Por Pablo Ramos
APM/Agencia Taller
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El jueves y viernes de la semana pasada se reunieron en Montevideo, Uruguay, los ministros y responsables del área energía de Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay, para avanzar en la concreción del “Gasoducto del Sur”, nueva denominación para el anterior “anillo energético”, que pretende unir con una serie de ductos a las mencionadas naciones. Según el ministro de Economía y Energía de Chile, Jorge Rodríguez, a la salida del edificio Mercado Común del Sur (MERCOSUR), la mencionada obra "será una realidad" el 8 de diciembre próximo.
El ministro chileno dijo que en la reunión se acordó que la institucionalización del Anillo Energético mediante un estatuto “se materialice antes de fin de año”.
La megaobra no consiste en la construcción de una nueva red entre los Estados mencionados, sino unir los gasoductos troncales para llevar el fluido a los mercados hoy desabastecidos (Uruguay, Brasil y Chile, fundamentalmente).
La firma del tratado se va a realizar en la capital uruguaya un día antes de la próxima Cumbre Presidencial del MERCOSUR, al que están asociados de alguna forma los países interesados en la obra energética.
Las conversaciones continuarán el 12 y 13 de septiembre en Paraguay, donde se discutirán los aspectos técnicos. Y entre el 6 y 7 de octubre volverá a celebrarse una reunión ministerial en Montevideo.
Luego, el próximo 4 de noviembre se va a llevar a cabo una reunión en Santiago de Chile para ultimar detalles sobre los dos o tres temas que todavía no se resolvieron. Esas discrepancias tienen que ver con el sistema tributario de cada país, y sobre cómo va a afectar al tránsito del gas y el establecimiento de un sistema de resolución de controversias.
El Gasoducto del Sur se va a convertir en la mayor obra entre estados de América del Sur. Y será un paso real y tangible en la dirección de la tan esperada integración física –en este caso, energética. Sólo restaría unir a la región Sur del subcontinente con las vastísimas reservas de Venezuela para asegurar, según el presidente de ese país, Hugo Chávez, “100 años de gas natural”.
La intención de las autoridades de los países participantes del proyecto es que las obras las realicen y financien empresas privadas. El costo estimado de las obras es de 3.000 millones de dólares.
La multinacional argentina Techint, así como la fallida operadora del sistema de agua potable y cloacas (alcantarillado) de la ciudad de Buenos Aires, Argentina, la francesa Suez, expresaron su interés en participar de las obras de ingeniería.
Hasta el momento, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) comprometió financiación por 250.000 dólares, mientras que el Banco Mundial (BM) otros 500.000 más. Estas cifras se refieren a gastos de investigación.
En cuanto a la obra en sí, la infraestructura física está compuesta por tramos, donde la ubicación la determina cada país, pero las operadoras van a ser privadas. No se trata de una red compacta, sino la interconexión de tramos.
Cada uno de estos tramos va a ser construido y administrado por las empresas adjudicatarias, mientras que la red en su conjunto podrá ser usada para el tránsito del fluido entre terceros países. Así, Uruguay va a recibir gas peruano a través de Argentina. Es decir, no necesariamente el gas provendrá del país de donde se compra, ya que por un sistema de compensaciones, puede ser suministrado por otra nación más próxima.
El Gasoducto del Sur comienza a dar sus primeros pasos. Una iniciativa seria en el sentido de la integración en aquel sector en que América del Sur es un actor de peso: la producción de energía. Se presenta la oportunidad de que los recursos de la región sean usufructuados por los países de la región. Sólo si las cosas se hacen bien. No debemos olvidar que las disputas por los recursos no renovables y el agua van a marcar la geopolítica que viene.
En ese sentido, quedan abiertos algunos interrogantes. ¿La primera gran obra de integración regional será diseñada y ejecutada conforme los intereses de las sociedades del área, sumidas en la pobreza, o servirá fundamentalmente a las estrategias de las corporaciones privadas comprometidas en el proyectos? ¿Tendrán los Estados el control del proyecto o se reeditaran los mecanismos de la ola privatizadora de la pasada década del ´90? ¿Por qué está ausente Bolivia, el primer productor de gas del Cono Sur, será a pedido de Estados Unidos, será para ahogar al país de la región con mayor nivel de movilización social en defensa del patrimonio energético?.
Son todas cuestiones estratégicas y de cómo se vayan a resolver esos puntos dependerá que la integración sea en un sentido emancipador o una mera vuelta de tuerca a favor de los grandes intereses corporativos.