Generalmente en los jardines maternales se aprecia una gran preocupación por los materiales para la estimulación visual y motriz de los niños, pero muy poco para la estimulación sonora. Así lo advierte Olga Giacumbo, especialista de la UNCuyo, para quien no se aprovecha la riqueza que encierra la estimulación temprana a través de los sonidos.
Por eso, junto a su colega Eliana Angela investigan en la Facultad de Educación Elemental y Especial cómo utilizar los sonidos en las salitas infantiles respetando el desarrollo normal auditivo, “con el objeto de aprovechar la riqueza que encierra la estimulación musical temprana y su incidencia en la calidad de vida de los bebés”, explica Giacumbo.
Para
la docente e investigadora, habitualmente la utilización de sonidos en la
educación de niños de 6 a 36 meses no tiene una finalidad especial, sino que el
docente los utiliza de vez en cuando como música funcional o experiencia
aislada. “Quizás la maestra por no saber cómo utilizar los materiales sonoros,
se olvida de la influencia que ejercen en los primeros años de vida”, dice. Y destaca
que la capacitación al respecto es “fundamental”.
Hace
muchos años que los pedagogos musicales se preocuparon por este tema y a través
de múltiples investigaciones en Europa, EEUU y Latinoamérica se empezó a comprender
el efecto beneficioso que tiene la música en la vida de un niño desde que nace.
Concretamente, a partir de la segunda mitad del siglo XX empieza a tomar fuerza
este principio psicopedagógico.
Esas
nos dicen cómo reaccionan los bebés ante el estímulo sonoro. Y la mayoría
concluyen que la educación musical tendría que empezar antes del nacimiento,
hacia el sexto mes de la vida prenatal, recuerda Giacumbo.
La especialista sostiene que incorporando la música sistemáticamente en los primeros meses de vida del bebé “enriquece su expresión y su senso-percepción del mismo”. Y además “afirma el vínculo afectivo adulto-bebé”.
Y si
se tiene en cuenta que la materia prima de la música es el sonido, éste permite
con sus cualidades, altura, timbre, intensidad y duración, desarrollar con
diferentes juegos el oído del bebé.
Giacumbo
remarca que está demostrado que un feto reacciona ante estímulos sonoros del
exterior, desde movimientos del cuerpo hasta aceleración del ritmo cardíaco. Por
lo que al nacer ya han acostumbrado su oído a este tipo de estímulos. Ahora, no
cualquier tipo de sonido sirve al propósito de la formación del niño: “Tienen
que ser de un registro medio, o sea, ni muy agudos ni muy graves, y con una
intensidad preferentemente suave, ya que los sonidos fuertes los asustan”.
En
cuanto a la duración, son recomendables los sonidos ni muy cortos ni muy
largos, aunque esto no es tan significativo. “Se pueden usar los cortos y los
largos depende del material con que es producido o con qué instrumento. Cuando
una mamá o maestra canta bien es el instrumento natural más hermoso para el
oído de un niño, es por eso que las canciones de cuna son tan importantes para
una educación temprana”, explica Giacumbo. Y agrega que con la estimulación a
través de los sonidos se coloca al alumno en
situación de aprendizaje activo, “menos memorístico y mucho más práctico”.
“Creemos
que si cada docente asume como un lenguaje propio la música, podrá trabajar
desde los contenidos conceptuales, procedimentales y actitudinales nuevas
estrategias que favorezcan el aprendizaje musical de los niños a partir del
Jardín Maternal”, finaliza.