El 1 de septiembre de 1859 el Sol emitió una inmensa llamarada. Sólo diecisiete horas y cuarenta minutos después, la eyección llegó a la Tierra con partículas de carga magnética muy intensa. El campo magnético terrestre se deformó completamente y esto permitió la entrada de partículas solares hasta la alta atmósfera, donde provocaron extensas auroras boreales e interrupciones en las redes de telégrafo, que entonces estaba todavía muy poco desarrollado.
La tormenta solar de 1859, conocida también como evento Carrington en honor al astrónomo británico Richard Carrington que fue el primero en observarla, y es considerada, además, la tormenta solar más potente registrada en la historia.