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Algo más que cuentos de niños

 La literatura infantil en la Argentina pasó por diversas etapas y gobiernos que dejaron su impronta en ella. Surgimiento, historia y actualidad de un arte que hace tiempo abandonó el ‘había una vez’.

28 de mayo de 2005, 16:03.

“Lo que me emociona tanto en este principito dormido es su fidelidad por una flor, es la imagen de una rosa que resplandece en él como la llama de una lámpara. Es necesario proteger a las lámparas; un golpe de viento puede apagarlas...” Antoine de Saint-Exupéry, ‘El principito’

‘El coronel no tiene quien le escriba’

El ámbito de la literatura infantil argentina sufrió un duro golpe durante la dictadura. Fue vigilada de cerca por el ojo censor;  gran parte de ese control era ejercido a través de la escuela. Durante esta época, hubo un plan sistemático de desaparición de bibliografía. Un ejemplo de esta censura lo encontramos  en 1978 cuando se firmó un decreto que prohibió la circulación de “La torre de cubos” de Laura Devetach. En sus considerándos, el exceso de imaginación -”ilimitada fantasía” - es una de las causas principales pasa desaconsejarlo. También se censuraron títulos como “Un elefante ocupa mucho espacio” de Elsa Bornemann; “El pueblo que no quería ser gris” y “La Ultrabomba” del sello Rompan y “Cinco dedos de Editorial de La Flor”. (1)

Otro caso que evidencia esta censura voraz fue la denominada “Operación Claridad”, firmada por  Viola, que fue creada para detectar y secuestrar bibliografía marxista e identificar a los docentes que aconsejaban libros subversivos. (1)

La diversidad en la literatura para los niños tuvo su momento expansivo en la década del ‘80. No porque naciera allí, sino porque fue con la vuelta de la democracia cuando se produjo en este país el surgimiento contundente de escritores, editoriales, público lector y aún crítica. Es decir, “comenzó a constituirse el campo con autores argentinos, que trabajaron un registro específico de nuestra lengua nacional porque la lengua literaria es, antes que nada, un lenguaje que nos representa, donde podemos reconocernos”. (2)

La narrativa surgida  se caracterizaba por ser urbana, centrada en lo maravilloso, lo fantástico y lo humorístico. También se evidenció la reescritura de cuentos folclóricos y la difusión de formas folclóricas breves.

Superados los peligros de pasados gobiernos que intentaron aniquilar toda expresión cultural –incluida la literatura-, en la actualidad se enfrentan otros riesgos. La profesora María Elena Almada dice que “uno de ellos es que los autores obedezcan a las demandas del mercado, que impone textos cortos, de mucha acción, con un registro general. Otro es que los editores dejen de apostar a las voces nuevas y a las escrituras innovadoras. Y el tercero es que, ganada la batalla contra el didactismo, la literatura infantil de nuestro país tiene que luchar contra sus propios límites y aventurarse en nuevas propuestas tanto temáticas como escriturarias”

Literatura infantil en las escuelas

“Cuando Lucía Peláez era muy niña, leyó una novela a escondidas. La leyó a pedacitos, noche tras noche, ocultándola bajo la almohada. Ella la había robado de la biblioteca de cedro donde el tío guardaba sus libros preferidos.

Mucho caminó Lucía, después, mientras pasaban los años.

En busca de fantasmas caminó por los farallones sobre el río Antioquía, y en busca de gente caminó por las calles de las ciudades violentas.

Mucho caminó Lucía, y a lo largo de su viaje iba siempre acompañada por los ecos de aquellas lejanas voces que ella había escuchado, con sus ojos, en la infancia.

Lucía no ha vuelto a leer ese libro. Ya no lo reconocería. Tanto le ha crecido dentro que ahora es otro, ahora es suyo”.

Eduardo Galeano. El libro de los abrazos

De esta manera da comienzo a su texto “La Literatura en la Escuela” Susana Capitanelli, profesora de Literatura Infantil de la Facultad de Educación Elemental y Especial, de la UNCuyo. En su escrito hace referencia al papel que cumple la escuela al poner en contacto al niño con la lectura.

