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Clarín: Debate: Educación: basta de remiendos

Hay que volver a situar al docente en el papel que nunca debió abandonar, el de ser un referente principal en nuestra sociedad. Para ello hace falta una fuerte inversión pública, pero también un adecuado plan de formación. Por Francisco von Wuthenau. Fundador y Ex Rextor de la Universidad de San Andrés.  

Para cualquier atento observador de nuestra realidad resulta evidente que la educación se encuentra en un estado comatoso.

La sociedad argentina en su totalidad va tomando conciencia de que estamos perdiendo terreno día a día, que la hipoteca que grava nuestro futuro como Nación es más y más onerosa; que la fracción de los niños y jóvenes que aún logra adquirir una educación de calidad y una sólida formación es cada vez menor.

La presente contribución aspira a indicar en pocos párrafos los pasos a dar y dejar atrás la etapa de los parches que, como todo parche, resuelve lo urgente y desarregla lo importante.

Para ello el primer paso consiste en cambiar el foco de nuestra atención. Dejemos de hablar por un tiempo de los alumnos y fijemos prioritariamente nuestra mirada en el docente, su lugar en la sociedad y su lugar de trabajo.

El objetivo esencial reside en que el docente recupere su papel de referente social que supo tener en el pasado; solamente así concitará el respeto de los demás actores y con ese respeto se sentirá motivado y respaldado para desarrollar su difícil vocación.

Corresponde al sector público brindar de una vez por todas las condiciones para posibilitar que los docentes recuperen ese papel de referentes. Como la mejor formación es brindada por la universidad, corresponde asignar los recursos necesarios para que en cada universidad exista un excelente Departamento de Educación, que absorba lo valioso que puede haber en los profesorados de su zona de influencia y que garantice al alumnado un claustro de profesores del mejor nivel.

En el mundo que nos toca vivir, cuando un docente no tiene grado universitario, e incluso posgrado, es visto por los restantes profesionales como un técnico, no como un colega y, seguramente, no como un referente.

Para estar informado el docente debe contar con una PC, acceso a Internet y tiempo para acceder a esa información y para poder participar activamente en los seminarios, talleres, debates o visitas a distintas manifestaciones de la cultura y del trabajo que le ayuden a entender el complejo mundo en que vivimos.

El futuro docente no egresará de la universidad sin saber lengua, matemática, un idioma extranjero, computación, practicar algunos deportes; habrá adquirido el hábito de leer, aprovechar la biblioteca, interactuar con los académicos que se dedican a investigar en el campo educativo y, principalmente, sacar conclusiones de su tarea diaria que le ayuden a mejorar su desempeño.

Estando el docente en su lugar de trabajo, en la escuela, le corresponde al Estado brindar oficinas adecuadas, acceso a una biblioteca para su tarea específica, lugares de reunión para el trabajo en equipo, para recibir a los familiares de los alumnos, caja chica para afrontar los gastos relacionados con su tarea de formación; movilidad adecuada cuando no exista transporte público, ¿o es que seguiremos observando distraídamente cuando las maestras o maestros "hacen dedo" en la ruta?

Y queda para el final el tema de la remuneración. Aquí corresponde cortar el nudo gordiano: el nivel de remuneración del docente con 20 horas semanales al frente de aula debe ser semejante a la del profesional universitario de la misma administración pública con una dedicación de 40 horas semanales a su tarea y similar antigüedad.

Para completar el plan, el Gobierno asignará una partida suficiente, de manera que en un lapso de siete años la Argentina cuente con una masa crítica de especialistas en educación con grado académico máximo. Corresponderá a las provincias encarar, con visión de futuro, la construcción de los edificios escolares.

No cabe duda de que esta propuesta requiere una fuerte inversión de fondos. ¿Pero la educación no era prioridad? Seamos consecuentes: posterguemos por siete años las demandas de tantos sectores que se consideran injustamente ignorados y tomemos conciencia de que sin una educación de primer nivel la Argentina simplemente no tiene futuro y los sectores excluidos permanecerán en esa inaceptable situación.

Adoptemos la decisión política de volver a situar al docente en el papel que nunca debió abandonar. Esta acción debe ser liderada por el Poder Legislativo, que debe marcar al Ejecutivo de turno las políticas de Estado como expresión lúcida del sistema federal de gobierno: nación y provincias.

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