Para muchos, vivir un mundo maravilloso implica riquezas. Para otros, la plenitud de la vida es algo menos material y radica en un derecho tan elemental y vulnerado como es poder leer y escribir.
Cuando uno es apenas un niño quiere mirarse en el espejo y ver que tal luce el guardapolvo blanco en su cuerpito. Sentir en la espalda el peso de una mochila cargada de libros. ¿Y todo eso para qué? Para sentir que se ha crecido. Ese es un sueño que lamentablemente muchas personas adultas no lograron cumplir. Pero nunca es tarde.
En la actualidad tienen la oportunidad de hacer real esa ilusión gracias a una serie de políticas de inclusión educativa impulsadas desde el Gobierno argentino.
En la medida en que crecemos, nos damos cuenta que ir a la escuela es más que usar un guardapolvo blanco y jugar en el patio “de los grandes”. Sin embargo, en algo estamos de acuerdo con los niños que fuimos: la educación nos convierte en personas grandes, inmensas.
La razón de esto es que entendemos -utilizando las palabras del presidente de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Miguel D`Escoto- que “la educación es la puerta de entrada al ejercicio pleno de todos los derechos humanos". Y que sin ella difícilmente haya un futuro claro.
Sin dudas, más que una oportunidad, educarse es un derecho. Como tal, está contenido principalmente en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU, que establece que la educación primaria es obligatoria y gratuita.
Se lo considera un derecho humano de segunda generación porque está basado en la libertad positiva. En la capacidad de hacer algo, no tanto porque nadie lo impida, sino porque el individuo tiene posibilidades de llevarlo a cabo.
Sin embargo, muchas personas ven vulnerado ese derecho. Algunos consideran que el paso del tiempo es el mayor enemigo. Nada de eso. El tiempo no es un arma letal, como si lo son aquellos gobiernos insensatos que, con sus políticas, se encargan de eliminar una a una las oportunidades.
En Argentina, el derecho a la educación se encuentra jurídicamente consagrado desde la sanción de la primera Constitución Nacional, en 1853. Durante décadas, este país se destacó dentro del continente por darle a la educación el lugar que realmente merece. Es decir, por considerarla un pilar básico en la construcción de una nación.
Esta idea debería primar siempre. El por qué lo explica muy bien la Ley de Educación Nacional Nº 26.206.
Esta norma, sancionada en 2006, establece que la educación es una política de Estado “para construir una sociedad justa, reafirmar la soberanía e identidad nacional, profundizar el ejercicio de la ciudadanía democrática, respetar los derechos humanos y libertades fundamentales y fortalecer el desarrollo económico-social de la Nación”.
A pesar de esto, durante la catastrófica década del 90, la educación fue pisoteada. No se la concebía como la base de la sociedad y la implementación de políticas acordes a esa postura, derivaron en una caída estrepitosa del nivel educativo. Claro que no sólo le tocó a la educación, el gobierno de Carlos Menem arrasó en todas las áreas y sectores, sin distinción.
Con la aplicación de la Ley Federal de Educación Nº 24.195, comenzó a profundizarse la desigualdad en el acceso a la educación, de acuerdo a la procedencia económica, social, étnica-cultural y familiar de las personas.
De un país alfabetizado y dueño de un nivel educativo “modelo”, Argentina pasó a ser uno más dentro de Latinoamérica. La educación dejó de ser una prioridad y entró en una crisis profunda.
Años más tarde, para salir de esta crisis, desde el Estado se intentó cambiar la estrategia y apuntar a la aplicación de medidas de inclusión y de planes de apoyo y fomento a la educación. A pesar de todo, el sistema aun hoy muestra fisuras. Huellas lógicas.
“Educación para todos”
El pasado 12 de marzo, en oportunidad de la inauguración del II Seminario Internacional de "Alfabetización en el Siglo XXI", el actual ministro de Educación, Juan Carlos Tedesco, destacó que nunca existirá una sociedad justa “sin una educación justa y de calidad para todos”.
Según datos oficiales, aunque no a grandes velocidades, un porcentaje elevado de personas han vuelto a clases. Pero esa sociedad justa de la que habla el ministro, parece lejana.
El Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), calcula que en Argentina el 71 por ciento de los jóvenes de entre 15 y 21 años se encuentran en situación de riesgo educativo.
A ese dato hay que sumar a más de 3,5 millones de jóvenes y adultos que no han terminado la escuela primaria, según información extraída del último censo, realizado en el 2001.
Por eso, hay que reconocer que los planes impulsados desde el Gobierno, para que los afectados retomen sus estudios, son sumamente necesarios. De esa manera, aquellas personas que durante años permanecieron excluidos de la información y del conocimiento, encuentran una puerta abierta en la historia.
Como sostiene Claudia Camba, una de las docentes que coordina el programa “Yo sí puedo” en el país, “no hay democracia posible si no hay un pueblo culto con capacidad de comprensión y de análisis”. La participación activa de toda la sociedad es la que posibilita la existencia de una democracia real, y es tarea del Estado garantizarla.
“Todos a estudiar” ó “Volver a la escuela”, son algunos de los programas de becas que se han impulsado desde el Ministerio de Educación argentino. El objetivo principal es la reinserción y permanencia dentro del sistema educativo.
