Un equipo de científicos del Instituto de Histología y Embriología de Mendoza (IHEM), dependiente de la UNCUYO y el CONICET, determinó que las vacunas contra la COVID-19 que más se han aplicado en Mendoza son efectivas para neutralizar el virus. Los investigadores, que publicarán internacionalmente su estudio próximamente, analizaron a pacientes inmunizados con Sputnik V, AstraZeneca y Sinopharm.
Según los resultados que obtuvieron, la vacuna rusa y la desarrollada por Oxford mostraron mejor respuesta desde la primera dosis, mientras que la china protege más al organismo a partir de la segunda dosis.
“Tanto Sputnik V como AstraZeneca dan excelente respuesta en la generación de inmunoglobulinas (anticuerpos). Luego de la primera dosis, observamos un muy buen nivel de respuesta en la mayoría de los individuos testeados”, explicó María Isabel Colombo, directora del IHEM, dependiente de la Facultad de Ciencias Médicas y que encabeza el equipo que realizó el estudio. “Con respecto a Sinopharm, después de la primera dosis, el nivel de respuesta fue bastante menor. Luego de la segunda dosis, observamos un aumento en el nivel de anticuerpos, pero sin llegar a alcanzar los niveles de las otras dos vacunas”, amplió la prestigiosa bioquímica mendocina.
La doctora Colombo aclaró: “Esto no quiere decir que Sinopharm no genera respuesta (contra el virus), sino que tiene una dinámica distinta para producir los anticuerpos”. La directora del IHEM incluso explicó que encontraron una tendencia que sugeriría que la vacuna china produciría en el organismo humano anticuerpos “de mejor calidad”. Esto podría deberse a que esa vacuna está formulada con el virus completo inactivado. Por lo tanto, los anticuerpos generados no reaccionan contra una sola proteína del virus y, por ende, estos anticuerpos serían más eficientes en bloquear la infección. En cambio, continúa Colombo, Sputnik V y AstraZeneca están formuladas con partículas virales que solo expresan la proteína de la espícula, que es la estructura en forma de aguja que tiene el coronavirus en su superficie y que utiliza en la infección.
El estudio, realizado durante los primeros seis meses de 2021, no incluyó casos de combinación de vacunas en Mendoza. Sin embargo, Colombo aseguró que ya hay otros estudios que reafirman que la respuesta inmunológica también es satisfactoria. “Se está haciendo un estudio nacional que anticipa que es muy buena la combinación de vacunas, hay una muy buena respuesta de generación de anticuerpos”, recordó.
Cómo se hizo el estudio en Mendoza
El equipo de expertos del IHEM incluye a las doctoras Constanza Giai, Nebaí Salassa, Valeria Zarelli y Cristina Vanrell y al doctor Oscar Bello, bioquímicos y biólogos moleculares que empezaron a investigar sobre la COVID-19 durante la segunda mitad de 2020, en plena pandemia y antes del comienzo de la vacunación masiva en el país. El equipo dirigido por Colombo ganó un subsidio del Estado nacional para investigar la presencia de anticuerpos en plasma donado por pacientes recuperados de COVID-19. Este trabajo lo realizaron en colaboración con profesionales del Centro Regional de Hemoterapia de Mendoza y de los hospitales Central y El Carmen.
Sin embargo, rápidamente se determinó en Buenos Aires que el tratamiento con plasma solamente era efectivo si se aplicaba en las primeras 72 horas de iniciada la infección en el paciente, por lo que el estudio se discontinuó parcialmente. Entonces, a fines del 2020 y principios del 2021, a la par del inicio de la vacunación, comenzaron a trabajar en la evaluación de la producción de anticuerpos posvacunación. Para ello, tomaron muestras de sangre de voluntarios –que no habían tenido COVID-19– en el Hospital Universitario y en el vacunatorio de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNCUYO.
