Johnny Lechner es un estudiante crónico norteamericano que se ha convertido en una celebridad, precisamente por eso: por no concluir sus estudios. Lleva 12 años estudiando en Wiscosin y no tiene intenciones de terminar su carrera. Ahora hasta publicará un libro contando esa experiencia de estadía sin fin dentro de la Universidad (ver "EE.UU: la historia del alumno que no quiere graduarse", de la sección Sociedad).
En su página web, Lechner ha escrito una frase a modo de pórtico: la única diferencia entre graduados universitarios y no graduados es que "mientras estos últimos padecen del estrés del mundo real, yo disfruto de la vida social dentro del ámbito académico". Es una buena explicación. Cuando se eterniza, la vida del estudiante adquiere formatos y climas uterinos. Protege de algún modo a los estudiantes de los golpes cotidianos de la realidad.
Claro que es un análisis válido sobre todo para el primer mundo. Aquí, muchos deben trabajar y estudiar a la vez y esa realidad es insoslayable. Una carrera de gran exigencia académica difícilmente pueda sostenerse trabajando. Pero el caso de Lechner es un modelo de muchas cosas. O más bien un antimodelo, porque las cosas debieran concluirse si se puede hacerlo y las carreras universitarias están diagramadas para ser concluidas. Si no, sirven a otros efectos, como el de la protección existencial y no el de la formación real. Lechner ya está capacitado para recibirse. Tiene materias aprobadas en exceso pero el problema es que no quiere hacerlo. No quiere dejar algo que se ha convertido para él en un hogar.
Lo ideal sería estudiar toda la vida. Lo ideal y lo deseable. Pero educarse cerrando etapas y sin abrir sistemáticamente una nueva. Es entrando al mundo real como se lo puede transformar. No permaneciendo fuera de él, encerrado al fin en sus propios temores, como hace Lechner, y usando a la Universidad como escudo protector contra la vida.
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27 de noviembre de 2024