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Carta abierta de una estudiante

Algunas reflexiones de una estudiante más, sobre la situación que atraviesa la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales.

03 de junio de 2004, 09:46.

Muchas cosas han pasado en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales durante la última semana. Quizás lo más llamativo ha sido el enfrentamiento entre los propios estudiantes en las distintas asambleas que se han llevado a cabo. Veamos: un grupo de estudiantes decidió tomar el decanato de la facultad el día lunes 24 de mayo, por solidaridad a los estudiantes que fueron excluidos de dicha casa de estudios al no cumplir con ciertos requerimientos (en concreto, ciento siete estudiantes que ya habían recibido tres readmisiones y 86 estudiantes de primer año que no terminaron de rendir a tiempo las materias adeudadas del ciclo polimodal). En respuesta a esto (y es necesario decirlo, en una habilísima maniobra política que no se caracteriza por la “buena leche”) las autoridades detuvieron todas las actividades administr! ativas, porque aducen la imposibilidad de que la facultad funcione con el decanato tomado (recordemos que fue tomado en 2002 por otro conflicto y la facultad, oh sorpresa, si funcionó).

El día lunes se decidió la toma del decanato, por más de cincuenta estudiantes. Se quedaron seis, quizás ocho. El miércoles 26 de mayo, se realizó otra asamblea: se decidió seguir con la toma y los primeros enfrentamientos entre estudiantes comenzaron a vislumbrarse.

¿Qué está pasando en la facultad?

Los requerimientos que establecen las normativas universitarias para no cesar la condición de alumnos son las siguientes: dos materias como mínimo aprobadas al año, no llevar más del doble de la duración de la carrera en la facultad y no tener más del 60% de los exámenes con aplazos. Muchos estudiantes sienten que ésta es una forma encubierta (o no tanto) de vaciar las facultades y de no garantizar el derecho a estudiar que tenemos todos. La última asamblea (del día viernes 28) fue notoria en cuanto al enfrentamiento entre los propios estudiantes (el vicedecano Leiva sabía lo que hacía, sin duda): por un lado los unos, por el otro, los otros.

Quizás no pueda considerarse ésta una nota periodística, porque en este caso hablo como alumna de la facultad, como alumna que todos los días ve cosas con las que no está de acuerdo, tanto con las autoridades, como con los estudiantes. Creo que sin duda es un hecho que la situación socio – económica actual castiga a un sector de la sociedad que tiene tanto derecho a estudiar como el resto: para ellos (para ELLOS), que sí haya contemplaciones, que haya tiempo y que haya solidaridad por parte de los estudiantes que sí pueden cursar todos los días. En esto creo que no hay discusión. Sin educación, la Argentina nunca va a salir del estancamiento en el que se encuentra. Las Universidades tienen un papel de responsabilidad irrenunciable en el cambio social. Pero la Universidad, la institución, no son sólo las autoridades: también somos pa! rte de la institución los estudiantes.

Muchos de los que en las asambleas se llenan la boca hablando del derecho de todos a estudiar, vienen a la facultad hace muchísimos años, no trabajan (dice el mito popular que los “bancan” los partidos para los que militan) y prácticamente no cursan. Muchos otros estudiantes sí cursan, pero un ratito y después se van, cuando quizás la única reivindicación que tiene el docente que, en muchos casos cobra magros $100, es la atención y el respeto de sus alumnos. Esos mismos alumnos, después, en las asambleas, hablan del derecho a estudiar. Otros, vienen en su auto, compran sus fotocopias, rinden y tienen tiempo de dormir siesta. Otros, trabajan, estudian, mantienen familias. Hay de todo en la facultad y es cierto que no puede ser igual la exigencia para unos y otros. Pero creo que ese pseudo – beneficio (pseudo porque es un beneficio qu! e nace de la más incongruente desigualdad social) sólo debe estar destinado a quienes REALMENTE SUFREN las patadas del sistema. Hoy los alumnos (algunos) están pidiendo que se derogue la ordenanza que habla de un mínimo de dos materias anuales (que, por otra parte tiene muchos errores internos) y que se de más tiempo a los que deben materias del polimodal (sin importar que sea una o tres, o hace cuanto tiempo el ingresante terminó de cursar dicho nivel educativo). Me pregunto que pasará con la facultad si este “beneficio” se otorga a granel, inclusive a aquellos alumnos que pueden cursar y rendir a tiempo. Lo vemos todos los días: estudiantes crónicos, estudiantes de buffet, estudiantes que piden los apuntes a los que cursaron, porque ellos no quisieron quedarse en las clases. También vemos a los que vienen en bicicleta o caminando, a las mamás que vienen con sus bebés recién nacidos, a los que piden fotocopias porque no tienen plata para ! pagarlas. Están los que NO PUEDEN y están los que NO QUIEREN. Y creo que el enfrentamiento entre los estudiantes se dio por eso.

Podemos culpar a las autoridades, podemos recriminarles políticas neoliberales, pero DEBEMOS hacer también una dura autocrítica como estudiantes: si luchamos por el derecho a estudiar, pues los que tenemos la posibilidad de ejercer ese derecho, ESTUDIEMOS y exijamos respuestas para los que DE VERDAD no pueden estudiar ¿Pero los que PUEDEN estudiar y de todas maneras se convierten en estudiantes crónicos?. Me sorprendió cuando un ingresante dijo que él debía matemática porque no le gustaba y las autoridades debían entenderlo por eso. Me sorprendió ver a algunos chicos exigiendo la restitución de la matrícula, cuestionados por sus propios compañeros ante la supuesta veracidad de su situación. Me sorprendió ver alumnos preocupados nada más que por las mesas de mayo. Me sorprendí a mi misma, ofuscada, nerviosa y me acordé de lo que una ! vez me dijo un amigo: “la universidad es el Instituto Clase Media”. Es real: la clase media se olvida de la baja en su afán exacerbado de pasar a la alta. Esa es una autocrítica que también debemos hacernos. Ante la imposibilidad de ser objetivos con nuestras propias fallas, el debate es importante: pero en la facultad no hubo debate, parecía batalla campal entre estudiantes que en realidad tienen los mismos enojos, canalizados de diferentes maneras: todos queremos que se respete nuestro derecho a estudiar. El asunto es ver cuantos estudiantes con la capacidad de adquirir obligaciones, realmente lo hacen.

La Universidad ya tiene falencias importantes: bajos sueldos, falta de presupuesto (para las cosas que importan, pero los pisos están preciosos, che...), pocos docentes en algunas cátedras. No agreguemos la falencia de los estudiantes que buscan facilismos (¡lo que no quiere decir que no se tomen cuenta los casos particulares de necesidad real!): eso es lo que está en nuestras manos.

Gisela Olmedo

pumparaarriba19@hotmail.com

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