Silvana Vallesi (45) dirige el Coro Universitario de Mendoza, que en mayo competirá en Francia con los cinco mejores grupos de coreutas del mundo.
La imagen de un coro que la mayoría guarda en la memoria es la de un grupo de personas cantando casi inmóviles, solemnemente de pie sobre las gradas. Pues bien, la directora mendocina Silvana Vallesi (45), a la cabeza desde 1997 del Coro Universitario de Mendoza (CUM), se atrevió a la vanguardia y propuso la “escultura coral”, que concilia la excelencia vocal de la agrupación con singulares puestas en escena pergeñadas por su esposo, el diseñador y escultor cubano Jorge Zarrán. Así, por ejemplo, las voces de los coreutas surgen desde dentro de un andamiaje cubierto por telas, que evoca una llama, mientras realizan figuras corporales que llegan al público a través de luces y sombras. El reconocimiento al trabajo del CUM, que depende de la Universidad Nacional de Cuyo, se notó especialmente durante 2008, ya que se convirtió en el primer coro latinoamericano en ganar el Grand Prix de la 23ª Competencia Internacional Béla Bártok, en Hungría, premio que le brindó al grupo la posibilidad de competir en Francia, en mayo próximo, por el Gran Premio Europeo de Canto Coral, reservado sólo a los seis coros “Grand Prix” de los certámenes del viejo continente. Además, el CUM fue invitado a cantar en el VII Simposio Mundial de Música Coral, en la danesa Copenhaguen Opera Hauss, donde dio tres conciertos. Y obtuvo el tercer premio en el 54º Certamen Internacional de Habaneras y Polifonía, en la localidad española Torre Vieja. Estos galardones posicionan entre las más destacadas del mundo a esta agrupación, que fue creada en 1965 por el padre de su actual directora, quien además fue el fundador de la carrera de Dirección Coral en la Escuela Superior de Música de la UNCuyo, el ya fallecido y recordado maestro Felipe Vallesi.
–Al ganar el Grand Prix de la Competencia Internacional Béla Bártok, en Hungría, quedaron posicionados como uno de los mejores coros del mundo…
–Sí. Hay seis concursos en los que se mide el nivel de los coros a escala mundial. Uno de ellos es el Béla Bártok, que es específico de la música contemporánea. Para mí es muy significativo, porque es la música que más me gusta hacer y en la que he puesto el acento prácticamente desde que me hice cargo del coro, en el ‘97. Sacar en Hungría el Gran Premio fue importantísimo para nosotros, porque ahora vamos a competir con los cincos coros ganadores de los concursos más importantes del mundo. Hemos tenido pocas posibilidades de salir. Sabemos que estamos trabajando bien, ponemos mucho esfuerzo, pero uno puede constatar cuál es realmente el nivel del coro cuando está en una instancia así. No lo esperábamos. Llegamos simplemente con muchas ganas de mostrar nuestro trabajo, porque en Europa casi no se conocen las agrupaciones que trabajan música latinoamericana originalmente compuesta para coros, no arreglos hechos a melodías populares.
–También estuvieron en un simposio internacional.
–En Dinamarca. Es un simposio que se realiza cada tres años a nivel mundial y es donde se congregan los mejores coros. Siempre queremos mostrar el repertorio de Latinoamérica que no se conoce allá. Quedaron sorprendidos. Tenemos obras de Camaño, Fonseca, Grau y Ginastera, entre otros latinoamericanos.
–Con la presencia de tu papá, la música debe haber sido algo cotidiano, natural, desde la infancia…
–Sí, por mi papá y también por mi mamá, María Lucía Munafó, que era pianista y directora de coro. Dirigió durante muchos años el coro del Colegio Universitario Central. Era mendocina y mi papá santafesino. Él arrancó su carrera musical como pianista. Se conocieron estudiando acá, en la Escuela de Música. En esa época todavía no existía la carrera de Dirección Coral. Mi papá se interesó muchísimo por la dirección, hizo especializaciones y creó la carrera en la provincia.
–Tenés la dirección coral inscripta en los genes, en el apellido, y dirigís el coro que tu padre fundó.
–Sí, es fuerte. Porque no sólo se trata de continuar con el nivel propuesto por mi padre, sino de hacer crecer al coro y darle un sello propio.
–¿Cómo era la vivencia musical en tu hogar, qué recordás especialmente de tu niñez?
–En mi casa éramos cinco hermanos. Lucía era violoncelista. Ahora es también directora coral y está en Italia, radicada en Verona. Ricardo, que es ingeniero en construcciones, tocaba el violoncelo pero no le gustaba sentarse a estudiar música. Un día vino a buscarlo el profesor porque se había escapado (cuenta risueña). Javier es ingeniero en petróleo y cuando era chico mi hermana Luci, que ya cantaba en el coro, le pagaba para que estuviera en el coro de niños, porque él no quería saber nada (ríe). Y Érica, que ahora es licenciada en Turismo, cantaba junto con Javier en el coro del CUC. Yo me acuerdo que mi papá me llevó un día a la Escuela de Música y, como iba con él, tuve la suerte de poder entrar al aula donde estaban los distintos instrumentos, para ver qué me gustaba. Y no sé por qué elegí la flauta traversa. Estudié con el profesor Lars Nilsson. Hice flauta hasta los 15 años y a esa edad empecé en el coro del Magisterio y me di cuenta de que me gustaba más la dirección coral. En el ‘80 empecé a estudiar dirección coral y también a cantar en el Coro Universitario (tengo registro soprano), en el que después quedé como jefa de cuerda.
