El prestigioso medio de divulgación científica elogió las políticas del gobierno y estimó que conseguirá revertir la fuga de cerebros.

La prestigiosa revista inglesa Nature le dedicó en su última edición dos páginas a la situación de la ciencia en la Argentina. El artículo, con foto de Cristina Kirchner incluída, rescata las nuevas políticas de gobierno al respecto y sostiene que si todo sigue así podría revertirse el proceso de fuga de cerebros que se dio durante la crisis del 2001.

Todo hombre y mujer de ciencia que se precie suele mirar con deseo cada número de esta publicación, donde aparecen las voces más autorizadas de este campo y en las que cualquier investigador sueña con figurar. Tal vez por eso, la comunidad local no fue indiferente ante la descripción y análisis de la situación científica nacional que apareció en Nature.

El artículo en cuestión, titulado “The comeback: Argentina’s government has pledged to reverse a decades-long scientific brain drain” (algo así como El regreso: el gobierno argentino promete revertir décadas de fuga de cerebros), ilustró las páginas 41 y 42 de la última edición de Nature (http://tinyurl.com/646b93).

Su autor, Rex Dalton, intentó una tarea casi imposible: condensar –¡y explicar!– en 15 párrafos, siempre subrayando la idea de “cambio”, una buena parte de la historia científica argentina y los dramas que sufre, por ejemplo, como cuando Cavallo mandó a la socióloga Susana Torrado a lavar los platos. Así Dalton hace un racconto de la creación del Ministerio de Ciencia, la elección del químico Lino Barañao como su cabeza, la destrucción del sistema científico durante el menemato y la esperanza –casi eterna– de alcanzar el 1% del PBI en financiamiento.

“El científico argentino siempre fue bien considerado en el exterior. No se puede decir lo mismo de la ciencia argentina –señaló el rosarino Alejandro Ceccato, secretario de Articulación Científico Tecnológica del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva–. Esta mención en una de las vidrieras científicas más importantes del mundo responde a la transformación de la ciencia argentina que recién está en una etapa inicial.”

Uno de los casos-ejemplo citado es el del Instituto Leloir. Para su director, el inmunólogo Fernando Goldbaum, especialista en brucelosis, este tipo de exposición internacional crea un círculo virtuoso y empuja a crear un compromiso en la clase política con respecto a la ciencia. “Si los políticos prometen, esto impulsa para que cumplan –dijo–. Hay mucha gente que no tiene idea sobre el estado de la ciencia argentina. Quizás no estamos en la mejor de las situaciones, pero no estamos con taparrabos y plumas en la cabeza. Hay que desterrar esa idea de que somos geniales y que podemos hacer todo con alambre. No podemos hacer milagros con pocos elementos. Cuando mandamos papers, nuestra credibilidad está en juego y los resultados dependen de la cantidad y calidad de recursos.”

En agosto, la revista Science ya había advertido las señales y publicó una entrevista a Barañao. En el caso de Nature, sin embargo, no todas son buenas noticias. También se mencionan las persistentes dudas por parte de ciertos científicos que durante los 90 fueron empujados –casi obligados– a buscar mejor suerte en el exterior.

“Ocurre que estos cambios deben acompañarse también con un crecimiento de infraestructura. Es necesario generar una política científica que permita articular ciencia y beneficio para la sociedad”, advirtió la bióloga Lidia Szczupak.

O como explicó el químico Galo Soler Illia: “Se hicieron cosas buenas: se les subió el sueldo a los científicos, se abrió la entrada a la carrera de Conicet y se aumentó globalmente el presupuesto. Lo que queda es una segunda etapa: habría que generar ciencia de primera, no sólo apuntar sobre ciertas áreas promisorias. Hay que meter a la empresa en el ciclo ciencia-tecnología-innovación y a la ciencia en la sociedad, que la gente se dé cuenta de que la ciencia sirve”.