La intención es que, con el respaldo de docentes, investigadores y académicos de primer nivel, se comprometan a mejorar la calidad de los aprendizajes de los alumnos, la inserción social y laboral de los jóvenes y las condiciones en que éstos llegan a la universidad.
Segun anticipó el ministro de Educación, Daniel Filmus, a LA NACION, el Gobierno pretende interesar a 100 unidades académicas y de formación docente para que cada una tome a su cargo cinco escuelas secundarias y ejecute proyectos que respondan a las necesidades más apremiantes de esos establecimientos.
Para ello, financiará con $ 60.000 el plan integral de trabajo que presente cada institución para desarrollar en las cinco escuelas, de las cuales tres deben encontrarse en condiciones socioeconómicas desfavorables. "Si cada proyecto trabaja para mejorar la calidad de cinco establecimientos, serán 500 los colegios secundarios que se fortalecerán", explicó.
El programa se financiará con recursos propios del Ministerio de Educación ($ 7 millones por año), fondos que el gobierno argentino está obligado a invertir como contraparte de los créditos aprobados por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para el área educacional.
En la Argentina hay actualmente unos 3,7 millones de alumnos que cursan el secundario o polimodal y la propuesta está destinada a las 36 universidades estatales, 42 universidades privadas y 1700 institutos terciarios, de los cuales más del 50% se dedican a la formación docente.
La iniciativa se suma a otros proyectos que Filmus tiene en carpeta para fortalecer la enseñanza secundaria, el tramo de la educación que más ha agudizado sus deficiencias en los últimos años. Dichos planes son la generalización de los profesores tutores y coordinadores de cursos, para hacer un seguimiento más personalizado de los alumnos y sus necesidades, experiencias que están muy desarolladas en la enseñanza privada.
Las propuestas
Los proyectos para el Programa de Mejora de la Calidad de la Escuela Media deberán ser presentados ante los ministerios de Educación de cada provincia, que juzgarán la viabilidad de las propuestas. Un comité de expertos aprobará su ejecución y el gobierno nacional los financiará.
De acuerdo con las prioridades fijadas, los planes de trabajo y las estrategias deben apuntar a alguno de los tres ejes siguientes:
· La mejora de los procesos de enseñanza y aprendizaje y las prácticas curriculares.
· La incidencia de las transformaciones socioculturales y tecnológicas en las prácticas pedagógicas.
· Innovaciones en los modelos institucionales.
Cada proyecto tendrá un director responsable y deberá fijar claramente los resultados que se esperan respecto del mejoramiento de la enseñanza, como las condiciones de permanencia y egreso de los estudiantes.
"Queremos proyectos creativos y experiencias que después puedan generalizarse", precisó Filmus. Como ejemplo, dijo que una facultad de ingeniería puede ayudar a fortalecer el aprendizaje de las matemáticas en escuelas técnicas, o una institucuión dedicada a las humanidades puede promover el ejercicio de la lectura.
"Las escuelas están ansiosas de que alguien las apoye", agregó, tras recordar que la participación de las instituciones educativas es totalmente voluntaria.
Filmus basó la propuesta en una experiencia similar desarrollada en Chile, donde las escuelas que recibieron la asistencia de instituciones de nivel superior mejoraron sus rendimientos.
Logro para la universidad
"Es una buena iniciativa y abre la posibilidad de que la universidad trabaje en conjunto con el sistema educativo, una asignatura pendiente en la educación superior", reflexionó Norberto Fernández Lamarra, director del Núcleo Interdisciplinario de Formación y Estudio para el Desarrollo de la Educación en la Universidad Nacional de Tres de Febrero.
"Es necesario que la universidad se asuma como el tercer nivel del sistema educativo y deje de actuar en una torre de marfil", opinó, al ser consultado por LA NACION.
La doctora Silvina Gvirtz, directora de Educación de la Universidad de San Andrés, también mira con buenos ojos el proyecto, pero advierte que su puesta en marcha debe ser cuidadosa, ante la tentación de querer ver resultados inmediatos. "La planificación de proyectos serios -dijo- lleva tiempo y hay que evitar caer en propuestas superficiales".
Experiencia en marcha
La iniciativa del Ministerio de Educación apunta a construir puentes de acercamiento entre el secundario y la enseñanza superior, dos niveles educacionales hoy desconectados.
Sin embargo, existen ya experiencias desarrolladas en forma aislada y que sirven como referencia.
La Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés, que dirige la doctora Silvina Gvirtz, inició hace cuatro años el Proyecto Escuelas del Futuro (PEF), que hoy se desarrolla en cuatro establecimientos de enseñanza inicial, básica y polimodal de la zona norte del conurbano.
La experiencia beneficia a más de 2900 alumnos y 180 docentes de las escuelas parroquiales Santo Domingo Savio, de San Isidro, y San Pedro Claver, de El Talar; el colegio Centro Cultural San Rafael, de Virreyes, y la Escuela N° 25 (estatal), del barrio La Cava, de San Isidro, con resultados que se pueden mensurar.
"Nosotros somos como un andamio: ayudamos a que las cosas mejoren y a dejar la capacidad instalada. Pero la que mejora es la escuela", resumió la doctora Gvirtz, al explicar el efecto de estrategias integradoras, que tienen en cuenta la diversidad y características de cada institución. El desafío, dijo, es lograr que cuando la universidad y su equipo se retiren, la escuela pueda funcionar sola.
"La clave es tener bien en claro qué indicadores de resultados se pretenden obtener, qué pasa si no se logran y cómo se evalúa la marcha del proyecto", agregó.
Las metas, por ejemplo, pueden ser bajar el nivel de repitencia, las cifras del fracaso escolar, disminuir el ausentismo de alumnos y de docentes y mejorar la tasa de graduación. Para ello es necesario el trabajo en equipo, el consenso entre directores y profesores, generar un buen clima de trabajo y confiar en los maestros.