La inteligencia artificial (IA) afecta la educación en varios niveles —micro, institucional y de políticas educativas—, pero todavía no hay certezas de cuánto puede mejorar o facilitar el derecho a una educación de calidad para todos. Para profundizar en el tema, la UNCUYO propició un encuentro con los expertos Fabio Tarasow (Argentina) y Jesús Salinas (España).
La charla fue una de las actividades previstas en el encuentro sobre Educación Expandida. Para estar más a tono con la temática, Eva —la inteligencia artificial creada especialmente para el encuentro— dio inició a la conversación. Oficiaron de moderadoras las responsables de Educación a Distancia, Mariela Meljin (Rectorado) y Fernanda Ozollo (Facultad de Educación).
La pregunta que abrió la charla fue sobre el salto tecnológico que implica la inteligencia artificial. “Usamos herramientas de inteligencia artificial diariamente y desde hace varios años. Obviamente algunas de estas aplicaciones pueden apoyar procesos de aprendizaje, de investigación, de enseñanza o proyectarlas a actividades profesionales, y esto para la universidad es muy importante”, aseguró Salinas, advirtiendo también que ciertos usos son muy riesgosos y que, por tanto, debe ser informado, transparente, ético y responsable.
Jesús Salinas participó de la charla vía streaming.
Al igual que con la imprenta, el catedrático español consideró que la inteligencia artificial no se produce en equidad, no llega para todos. Por caso, mencionó que el 70% de los niños de 10 años en el mundo no sabe leer, cuando la imprenta era la solución para la generalización de la lectura, un proceso que iba universalizar el conocimiento; o que la mitad de los jóvenes de 15 años de América Latina y el Caribe no entienden un texto que leen y siguen sin poder acceder al conocimiento disponible.
“La pregunta clave que tenemos que hacernos —continuó Salinas—es por las condiciones necesarias para sacar lo mejor de la inteligencia artificial, para que este salto o esta revolución o aceleración del cambio tecnológico, represente un salto en bienestar que no deje excluidos. La realidad es que el poder transformador de la prensa en el siglo XV, y hoy de la inteligencia artificial, son accesibles para unos pocos. Y esto puede generar asimetrías e inequidades en el uso y aprovechamiento de la inteligencia artificial junto con otros aspectos muy preocupantes”.
En sintonía con ese línea de pensamiento, para Fabio Tarasow la inteligencia artificial, en sí misma, es un concepto a pensar porque conlleva problemas de sesgos, de privacidad, preocupaciones sobre la ética. “Hay mucho que tenemos que mirar con atención, más allá de lo que las empresas que promocionan la inteligencia artificial dicen sobre el potencial que tiene en la educación”, afirmó, indicando también que las posibilidades de uso son grandes, pero no automáticas. “Como institución, o como docente, tengo que incorporar la inteligencia artificial de una manera que tenga sentido, y ese sentido no lo da la tecnología, sino que lo da la pedagogía. Entonces, desde una idea de cómo voy a enseñar voy a pensar cómo incorporo esta herramienta dentro del proceso de aprendizaje”, aseguró.
Estos son los usos que todavía no están pensados, según Tarasow, en detrimento de aquellos que tienen que ver con los contenidos. “La educación es mucho más que contenidos, para acceder a ellos no necesito la inteligencia artificial, porque además cuando me da contenido se equivoca. La inteligencia artificial no sabe nada, no entiende. Puede servir para otras cosas, para la meta reflexión, para otros procesos. Pero necesita un entrenamiento, un proceso de acercamiento de los docentes a cómo utilizarla”, puntualizó.
El especialista Fabio Tarasow, en uno de sus intervenciones.
Una cuestión que sí está clara para ambos especialistas es que la inteligencia artificial no reemplaza al docente, porque todo el tiempo necesita de la supervisión y del docente mismo como un imaginador de cómo y para qué se usa.
Ya metiéndose de lleno con el rol de las universidades, Tarasow indicó que a estas instituciones les toca pensar en los marcos regulatorios de la inteligencia artificial. Y añadió: “A los docentes los moviliza, en el buen sentido, porque si un trabajo que yo doy lo resuelve con inteligencia artificial, entonces tengo que volver a pensar un trabajo que al alumno le exija un qué hacer significativo para aprender y que ese hacer significativo no sea pedirle a ChatGPT que de las respuestas. Sí se puede valer de la inteligencia artificial, como una plataforma, para ir más lejos”.
