El jueves pasado, el argentino César Bertucci estaba entre los científicos que, en el Imperial College de Londres, se mordían los codos en la espera de que la sonda Cassini-Huygens frenara en el instante preciso para filtrarse entre los anillos y entrar en órbita alrededor de Saturno.
Cuando tenía 16 años, en Córdoba, Bertucci había sido uno de los estudiantes de secundaria que ganaron un concurso internacional patrocinado por el científico Carl Sagan: “Eso me ayudó muchísimo a decidir qué carrera seguir”. Desde Gran Bretaña, el investigador habló sobre su especialidad, el “escudo magnético” que protege la vida sobre la Tierra y que los marcianos, desdichados, perdieron hace millones de años.
El proyecto adolescente de Bertucci era “fabricar una perforadora que pudiera penetrar la superficie del planeta Marte y llegar hasta las napas de agua, congeladas, que allí pudiera haber”, cuenta desde Londres. “Lo había desarrollado con un amigo; como nuestros conocimientos de geología eran rudimentarios fuimos a asesorarnos en la Facultad de Ingeniería”, de la Universidad de su Córdoba natal. “Teníamos 15 años, llegábamos a la Universidad preguntando por cosas de ciencia-ficción: nos tomaban para la joda pero hubo un profesor, Quintana Salvat, que nos ayudó”.
Con esa ayuda y trabajando un año entero, ganaron el concurso internacional de ideas para exploraciones planetarias que auspiciaba la Sociedad Planetaria, dirigida por el famoso astrónomo Carl Sagan. El concurso “me ayudó muchísimo a decidir qué carrera iba a seguir”, recuerda Bertucci. El científico Guillermo Lemarchand, quien actualmente investiga en el Centro de Estudios Avanzados de la UBA y trabajó junto a Sagan en la Universidad de Cornell, destaca que “cuando Bertucci ya había hecho carrera como investigador, me comuniqué con los organizadores de aquel concurso para informar cómo este estímulo en la adolescencia puede tener impacto a largo plazo”.
En el Imperial College de Londres, Bertucci forma parte del equipo a cargo del magnetómetro de la nave Cassini-Huygens. “Este instrumento permite estudiar el campo magnético del planeta: conocerlo ayuda a inferir cómo es la estructura interna de Saturno, cuyo campo magnético es mucho más amplio pero de naturaleza similar al de la Tierra.”
La posesión de este campo se cuenta entre los privilegios que le permiten a la Tierra albergar vida: “El campo magnético funciona como un escudo frente al viento solar, de modo que le impide impactar en las capas superiores de la atmósfera. El planeta Marte, por carecer de ese escudo, ha ido sufriendo una especie de erosión de la atmósfera, a causa de la cual, según se estima, perdió gran parte del agua”, salvo quizá las napas subterráneas que él mismo, adolescente, quiso taladrar.
La carencia del escudo en Marte, como también en Venus, se debería a que “en el interior de esos planetas no existe ya suficiente energía como para generar los fenómenos electromagnéticos que dan lugar a ese campo”, puntualiza el científico argentino.
En la madrugada del jueves, cuando la Cassini-Huygens empezó a desacelerar para entrar en órbita alrededor de Saturno, “hubo un lapso de mucha tensión porque, durante el frenado, la sonda no puede enviar mensajes hacia la Tierra; además, la Cassini entró por detrás de ese planeta, otro motivo por el cual había que esperar para recibir noticias y, como al fin sucedió, respirar aliviados”, cuenta.
Bertucci se recibió de astrónomo en la Universidad de Córdoba e hizo su doctorado en Francia, de donde pasó al Imperial College. “Por suerte nuestras universidades públicas, que son los verdaderos motores de la investigación pura en la Argentina, siguen entregando una formación que permite ingresar en equipos de primer nivel, por ejemplo en proyectos espaciales.” Según Bertucci, convendría “que se aceitara la coordinación entre la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) y el Conicet; en otros países, las agencias dedicadas al espacio tienen fuerte vinculación con los organismos de investigación y especialmente con las universidades”.