Este financiamiento busca terminar con el analfabetismo, que en Argentina se calcula entre un 2,5 y un 3,5 por ciento. En varias provincias, la cifra llega a duplicarse. Lo que se intenta con esta ayuda económica es garantizar la escolarización obligatoria.
Cabe resaltar que la cartera educativa ha comenzado a realizar actividades en el marco de la Década de Alfabetización propuesta por Naciones Unidas, mediante el Programa Nacional de Alfabetización y Educación Básica para jóvenes y adultos, compuesto por dos etapas.
El primer paso es una alfabetización introductoria, de cinco meses de duración. Una vez realizado esto, los alumnos han incorporado las herramientas necesarias y se encuentran preparados para ingresar –o reincorporarse- en el sistema educativo primario.
En materia educativa, el ministerio además otorga las llamadas “Becas Bicentenario”. Un estímulo que busca aumentar el número de egresados de estudios superiores “vinculados a los sectores productivos de nuestro país”, según señaló Tedesco.
Se calcula que gracias a este programa de becas se incrementará en un 60 por ciento la matrícula en carreras universitarias, tecnicaturas y profesorados científicos y técnicos. Becas a las que logran acceder aquellas personas que, gracias a otro programa de incentivo, pudieron terminar la escuela secundaria.
De esta manera, el Ministerio de Educación busca construir una sociedad equitativa en materia cultural y económica. En la que, además, exista una verdadera participación del pueblo.
Revolución educativa, de Cuba para el mundo
Además de los planes nacionales, Argentina es uno de los 30 países del mundo que han incorporado un método revolucionario de educación: el famoso programa “Yo si puedo”.
Esta técnica educativa permitió que dos millones de olvidados del llamado Tercer Mundo -tanto de habla hispana como inglesa, e incluso en lugares donde se utilizan lenguas autóctonas- aprendan a leer y a escribir, a pesar de no contar con un sistema social equitativo.
La experiencia cubana demuestra que la educación es para todos, sin distinción de clases. Desde 1961, y gracias a la revolución encabezada por Fidel Castro, Cuba es un país libre de analfabetismo. De esto modo, se posiciona por encima de naciones desarrolladas como Italia o España, por citar dos ejemplos.
En América Latina aproximadamente el 12 por ciento de la población es iletrada. Además, unos 110 millones de personas jóvenes no han logrado concluir la educación primaria, por lo que pueden considerarse semianalfabetos o analfabetos funcionales.
La Organización de Estados Iberoamericanos, estima que el costo para enseñar a leer y escribir a los analfabetos latinoamericanos ronda los 4.000 millones de dólares, algo así como 120 dólares por persona. Sin embargo, a Cuba le cuesta entre 23 y 33 dólares por analfabeto.
Gracias al método cubano, se les ha devuelto la dignidad y el autoestima a millones de personas, que consideraban una meta inalcanzable el poder leer o ayudar a sus hijos en las tareas de la escuela.
Bolivia, el país más pobre de Sudamérica, es quizás la nación latinoamericana que mejor transitó el camino cubano en materia educativa. Antes de la llegada del “Yo, si puedo”, el país tenia uno de los índices más altos de analfabetismo de América Latina.
Con la llegada de Evo Morales al gobierno se desarrolló algo que en 200 años de independencia muy pocas veces había sucedido en Bolivia: La alfabetización se convirtió en una prioridad dentro de los planes estatales.
La Organización Educacional, Científica y Cultural de la ONU (UNESCO), establece que para considerar a una Nación libre de analfabetismo, más del 96 por ciento de sus adultos deben haber aprendido a leer y escribir.
Los últimos datos revelan que el 99,5 por ciento de la población boliviana dejó de ser iletrada. De esta manera, el país se convirtió en el tercero del continente declarado “libre de analfabetismo”, junto a Cuba y Venezuela.
Otro presidente latinoamericano que ha mostrado interés por erradicar el analfabetismo es el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, quien prometió que en el 2009 su país le dirá adiós a ese flagelo.
Con respecto a Argentina, San Francisco de Tilcara, en la Provincia de Jujuy, se ha convertido -gracias al modelo cubano aplicado desde el 2003- en el primer municipio nacional libre de analfabetismo.
“Este programa de alfabetización no sólo le quita la venda de los ojos a la gente sino también de sus mentes. Les enseña a ver y les da más posibilidades de mejorar su vida y pensar en un futuro mejor", sostiene el jefe comunal de esa ciudad, Félix Pérez.
El de Tilcara es un ejemplo que varios gobiernos provinciales han comenzado a aplicar. Solo resta esperar, los proyectos están en marcha y los alfabetizadores trabajando.
Conocidos estos ejemplos y teniendo en cuenta que el país con más desigualdad y pobreza del subcontinente alcanzó la meta: ¿cómo no lo va a lograr un país que durante años fue ejemplo educativo? Solo hace falta voluntad y generosidad por parte del Estado y de la sociedad toda.
Utilizando una frase del presidente paraguayo, Fernando Lugo, “cuando cada paraguayo, cada boliviano, cada argentino y cada brasileño pueda escribir de puño y letra la historia de su futuro, ya nadie más le podrá robar la esperanza".
Porque la educación es el arma más poderosa contra la opresión.
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22 de noviembre de 2024