MENDOZA. Otra vez hubo cortes, protestas, reclamos y chicos en las calles céntricas mendocinas.
Alrededor de 800 estudiantes de distintas escuelas —Dávila, Manzotti, Agustín Álvarez, Pouget, Mazza, Bellas Artes y Pablo Nogués, entre otras— protestaron frente a la Legislatura, cortaron las arterias principales del microcentro e hicieron estragos en la explanada de Casa de Gobierno, con pintadas y graffitis.
Reclamo viejo y reclamos nuevos
Al remanido reclamo del gas (70 escuelas están sin servicio, en reparación) los jóvenes sumaron otras exigencias. A saber: que no se instalen garrafas por temor a accidentes, abono estudiantil a 10 centavos, viandas para alumnos que estudian en doble turno, seguridad en los establecimientos educativos, refacción de edificios y, en particular para las escuelas técnicas, la anulación de la ley que las regula.
“Los problemas de la educación son mucho más grandes que el gas, las estufas o el boleto estudiantil —gritó Juan Manuel, uno de los líderes de la protesta— por eso nos unimos en una coordinadora estudiantil. Lo bueno del momento es que los estudiantes estamos juntos y organizados. Ahora podemos luchar por una educación mejor".
Las banderas de organizaciones trotskistas y obreras y de distintos centros de estudiantes tiñeron la protesta de innecesario tono político. No obstante, los voceros afirmaron que la coordinadora actúa de manera democrática.
Cuando terminó la manifestación en Casa de Gobierno, los estudiantes coparon las calles. Causaron estragos en el tránsito en zonas clave, logrando reacciones diversas de transeúntes y conductores (ver aparte).
Finalmente, la marcha terminó sin desmanes frente al Hospital Central, donde los estudiantes se juntaron con trabajadores de la salud y acordaron participar el lunes 1º de mayo en la protesta frente a la Legislatura.
Las reacciones ante los chicos
Se dice que el expresarse en libertad es propio de la democracia. Pero hay un límite, el cual, si es traspasado, puede provocar el efecto contrario. Como la semana anterior, ayer los jóvenes reclamaron por el gas y —ahora— por otras reivindicaciones.
Ahora no patearon la puerta de la Casa de Gobierno, pero cortaron Pedro Molina y Patricias y luego San Martín y Colón. Y con esto, provocaron más rechazos que adhesiones. La mayoría los insultaba, mandándolos a estudiar o a trabajar. En una esquina, unos hombres que miraban absortos un piquete recordaban épocas de escasez, donde un par de alpargatas era lo máximo a lo que se podía aspirar para ir a la escuela. “Y ahora quieren gas y computadoras”, comparaban.