Este "cofre del tesoro" estaba enterrado a unos 30 km al sur de El Calafate, en una planicie ubicada a alrededor de 500 metros de altura y en una capa de roca de aproximadamente 300 metros de espesor formada a partir de barro, bancos de arena y restos de cantos rodados.
"Recuperamos un gran catálogo de organismos que abarcan cinco millones de años. Y lo importante es que ese período es precisamente el último del reinado de los dinosaurios -explica el paleontólogo Fernando Novas, investigador principal del Conicet, que lideró la expedición-. Se trata de un yacimiento muy rico, que pocas veces uno tiene la suerte de encontrar, porque comprende individuos de distintos linajes y tanto plantas como invertebrados y vertebrados".
Además de un gran fémur de 1,90 m de longitud, perteneciente a una nueva especie de dinosaurio que, estiman, medía 25 metros de largo y que, en honor a su descubridor, bautizaron Nullotitan (el gigante de Nullo) glacialis, el técnico Marcelo Isasi realizó otro hallazgo inesperado: numerosos huesos pertenecientes a un rebaño que comprendía ejemplares adultos y juveniles de un nuevo dinosaurio herbívoro no más grande que un caballo, bautizado Isasicursor santacrucensis. "Fue un momento de enorme alegría, y nos entusiasmó para volver en marzo y proseguir con las tareas de exploración", cuenta Isasi en un comunicado del museo.
Los científicos también obtuvieron esporas de helechos y granos de polen, que está analizando Valeria Pérez Loinaze. Sugieren que en lo que hoy es un territorio frío y yermo crecía abundante vegetación que servía de alimento a los dinosaurios herbívoros.