En la mayoría de los países latinoamericanos se encuentra en marcha un proceso de transformación en los sistemas educativos.  Las guerras, las crisis y la pobreza que vivieron o viven muchos sitios de América, hacen que casi en forma obligatoria se cambie el modo de enseñanza.

La realidad que se vive en el siglo XXI es avasallante, feroz y digital. Tener los maestros, escuelas y recursos no es sinónimo de buena educación. Los países de América Latina no han demostrado aún que funcione la relación mayores ingresos-mayores resultados. Chile, un país que cuenta con presupuesto y tecnología, tiene tantas falencias como Argentina o Brasil. En cambio Cuba, con poco a su alcance, lidera la lista de países con un alto nivel educativo.

Los niños ya no son los de antes, la globalización los bloquea, la pobreza los invade y las familias muchas veces están ausentes.  El rol del docente es la clave para una educación exitosa.

Lesbia Canovas Fabelo, representante de Cuba, explicó que “el docente hoy en Cuba está transformándose del transmisor de información a escultor de la personalidad del alumno, buscando una cultura integral en toda la población. La educación permanente se tiene que hacer una realidad”

Sergio Martinic, representante de Chile, comentó que “el niño está expuesto a mucha información, maneja mucha información, pero no quiere decir que comprenda. Por tanto el rol de profesor es mucho más el de ser mediador, facilitador, de ayudar a conectar conceptos muy complejos con experiencias de la vida diaria”.

Trabajar en este flagelo es la prioridad de todos los países de América Latina. Todos comparten que la base de la sociedad es la buena educación. Es por ese motivo, que en el Segundo Congreso Internacional de Educación que se desarrolla en la provincia, trabajan en la reflexión y en la manera de avanzar en el sistema, para que en algún momento nos podamos comparar con los países del Primer Mundo.