Son investigadores de alto nivel académico que se radicaron por décadas en el extranjero con abultados sueldos, pero fueron repatriados con el programa Raíces.
“Uno vuelve por razones de integridad. Afuera siempre estás dividido entre tus raíces, historia, ancestros, paisaje y el proyecto personal. Aunque Nueva York me daba otras posibilidades, sentís que lo que hacés no se integra con todo tu ser. Tener la oportunidad de ejercer en mi tierra me hizo ver que puedes tener impacto en la gente con la que estás más vinculado y con los sueños que tenías de chiquito. Es lo que constituye la identidad de uno”.
Con esas profundas y sinceras palabras, Luis Paris (45), a cargo de la Unidad de Lingüística del Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (Incihusa) del Conicet, relata qué cartas pesaron más para retornar a nuestra provincia después de 10 años de estar radicado en Estados Unidos, donde fue docente de la Universidad de Albany, en Nueva York.
Él es uno de los 17 científicos mendocinos repatriados con el programa Raíces (Red de Argentinos Investigadores y Científicos en el Exterior), vigente desde 2003 (ver aparte).
Fue uno de los primeros en pegar la vuelta en 2004, junto con su mujer y sus dos hijas de 13 y 10 años, la más chica nacida en suelo estadounidense. Lo trascendental, según él, es tener asegurado un puesto de trabajo, después los trámites pueden demorarse 8 meses hasta que el retorno se concreta.
“Nunca decidí irme. Sin embargo, acá no había programas para doctorarse en ciencia cognitiva y lingüística. Me becaron y me fui a estudiar. Después, las circunstancias se dieron para trabajar”, cuenta.
Recuerda que cada año en Estados Unidos le surgía un viaje, conferencias para presentar publicaciones y a su vez le brindaban todas las herramientas que necesitaba al día siguiente que las pedía; en cambio, acá hay que postular a los fondos y esperar.
“Lo económico importa, pero más pesa las posibilidades de completar proyectos. Se pueden hacer contribuciones en esta sociedad que allá no tendrían sentido. Por ejemplo, estamos evaluando el desarrollo lingüístico de niños de barrios marginales, en comparación a otros, para tratar de ver cómo equiparar esas diferencias. Uno siente que tiene impacto en la vida de la gente”, manifiesta.
Sobre la parte humana, asegura que “afuera me sentí muy bien, la gente fue maravillosa desde el primer día que llegué, pero no es tu familia”.
Ahora junto con sus afectos, confiesa que a sus pequeñas se les hizo difícil adaptarse.
“No hablaban español y se sorprendieron de ver que acá los niños son indisciplinados, pues allá es más estructurado”, relata como anécdota.
Retorno, residencias y redes virtuales
-Los subsidios de retorno están orientados a facilitar la instalación en el país de investigadores argentinos residentes en el extranjero que tengan una oferta de trabajo en una institución pública o privada en Argentina. Costea el pasaje de regreso y un monto fijo de $5.000 para su reinstalación, que puede cubrir gastos de mudanza, pasajes de otros miembros de la familia o compra de equipamiento. En el caso de que el interesado no posea una oferta laboral, el programa le ofrecerá difundir su currículum vitae en su base de datos de 3.500 empresas, institutos y universidades.
-El subprograma César Milstein es un fondo para la vinculación de los investigadores argentinos en el exterior con el medio científico y tecnológico local a través de residencias de entre uno y cuatro meses. Se acredita el pasaje aéreo y su estadía de $4.000 por mes.
-Las convocatorias para la conformación de redes se enfocan a proyectos locales sobre Ciencias Sociales, Ciencias Exactas y Naturales, Biológicas y de la Salud e Ingenierías. Se otorgan $20.000 por cada red virtual de cinco miembros, más los viajes para los encuentros de intercambio.
Retornaron 605 cerebros
Desde 2003 retornaron a Argentina 605 científicos, repatriados por el programa Raíces (Red de Argentinos Investigadores y Científicos en el Exterior). De ellos, 17 son mendocinos.
En la actualidad, 4.500 científicos forman parte de la red y se estima que son 7.000 profesionales los que están radicados en el extranjero.
Como no todos pretenden regresar, el programa también financia el intercambio de conocimientos. Es así que desde hace 5 años se realizaron más de 60 visitas al país de investigadores argentinos de excelencia residentes en el exterior, se aprobaron 37 proyectos de investigación científica y tecnológica, se financiaron 26 redes y se firmaron convenios con 14 empresas del sector privado, que están involucradas en la incorporación de investigadores argentinos residentes en el exterior.
Raíces busca fortalecer las capacidades científicas y tecnológicas de Argentina por medio del desarrollo de políticas de vinculación con investigadores en el exterior, además de promover la permanencia de científicos en el país y el retorno de aquellos interesados en desarrollar sus actividades en nuestra nación. Fue lanzado en 2003 por la Dirección de Relaciones Internacionales del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (por entonces secretaría).
Cuenta con tres líneas de acción principales: el subprograma de subsidios de retorno, el subprograma César Milstein y las convocatorias para la conformación de redes.
Dejó 14 años de éxitos en el exterior por volver
Los 14 años que vivió en Estados Unidos no fueron suficientes para retenerlo. Eduardo Bringa (38) desarrolló una carrera envidiable en el área de nanotecnología en California y Virginia, ganaba diez veces más de lo que podían ofrecerle en Argentina, pero se tentó con la posibilidad de “darle un giro a mi vida, con perspectivas interesantes en lo humano, devolviéndole a Mendoza lo bueno que me dio”.
Es así que retornó a nuestro suelo, junto con su señora Julieta Aranibar (35), investigadora del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales, y sus tres hijas Victoria (7), Isabel (5) y Verónica (2). Ahora Bringa es docente e investigador del Instituto de Ciencias Básicas (ICB) de la Universidad Nacional de Cuyo y el Conicet.
El clan viajaba permanente a la provincia, y la mamá de Bringa, Josefina Di Pietro –reina de la Vendimia en 1946–, los visitaba continuamente. Aun así regresaron porque curiosamente sienten que por un lado los lazos son importantes, “que las chicas crezcan cerca de la familia”, y además “acá hay posibilidad de hacer ciencia en serio, se está invirtiendo y hay más subsidios”.
Primero volvieron las cuatro mujeres, mientras Bringa se quedó ultimando algunos detalles. En cuestión de dos meses lo aceptaron en el programa Raíces, para costearle los pasajes y un sueldo hasta que fuera reubicado en un empleo. Después, a ocho meses de iniciados los trámites, ya estaba instalado con su nuevo cargo en el Instituto de Ciencias Básicas.
“Acá hay mucho por generar, libertad e incluso falta gente. Allá estás dentro de un grupo armado, con recursos, pero con otras limitaciones. Y lo bueno es que desde aquí sigo conectado. Tengo reuniones virtuales por Skype para planear estrategias y hace poco viajé para lograr que nuestros estudiantes puedan presentar trabajos allá”, dice orgulloso.
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22 de noviembre de 2024