Las extracciones a cada voluntario se hicieron en tres momentos: en el momento previo a la vacunación inicial, 21 días después de la aplicación de la primera dosis y 21 días después de la segunda dosis. Al suero o plasma tomado en cada uno de esos tres momentos se lo sometió al análisis del nivel de inmunoglobulina G contra el virus SARS-CoV-2, que es el anticuerpo que se buscó determinar, a través del test Covidar desarrollado en el Instituto Leloir de Buenos Aires.
“En el primer momento, había mucha desconfianza de la población respecto a la vacuna Sputnik V, pero la reacción que tuvimos de generación de anticuerpos en los posvacunados fue excelente, tanto con la primera como con la segunda dosis. Después llegaron al país AstraZeneca y Sinopharm, y nos propusimos evaluar la eficiencia de estas otras dos vacunas que se estaban aplicando a la población mendocina, para llevar tranquilidad y poder comprobar que son buenas”, especificó Colombo. También aclaró la diferencia entre el estudio que ellos hicieron y las pruebas de PCR para diagnóstico que se popularizaron durante la pandemia: “Cuando se evalúa la respuesta inmunológica, al analizar si hay anticuerpos en la sangre, uno está evaluando si esa persona estuvo o no en contacto con el virus. En la PCR, donde la muestra se obtiene por hisopado de la zona nasofaríngea, se determina si está o no el virus”.
El doble análisis de los anticuerpos
Colombo, reconocida mundialmente por sus aportes al conocimiento de la autofagia celular, destacó un aspecto del estudio que ayuda a entender mejor su valor: no solo midieron la presencia de anticuerpos en los vacunados, sino la calidad de esos anticuerpos, es decir, si son efectivos para bloquear al virus SARS-CoV-2.
En esto fue clave, explicó, usar el test Covidar, que mide los anticuerpos en la sangre generados contra la espícula (o proteína spike) del virus. Esta es la “llave” que tiene el coronavirus para entrar en la célula. “En el mercado, hay varios kits para testear anticuerpos que van contra otras proteínas del virus. El test Covidar es muy específico para determinar si realmente se tiene ese anticuerpo para bloquear luego la entrada del virus a la célula”, detalló la científica.
Pero, además de buscar la presencia de anticuerpos, analizaron su efectividad. Para ello, hicieron un ensayo in vitro con células que expresan el receptor ACE2, como las del pulmón, por donde ingresa el virus. Es la “cerradura” donde va a poner la llave (proteína spike) el virus para entrar a la célula. Los anticuerpos lo bloquean uniéndose a la espícula del virus, como si le pusieran una cinta a la llave para que no entre en la cerradura.
Para este ensayo de anticuerpos neutralizantes, como se denomina, utilizaron un pseudovirus, similar al virus en estado salvaje pero que no causa infección en quienes lo manipulan, y que además tiene una ventaja: “Expresa la proteína spike, pero también una proteína fluorescente verde, de manera tal que cuando las células se infectan con este pseudovirus, se las ve verdes en el microscopio. Si bloqueamos la ‘llave’ con el suero de un vacunado que desarrolló anticuerpos, el virus no va a entrar a la célula y esta no se va a ver verde, lo que nos está indicando que los anticuerpos producidos en respuesta a la vacuna son capaces de bloquear el ingreso del virus. Es decir que no solo determinamos cuánta inmunoglobulina G tengo, sino también si esa inmunoglobulina G es buena en impedir la entrada del virus”.
Según reconoció la directora del IHEM, nadie en el equipo que ella lideró trabajaba con virus antes de la pandemia, pero igual decidieron volcar su experiencia científica para contribuir al combate contra la COVID-19, además de la que adquirieron durante el período en el que hicieron el estudio con plasmas de pacientes. “Teníamos los equipos, las herramientas, la infraestructura, los recursos humanos, y nos pusimos al servicio para contribuir a la sociedad desde nuestro lugar”, sintetizó Colombo.
Fuente: Prensa UNCUYO