Para Salinas, lo primero y más urgente a trabajar es la alfabetización digital, luego promover el uso responsable de la inteligencia artificial, y después prevenir la vulneración de la integridad académica o el plagio. “No tanto en el tema de que los alumnos utilicen la inteligencia artificial para hacer fraude en los exámenes sino, por ejemplo, de quién es el conocimiento que tienen las las grandes corporaciones que manejan las revistas donde se publican todos los avances del conocimiento”, explicó.
En este sentido, también consideró que las herramientas educativas se pueden trabajar sobre tres aspectos de la inteligencia artificial: las orientadas al alumno, que son softwares para aprender una materia o aprendizaje adaptativo; las orientadas al profesor que son sistemas que lo apoyan y le reducen la carga de trabajo automatizado; y las orientadas a un sistema de educación basado en la inteligencia artificial que proporcionan información sobre el progreso del aprendizaje a los estudiantes, para que la institución pueda ofrecer apoyo y orientación de forma proactiva.
Moderaron el encuentro Mariela Meljin (izquierda) y Fernanda Ozollo (derecha).
Otro interrogante que despertó interés fueron los desafíos éticos en el actual contexto de la economía capitalista que vive el mundo. “La inteligencia artificial hoy es un sistema extractivo, o sea, se ha valido, se ha entrenado a partir de datos que son públicos, que generamos entre todos, y hay empresas que capitalizaron eso; son los dueños de la inteligencia artificial y la venden. Pero, finalmente, es el sistema educativo, y la escuela, el que tiene que formar para defendernos de la desinformación que producen las redes sociales, mientras que las redes sociales lo único que hacen es facturar y llenarse de plata. Entonces, dentro de un proceso que ya es perverso per se, cómo hacemos para hacer como una regulación ética”, expresó Tarasow.
En este terreno, su par español identificó varias cuestiones. La primera es el costo ambiental que suponen estas tecnologías por su alto consumo de energía. Luego, la posibilidad de que las personas sean poseedoras del conocimiento que han estado poniendo en las redes. También, la incorporación de sesgos mediante los datos de entrenamiento y que se ven reflejados en el resultado final: el modelo es hombre blanco heterosexual y del Norte y a partir de ahí todas las minorías étnicas, el Sur, los colectivos LGTBI, etc., están sesgados en las respuestas que estos sistemas dan. Frente a esta situación, Salinas propone adoptar “una ética del cuidado” y avanzar en aspectos como la confianza y la transparencia, y reclamar otros aspectos positivos como sostenibilidad, diversidad, privacidad. “Es la hora de actuar como sociedad, y la única forma para definir colectivamente los horizontes éticos y políticos de la inteligencia artificial es ir a órganos de este tipo, de supervisión externa de las corporaciones que están trabajando y manejando esta herramienta”, subrayó.
A modo de conclusión final, Tarasow describió a la inteligencia artificial como una herramienta muy interesante y con muchas posibilidades, y dijo que hay que interactuar con ella, perderle el miedo, para después buscarle usos enriquecedores, pedirle, por ejemplo, que haga cosas que ayuden a la reflexión o la meta reflexión o que sean de alguna manera coach de los alumnos. “Hay algunas vetas interesantes, pero para eso necesitamos tener un uso básico, hacerle preguntas, ver dónde se equivoca, ver los puntos fuertes y después uno empieza a complejizar las cosas que uno le puede pedir, empieza a dominar un poco más y puede lograr cosas muy interesantes. Pero es un recorrido de aprendizaje y hacerse amigo”.
Salinas, por su parte, destacó que lo más importante es que los docentes utilicen las herramientas de inteligencia artificial para facilitar los procesos de enseñanza, de aprendizaje, y que los estudiantes utilicen las aplicaciones de inteligencia artificial que después les van a ayudar en su desarrollo personal y en su desempeño profesional. “Enfrentarse a la incertidumbre, a los problemas nuevos con las aplicaciones es un tema que no podemos dejar de lado en las instituciones educativas”, sintetizó.