Mientras la decisión de Barack Obama de levantar el veto a la investigación en células madre acaparó ayer la atención de todo el mundo, otras medidas que pasaron bastante inadvertidas son aún más revolucionarias y vuelven a plantear la discusión acerca de cuál es el lugar que la ciencia debería ocupar en la vida de un país.
Dentro del paquete de estímulo anunciado para sortear la crisis y recuperar la colapsada economía de los Estados Unidos, se incluye, según se difundió, una suma monumental para ciencia y tecnología: casi 120.000 millones de dólares. De éstos, unos 20.000 millones serían para investigación básica; casi 50.000, para investigar en energías renovables y eficiencia energética; 10.400, para los institutos nacionales de Salud; 1100, para hacer estudios comparativos sobre los tratamientos médicos actualmente en uso; 24.600, para tecnologías de la información (incluidos desarrollos en banda ancha de última generación y en la historia clínica electrónica), y 11.000, para desarrollar una superred interconectada de electricidad. No sólo eso: gran parte de ese dinero deberá gastarse en dos años.
"Nunca se inyectó tanto dinero tan rápido en un aparato científico", dice en un editorial New Scientist , que subraya que se trata de la mayor inversión en ciencia de la historia de los Estados Unidos, ni siquiera superada por el programa Apolo o el proyecto Manhattan.
Si se tiene en cuenta que los fondos federales motorizan aproximadamente el 9% de la investigación realizada por la industria y alrededor del 60% de la que se produce en las universidades, está claro que un aporte de estas dimensiones abre perspectivas sin precedente. (El primer ministro británico, Gordon Brown, y otros líderes europeos ya temen una "fuga de cerebros" en sus países.) El 50% de estos presupuestos se destinarían a costear la investigación; el 25%, a compras de nuevo equipamiento, y el 25%, a renovar infraestructura.
Por supuesto, semejante apuesta persigue un objetivo más ambicioso que tener contentos a los científicos: se desprende de la idea de que la ciencia y la tecnología pueden ser fuerzas formidables para hacer crecer un país y mejorar la calidad de vida de sus habitantes. De hecho, un informe de la Information Technology & Innovation Foundation calcula que 20.000 millones de dólares invertidos en investigación e infraestructura científica podrían crear y retener 402.000 puestos de trabajo durante un año.
La jugada no carece de riesgos y los científicos ahora tienen la pelota en su campo. Pero si de apostar se trata, poner a la ciencia en el centro de la escena es como tener un póquer de ases. Y, lógicamente, esto también es válido para países como el nuestro...