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Primer paseo espacial

El cosmonauta ruso Aleksei Leónov se convirtió en el primer hombre en dar un paseo espacial, en 1965.

18 de marzo de 2019, 08:55.

imagen Primer paseo espacial

Más de una década después del fin de la Segunda Guerra Mundial, la carrera espacial entre soviéticos y estadounidenses trajo consigo un sinfín de avances y hazañas realizadas por hombres y mujeres que arriesgaron su vida en vistas de la conquista de la última frontera: el espacio. 

La invención de nuevos tipos de combustibles para los cohetes, la creación de satélites artificiales cada vez más complejos, como hazañas que han marcado hitos y nombres que resuenan en nuestra historia como Yuri Gagarin, Valentina Tereshkova o Neil Armstrong son parte de una historia que está lejos de acabar. 

El 18 de marzo de 1965, Alekséi Arjípovich Leónov realizó el primer paseo espacial, denominado EVA (actividad extravihucular por sus siglas en inglés). En la misión llamada Vosjod 2, una misión soviética tripulada por Pável Beliáyev y Alekséi Leónov siendo únicamente el segundo en salir por primera vez al espacio. 

La salida al espacio empezó durante la segunda vuelta de la nave alrededor de la Tierra, en la que desde el comando de control, el piloto Beliáyev, abrió la escotilla que llevaba a la cámara de la compuerta de salida. Según los planes, el cosmonauta iba a estar unido a su nave mediante un cordón que le suministraría oxígeno y una línea de comunicación con el comandante y el control de Tierra. Al alcanzar la órbita aunos 500 kilómetros de altura la tripulación comenzó a preparar la caminata espacial. El comandante Beliáyev ayudó a Leónov a preparar su mochila de emergencia y a acoplar el cordón. Leónov salió sin contratiempos por la escotilla despresurizada y abandonó la nave.

Leónov estuvo fuera de la nave 23 minutos y 41 segundos y pasó la mitad de este tiempo en movimiento libre a unos 5 metros de ella.

 

imagen “Al abrir la escotilla vi un cielo lleno de estrellas brillantes y la Tierra completamente redonda. Toda Europa estaba debajo de mí. Había mucho silencio, un silencio absoluto, todo estaba muy quieto. Tenía una sensación muy rara, imposible de imaginar”.

“Al abrir la escotilla vi un cielo lleno de estrellas brillantes y la Tierra completamente redonda. Toda Europa estaba debajo de mí. Había mucho silencio, un silencio absoluto, todo estaba muy quieto. Tenía una sensación muy rara, imposible de imaginar”.

Un regreso tortuoso

El regreso exitoso de Leónov y Beliáyev tuvo varias complicaciones ya que el sistema automático de control de descenso se estropeó y Beliáyev tuvo que asumir el control manual de la nave, elegir un lugar de aterrizaje y, en el momento preciso, encender los motores de descenso. Esto tampoco fue fácil puesto que el control manual era imposible estando los cosmonautas sujetos en los sillones de descenso, a 90º del cuadro de control. Transcurrieron unos 22 segundos hasta que Pável Beliáyev pudo conectar el panel en modo manual y orientar la nave para después regresar a su sillón, hecho que al final significó una desviación de 165 kilómetros al noreste con respecto a lo planeado.

Finalmente la nave aterrizó en la taiga, lejos de zonas habitadas, y además en condiciones invernales.

Los grupos de salvamento tardaron tres días en rescatarlos. El helicóptero no pudo aterrizar en el bosque y tan solo se pudo preparar una pista de aterrizaje a 9 kilómetros del paradero de Beliáyev y Leónov. Los socorristas y cosmonautas tuvieron que llegar hasta ahí en esquíes.

Más tarde en 1975, Leónov formaría parte de la célebre misión Soyuz-Apollo, la primera misión espacial conjunta de Estados Unidos y la Unión Soviética.

Dos veces fue condecorado con el título de Héroe de la Unión Soviética.

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