—¿El observatorio argentino se abrirá a raíz de la tragedia de Carmen de Patagones?
—No: hace mucho que entre UNESCO y Daniel Filmus venimos trabajando en el proyecto de abrir el observatorio argentino y, antes, en experiencias argentinas precursoras, como el Equipo de intervención en conflictos, de Buenos Aires, la apertura de escuelas los fines de semana o la capacitación de profesores en mediación escolar. Porque sin mediación para tratar los conflictos cotidianos, es muy difícil controlar la violencia en las escuelas.
—¿La violencia nace en las escuelas o estas absorben los conflictos sociales de fuera del aula?
—Es cierto que la escuela dejó de ser protectora, que la violencia externa penetró en ella. Pero, ojo, que las causas nunca están afuera. También dentro de la escuela se desarrollan situaciones de violencia y conflicto propias de cada institución: jurídica, familiar o escolar. Si un chico no escucha a otro, si los profesores no escuchan a los chicos, entonces surge la violencia porque no hay diálogos adecuados para viabilizar los problemas existentes.
—¿Cuál es la tarea que realiza un observatorio de este tipo?
—Enfrentar la realidad. Nosotros sabemos que en las escuelas argentinas hay violencia física y violencia simbólica. Pero, ¿cómo es?, ¿cuándo y cuánto se da? Eso lo ignoramos. Entonces, lo primero es hacer un diagnóstico nacional. En Brasil se investigó a unos 40 mil estudiantes de todo el país, además de profesores y padres, para analizar cuantitativa y cualitativamente las manifestaciones de violencia concretas que enfrentaban las escuelas medias públicas y privadas (que, entre paréntesis, no presentaron grandes diferencias).
—¿Y qué medidas se tomaron?
—Primero, una política pública nacional de abrir las escuelas los fines de semana: 7.000 establecimientos abiertos donde 7 millones de personas hacen actividades culturales, deportivas y recreativas. Segundo, se capacitó a profesores y directores en mediación, siguiendo —quiero remarcarlo— las experiencias argentinas. Tercero, se capacitó a la policía en temas de juventud. No en temas de derechos humanos, sino en la comprensión de las juventudes que existen (de barrios ricos y pobres, del norte y del sur), con sus características, problemas y frustraciones. Porque hoy sólo se ve a los jóvenes como algo peligroso, malo, desordenado y que hay que reprimir. Pero la represión es económicamente más costosa y ha demostrado ser ineficiente. Mientras que los programas preventivos y educativos son más económicos y mucho más eficaces. Con una inversión de 6 reales anuales por persona, hemos bajado entre 40 y 80% hechos de violencia física, verbal, simbólica, robos, hurtos. Y hasta un 90% la depredación de edificios.
Pero, además, esto trajo cambios educativos: porque cuando la escuela se convierte en un lugar agradable y tranquilo, crece la concentración, la capacidad de aprendizaje, la relación con los padres, las redes sociales. Donde hay miedo, en cambio, es muy difícil aprender.