs llegamos a Uspallata, al puesto de Doña Virginia y Don Eber, quienes nos esperaban con el deseado almuerzo que nuestros estómagos reclamaban: una deliciosa “carne a la olla”. Comimos, brindamos, charlamos, reímos y así continuamos compartiendo una jornada que todavía tenía mucho más por ofrecernos.
Por la tarde, antes que el sueño de la siesta nos invadiera, recibimos de nuestro guía una charla sobre la especial relación que se desarrolla entre jinete y caballo cuando ésta se sustenta en la confianza y el cariño. Así, nos aseguró Eber, el caballo demostrará ser el verdadero “mejor amigo del hombre” (y de la mujer también!). Y por si quedaba alguna duda de que los caballos eran mansos, el pequeño Aron (5 años) nos hizo una demostración de sus habilidades como “mini” jinete. Habiendo visto tamaña demostración, nos subimos a nuestros caballos y comenzamos con la esperada cabalgata, recorriendo un valle que se mostraba lleno de colores: el amarillo de las hojas de los álamos, el celeste del cielo y el arco iris de colores visible en las montañas. Algunos hasta tuvimos la oportunidad de galopar junto a los paisanos que nos acompañaron durante todo el recorrido hasta llegar al destino final, el colorido y sereno Cerro Siete Colores.
El atardecer comenzó a caer y nos encontró en la cumbre del cerro. Con el sol escondiéndose en la cordillera de Los Andes nos dimos el tiempo para relajar y conectarnos con nuestro interior y con la naturaleza del lugar.
Finalmente y ya de noche volvimos al punto de encuentro, aquel del cual partimos llenos de expectativas y que nos vio llegar con el corazón sorprendido. ¿Qué nos quedó de la salida? “Aprendizajes, nuevas experiencias, nuevos lugares, nuevas sensaciones, nueva gente y muchas risas”. Gracias a todas y todos por participar de una nueva Aula Viva de Compartiendo Caminos.
Queremos agradecer infinitamente a toda la comunidad educativa de la escuela N°4-176 “Valles de Potrerillos” y a las personas que colaboraron en la cocina por recibirnos tan cálidamente.