La finalidad de la literatura en los colegios es el desarrollo de la competencia estético – literaria en los niños a través del contacto sistemático y placentero con textos literarios variados. Así se generan situaciones que permitan a los alumnos aprender a escuchar y leer literatura.

Respetando este rol, el sistema educativo debe tomar una actitud crítica y selectiva, con la conciencia de que el niño no elige sus lecturas, sino que lo están haciendo por él. Por este motivo la autora dice que la escuela debe salir del terreno del misterio y de la improvisación  para asegurar la libertad del niño a la hora de aprender “esa otra lengua” que es la literatura. En resumen, el papel de la escuela, según Capitanelli, consiste en favorecer la experiencia estética como un aspecto de construcción de la identidad.

Sin embargo,  aunque este fenómeno social de la literatura infantil surgió asociado a la escuela que contribuyó a la conformación de un público, “hoy es la escuela la que casi no puede dar respuesta a su propio rol de enseñar, atareada en la ímproba tarea de contención social, como se denomina académicamente, al trabajo de sostener a chicos en indigencia.”, afirma María Elena Almada (2). Pero también resulta indispensable destacar el hecho de que la literatura no debe relegarse al ámbito educativo. Desde el hogar se pueden adquirir las experiencias más tempranas que forman parte de este proceso de constitución del individuo a partir del universo literario.

‘¡Es tan misterioso el país de las lágrimas!’

‘Si entonces un niño llega hacia vosotros, si ríe, si tiene cabellos de oro, si no responde cuando se lo interroga, adivinaréis quién es. ¡Sed amables entonces! No me dejéis tan triste. Escribidme enseguida, decidme que el principito ha vuelto...’

Antoine de Saint-Exupéry , ‘El principito’

Según las autoras citadas, la idea es buscar escrituras distintas que generen un cambio en las estructuras del sentir, “que provoquen una nueva mirada capaz de introducir en el imaginario infantil un registro histórico” (1) Y eso incluye todo tipo de obras literarias, aún la posibilidad de adaptar clásicos, para no marcar el límite en el género infantil.

La cuestión esencial es no menospreciar la capacidad de los niños para entender y captar los significados transmitidos desde los textos. Es un error – muy extendido, lamentablemente- el considerar a los niños como “proyectos de personas” a las que hay que dirigirse con un lenguaje excesivamente sencillo, y hasta a veces tonto, para que ellos puedan comprender. El mismo error se trasluce en el  hecho de considerar a determinados temas como prohibidos para los niños, tendencia actual que no deja salir de una temática superficial, que no desarrolla el intelecto del niño, y no permite su inserción en un contexto que, aunque no está abarcado en su literatura, sí se encuentra en su contexto histórico. Un caso paradigmático de esto es la casi completa ausencia del tema de la dictadura en el ámbito de la ficción para chicos, lo cual no es sino es una trampa de la memoria vinculada con el olvido.

A excepción de algunos autores que salvan la literatura infantil argentina (María Elena Walsh, Laura Devetach, entre otros) lo cierto es que queda mucho por hacer por la lectura infantil, en especial si tenemos en cuenta que por medio de ella estos jóvenes lectores se están adentrando en un mundo que tienen que aprender a hacerse propio.

‘Y cuando no sea, el soñarlo sólo basta;  pues así llegué a saber que toda la dicha humana, en fin pasa como un sueño. Y quiero hoy aprovecharla, el tiempo que me durare...’

Calderón de la Barca, La vida es sueño.

Loana Isla Lacuey

l_isla@hotmail.com

Departamento de Cultura

 

(1) Rossana Nofal. Profesora de Literatura Hispanoamericana en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán, Investigadora del CONICET y miembro del Núcleo Memoria

(2) María Elena Almada. Profesora Titular de Lengua y Literatura de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional del Comahue; Investigadora Categorizada de Literatura Infantil y Juvenil y Directora del Centro de Propagación Patagónico de Literatura Infantil y Juvenil (Ce.Pro.Pa.L.I.J).

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