–No por obligación sino por elección estabas cumpliendo con el mandato familiar...
–A diferencia de todo lo que puede creerse, mi papá fue uno de los que me hizo “la contra” a la hora de estudiar para directora. Fue muy gracioso, mi mamá tampoco quería. Tenían miedo de que yo siguiera la carrera por “inercia”, porque era lo que había conocido desde chica. Me acuerdo patente que mi papá me traía folletos de las distintas carreras y me hacía hablar con gente de otras profesiones.
–¿¡Quería una abogada!?
–(Ríe) Internamente le gustaba que eligiera dirigir. Después que empecé, siempre me apoyó. Y, sobre todo, disfrutamos muchísimo juntos. Lo tenía como profesor. Obviamente me trataba como a los demás, y no me podía tomar los exámenes. Yo siempre digo que quien estuvo sólo en su cátedra y no en el coro se perdió lo más fructífero de él, esa cuestión de “laboratorio” que tenía en el coro.
–Hablando de laboratorio, en el CUM hay toda una puesta en escena que excede lo coral…
–Es una idea que yo tenía desde hace mucho: que el coro fuera, además de para oír, para ver. Empezamos a trabajar en eso en el ‘96. Formamos un grupo vocal llamado Voxx en scena (con doble x en alusión al siglo), que reunía a varios miembros del Coro Universitario. Buscaba algo que a nivel visual acompañara la música del siglo XX, algo con contenido, no una simple salida de la grada. Ahí fue cuando conocí a Jorge (Zarrán), mi actual marido, que había venido de Cuba y estaba trabajando en escenografías con Vilma Rúpolo y Walter Neira. Cuando fuimos elegidos para participar del Simposio Internacional para la Música Coral, desde la organización orientaron la propuesta a que pusiéramos énfasis en la transmisión sin acartonamientos hacia el público.
–¿De qué manera concretan ese planteo en escena?
–Una de las obras más interesantes es un homenaje a las madres de los niños muertos en Bosnia, en la que hacemos una escultura coral. Cantamos en un andamio, que está envuelto en una tela y la iluminación trabaja sobre ella. Lo que se ve tiene un significado fuertísimo en relación al contenido de la obra. Nosotros hacemos unas imágenes que hemos tenido que trabajar muchísimo, porque no somos actores sino coreutas. Y a los coreutas por lo general les da vergüenza estar moviéndose. Jorge lo sabe y ha elegido movimientos para que no quedemos expuestos, que se ven a través de la tela.
–La música es algo tan vivo, elevado y a la vez visceral, que a veces no se condice con la tradicional formalidad de los coros...
–Creo que tiene que ver también con el siglo en el que estamos viviendo, con toda la información que manejamos y la necesidad de imágenes. Sin embargo, siempre digo que elijo hacer esta propuesta, pero creo que igual un coro puede movilizar y emocionar quietito, cantando y nada más.
Amor al arte
–Los miembros del coro no tienen cargos rentados…
–Yo digo que son amateurs, que significa que aman la actividad, como esos deportistas tan esforzados que son incluso mejores que los rentados. Son vocacionales. Los únicos cargos pagos son los de los jefes de cuerdas, el coordinador y el mío. Por eso es importante que nuestro trabajo sea reconocido como valioso. Es un grupo muy heterogéneo, de 30 personas de entre 18 y 40 años. Nos conocemos mucho. A veces nos vamos fines de semana completos a la montaña para ensayar, porque le da fuerza al proyecto, al trabajo de conjunto que luego se nota cuando cantamos. Es increíble lo que dan de su tiempo y además el dinero que implican los viajes. Esperamos reunir el que necesitamos para poder ir a Francia.
–¿Para eso cuentan con apoyo estatal?
–Todavía no hay nada definido, pero existe una buena disposición. Creemos que vamos a contar con apoyo de la Subsecretaría de Cultura, somos un “producto” digno de exportar.
Personal
-Edad: 45.
-Lugar de nacimiento: Ciudad, Mendoza.
-Estudios: egresó de la carrera de Dirección Coral de la Facultad de Artes de la UNCuyo y se especializó en Dirección Coral y Orquestal con los maestros Guillermo Scarabino y Carlos López Puccio (Argentina), Eric Ericson (Suecia) y Florent Strosser (Francia), entre otros.
-Estado civil: casada desde hace 8 años con el escultor y diseñador cubano Jorge Zarrán (50).
-Hijos: de su primer matrimonio, Manuel (18), Joaquín (17) y Tomás (15) y del segundo, Frida (6).
-En el código genético: Silvana es hija del maestro de directores Felipe Vallesi, que trascendió las fronteras argentinas, y de María Lucía Munafó. “Mi mamá era brava dirigiendo. Hoy todavía se recuerda como una época de esplendor cuando estaba en el coro del Colegio Universitario Central”, relata.
-Homenaje: “En honor a mi papá, este año editamos con el coro dos CD. Uno es del último concierto que él dirigió en Atlanta y otro del trabajo del coro que él formó y no alcanzó a escuchar”, cuenta.
- Embajadores: “Mendoza se conoce en el mundo por sus vinos, pero cuando llegamos a instancias tan definitorias en los concursos internacionales también damos a conocer la provincia por su canto”.
- Invitación: Silvana Vallesi será jurado en el Béla Bártok International Choir Competition que se realizará durante 2010, en Hungría.
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