En los últimos tiempos se ha observado un incremento en la solicitud de productos de uso veterinario para combatir la pediculosis en seres humanos, como consecuencia de la creciente falta de efectividad de los tratamientos químicos convencionales contra los piojos. El problema es que la indicación de estos fármacos se realiza de manera totalmente informal, alertaron desde la Facultad de Ciencias Médicas de la UNCuyo, tendiendo en cuenta que no están comprobadas las consecuencias que pueden tener en la salud humana.
La alerta la dio Manuel Guevara, veterinario y docente del área de Farmacología de la facultad, quien realizó una encuesta entre más de 30 veterinarios de Mendoza y San Juan para comprobar que la gran mayoría recibió solicitudes de sus clientes para usar estos productos para el tratamiento de la pediculosis en niños y personas mayores.
En concreto, se trata de una pipeta que aplica 2 o 3 gotas del producto sobre el cuero cabelludo y de un aerosol que se rocía sobre la cabeza. En ambos casos contienen gran variedad de principios activos cuyos efectos no están probados en seres humanos, por lo cual Guevara desaconseja su utilización.
“Los médicos y los médicos veterinarios tenemos la obligación de velar por la salud pública y debemos ser conscientes de las consecuencias que conlleva la utilización indebida de medicamentos no aprobados para uso en seres humanos”, manifestó el especialista de la UNCuyo.
El estudio realizado por Guevara reveló que el 96,8% de los veterinarios encuestados confirmó haber recibido solicitudes de medicamentos de uso veterinario para el tratamiento de la pediculosis en seres humanos. La razón: estos productos son muy potentes (y efectivos) contra los piojos. Pero lo que más le llamó la atención al investigador es que entre quienes también los indican hay veterinarios, médicos y personal sanitario. Incluso, contó que a un profesional le habían pedido uno de estos fármacos desde un asilo de ancianos, indicado por la directora del lugar, que era médica. “Incluso los piden las docentes, las maestras, que pelean constantemente con el problema de la pediculosis”, detalló Guevara.
Los fármacos en cuestión son el fipronil (un insecticida de amplio espectro que se comercializa desde 1994 para el control de pulgas y garrapatas en perros y gatos), que viene en las pipetas y que encabezó la lista de productos pedidos a los veterinarios –según la encuesta-; y el propoxur, la droga que contienen los aerosoles veterinarios. Ambos son de venta libre, es decir que no está regulada su utilización.
“El problema es que no están indicados, no hay estudios hechos en seres humanos; entonces no se sabe qué puede pasar”, remarcó Guevara, quien publicó el resultado de este estudio en una revista de divulgación veterinaria y en otra científica.
“El otro problema es que está comprobado que en ratas el fipronil aumenta el nivel de hormonas tiroideas; y en África, donde el propoxur se usa para fumigar, se vio que las mujeres embarazadas que tenían ese toxico en sangre, sus hijos tenían un desarrollo neurológico inferior. Entonces no se debería usar”, agregó el docente de la facultad de Ciencias Médicas.