Saltar a contenido principal Saltar a navegación principal

Canción para la muerte

León Gieco editó su flamante CD “Por favor, perdón y gracias”. Pero la discográfica lo sacó de circulación y lo reeditó sin la canción con el líder de Callejeros por presiones de los familiares de Cromañón. Uno de los músicos más coherentes, talentosos  y comprometidos de la Argentina recibió uno de sus más grandes golpes.

24 de julio de 2005, 23:37.

Debe ser una de las pocas (sino la única) portada, donde Gieco mira directo. En la mayoría o está con anteojos oscuros, tomado desde lejos o directamente mirando hacia otro lado. En esta foto, no. Vestido de negro y con mucha cosas por decir (como siempre), muestra  sus arrugas y canas. Haciendo honor a la temática que siempre aborda Gieco, se puede decir que sus discos son una especie de Almacén de ramos generales, hay de todo y para todos, y este, no es  la excepción. El tema que abre, es “Yo soy Juan”, un potente rock con densas guitarras dedicado a Juan Cabandié, la última persona que recuperó su identidad al conocer la de sus padres desaparecidos por el gobierno de Facto del  ‘76. Con  una muy buena línea de bajo y guitarra, tiene además uno de los momentos líricos más altos. Promediando la mitad de la canción, la voz del propio Cabandié relata sin tapujos su calvario, un recurso que en discos anteriores, solo lo había hecho al principio de alguna canción, pero nunca cortándola a la mitad. Muchos sentimientos en el mismo suplicio mezclan la bronca, esperanza, alegría y tristeza.

El segundo es un temazo de la road movie de Pablo Trapero, “Familia Rodante” (donde León casi fue parte del elenco). Aquí, canta como en sus primeros discos, sin filtros ni artilugios digitales, y con una base musical donde sobresale el magistral violín de Gabe Witcher. Ésta, es ese tipo de canciones  dedicadas a algo tan común como una familia que emprende un largo viaje por la ruta. Al ritmo del folk, que tan bien le calza a Gieco. El dato: esta canción no fue preparada pare este CD y es una de las mejores.

Sin acusar a nadie, y al ritmo dominicano, el primer clavo del crucifijo es “Santa Tejerina”, inspirada en el caso de la jujeña Romina Tejerina. Por esto, muchos condenaron a Gieco desde el título mismo, con el sólo argumento de que la joven “es una asesina” sin ahondar en el trasfondo judicial. La jugada es total, y no hace falta citar la letra para ver de qué lado está León. Luego la calma llega con “Al atardecer” de Andrés Ciro Martínez (Los Piojos), que canta a dúo con León. La voz susurrante de Gieco se impone sobre la orquestación para generar un clima intimista.

Gieco siempre ha sido hábil para no quedar fuera de las FM de moda, los boliches o las cadenas de TV musicales, pero nunca perdiendo el tino ni la intención de fondo. Esta vez lo hará con “El ángel de la bicicleta”, una cumbia villera que cuenta la historia de Pocho Lepratti, un joven santafesino que tenía un comedor para chicos carenciados y que fuera asesinado por la policía. Libre de pruritos, invitó a músicos de Los Pibes Chorros, y Gieco, se sacó el gusto de seguir  interpretado casi todos los ritmos de nuestro mapa. Y lo más meritorio, es que su apuesta es total, ya que no se vale de estos sonidos para adornar sus creaciones, sino que las canta de principio a fin, como el género lo impone.

“La Carneada”, es un tema que tranquilamente podría ser de su famoso “4º LP”, con matices de cancionetas italianas, el acordeón de su socio compositivo, Luis Gurevich, recuerda los días de un acontecimiento casi extinto como el carneo en las zonas rurales (de donde viene este santafesino). “Ve la Luna” tiene letra de su esposa, Alicia Sherman, un bolerito nostálgico sobre el paso del tiempo (“…porque nunca paras…”), muy propio de inquietos cincuentañeros a los que el tiempo les es poco. Siguiendo los estantes de este gran almacén, encontramos un tango progresivo a dúo con el “Pelado” Gustavo Cordera, “Los guardianes de Mujica”, murga y acordeón con ritmo machacón. Mientras que “Horal” es de una composición de Jaime Sabines y la canta junto a Rubén Albarrán.

“Te veo en el sol”, se lo dedica a su único amor de más de 30 años, Alicia, una de las pocas canciones de amor en su discografía, con letra de León y música de su amigo Nito Mestre. El track número 12 se titula “La noche se abre a la luna”, sin armónica ni guitarras, pero con violín y cello para dar un armonioso arreglo de cuerdas muy barroco. Otros de los momentos más altos de esta placa, es “Encuentros”, una canción que habla de los analfabetos que concurren a diversos centros para culminar su primario. Su letra es muy lograda (“Puedo sentir que queda afuera como un milagro la vergüenza”). Arranca con distintas voces de los protagonistas y, además, es otro tema compuesto mucho antes y que fuera destinado al Programa de Alfabetización Nacional. Finalmente el CD cierra con “Solo figuras”, un tema de Walter Piancioli, que está como bonus extra, pero debería estar entre los cinco primeros por su gran melodía y por el gran trabajo de canto de Gieco.

Pero salteamos la décima pista y el otro clavo del crucifijo. “Un minuto”, es un dueto donde Gieco invitó al cantante de Callejeros, Patricio Santos Fontanet. Dedicado “a las victimas de Cromañón”. Pero los familiares pujaron e hicieron que EMI sacara de circulación más de 10 mil CDs en todo el país. Un mal paso de Gieco que intentó mezclar agua y aceite, pero hirviendo. En algún medio, León dijo “los roqueros no debemos ser hipócritas, siempre hemos tocado en sitios como Cromañón, y esto le pudo haber pasado al cualquiera”. Una afirmación totalmente cierta, pero de ahí a sacarle el cuerpo a la justicia hay mucho trecho. Y encima el tema está bueno, pero su inspirada letra cuenta una historia que no convence, porque no es sincera. Las palabras de Gieco son certeras, pero no era necesario llamar a Fontanet a cantar. Gieco sabe muy bien que para una causa noble se pueden ejecutar maravillosas ideas. Callejeros, ni Ibarra ni Chabán son asesinos, pero si responsables de las 193 muertes, en mayor o menor grado. Es verdad, le pudo pasar a cualquiera, ¿pero también cualquiera se iba a querer desligar como Callejeros? Lamentablemente con su teoría de la eventualidad, 193 muertes quedan simplificadas al azar, o a freses de la canción como una “mueca del destino”, un “chiste” o  simplemente “la vida” como las causas de lo que pasó.

Canciones recopiladas, otras más urgentes, diferencias que no sólo se notan en el sonido final, sino también en la lírica. El disco queda desparejo y lejos del status de álbum conceptual. Éste es un disco sensible al paso del tiempo, a los amores y lo mundano, y está. Acá León se aleja mucho de los ritmos folclóricos nacionales pero se acerca a los centroamericanos y al formato canción. Pero algo que nunca se podrá olvidar será el mal paso de este prócer de la música popular nacional, que de tanto machacar con sus ideas, tal vez no pensó que a los familiares de esos chicos muertos por el humo y también a nosotros, el dolor no nos es indiferente a pesar de que varias garras nos arañaron la suerte.

Fabián Sepúlveda

fabsep@hotmail.com

Departamento de Cultura

Contenido relacionado