Como con otras grandes palabras, del término democracia suelen apropiarse quienes no son demócratas sino lo contrario. Se ve claramente en antiguos aliados de la dictadura que hoy se espantan ante el avasallamiento de las instituciones. Y también cuando en nombre de la democracia un grupo de estudiantes de la Universidad de Buenos Aires impide elegir autoridades porque no tiene chances de imponer a sus candidatos.
Lo hacen simplemente ocupando los lugares donde la Asamblea Universitaria debe sesionar. Ya pasó cuatro veces. Son okupas móviles que se van desplazando hacia donde se anuncia el plenario, lo toman y no permiten votar. En los hechos, cuentan con cierta complicidad de las autoridades de la Universidad que no enfrentan el boicot para evitar pagar costos políticos. Y del propio Gobierno, que también se niega a facilitarle la llegada al rectorado al candidato con más votos apoyado por el radicalismo: ordenó a la Policía que no interviniera el martes pese a que los enfrentamientos de estudiantes y no docentes fueron en plena calle.
Los grupos que bloquean las asambleas porque dicen rechazar el sistema electoral han sido elegidos por ese mismo sistema. No lo repudiaron cuando les otorgó el poder, lo cuestionan hoy que podría darles poder a sus adversarios políticos. En la FUBA no hay elecciones desde fines de 2003: las diferencias internas las impidieron. Los mandatos de la conducción han caducado. Y el bloqueo a elegir rector precipitó ahora una ruptura (ver "La crisis por la elección del rector de UBA divide al movimiento estudiantil").
Al margen de la pelea política, cientos de miles de estudiantes no pudieron tomar clases. La institución fue paralizada por los no docentes en repudio a la violencia que ellos mismos habían protagonizado. Todo es una metáfora de la Argentina actual: la democracia sirve si ganan los que nos gustan. Como si las reglas debieran ser cumplidas cuando nos conviene.
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27 de noviembre de 2024