Las universidades británicas, muy necesitadas de fondos, están asignando diplomas a estudiantes que tendrían que haber sido aplazados, a cambio de lucrativos aranceles, según pudo saber el diario The Observer.
Este escándalo que gira en torno a la venta de diplomas abarca desde las instituciones más prestigiosas a antiguos politécnicos, y a diplomas de grado como de post grado, además de a estudiantes locales y extranjeros.
The Observer tiene pruebas de que, en uno de los casos más extremos, un profesor ordenó a su personal identificar a aquellos estudiantes con riesgo de ser reprobados de modo de que el dinero pudiera seguir entrando.
Catedráticos de instituciones de todo el país, incluidas las de Oxford, Londres y Swansea, admitieron ante este diario que este escándalo está minando los patrones académicos. Y confiaron que no pueden hablar en público por temor a perder sus trabajos.
En uno de los ejemplos sobre la presión financiera para aprobar a alumnos reprobados, el profesor Richard Wynne —titular del Departamento de Informática, Ingeniería y Diseño de la Universidad de Bournemouth—, envió un e-mail a su personal pidiéndoles que minimizaran la cantidad de reprobados, a partir de una caída en la cantidad de solicitudes.
"Exhorto a todo el personal académico encargado de calificar exámenes a poner especial atención en todos aquellos estudiantes que reciban calificaciones dentro de los 30 puntos. Si la nota es de 38/9 —justo por debajo de lo necesario para aprobar—, les ruego que asignen los puntos adicionales faltantes, en caso que sea adecuado, y no dejen la decisión en manos del consejo de exámenes", escribió Wynne.
Wynne advirtió sobre las consecuencias de reprobar a los estudiantes. "Suelo reducir el problema a uno de presupuesto —agregó—. El tema se ve con mayor claridad si uno piensa que cada estudiante aporta un ingreso de cerca de 8.280 dólares...".
La Universidad de Bournemouth dio su total apoyo a Wynne. Señaló que su e-mail exhorta simplemente a un mayor escrutinio de los estudiantes que están en el límite. "Wynne no pide que se bajen los niveles académicos. Propicia, y hasta recomienda, que sus colegas muestren una consideración especial con cada estudiante en base a sus méritos". Sobre este punto, un catedrático de Bournemouth advirtió: "Los graduados del área de ciencias que no pueden hacer lo que dice su diploma son potencialmente peligrosos".
La investigación de The Observer mostró también que el personal de la universidad es presionado cada vez más para aprobar a los extranjeros que siguen una maestría, ya que los fondos que aportan permiten seguir subsistiendo a muchas universidades.
Desde mediados de los 90, la cantidad de estudiantes extranjeros en Gran Bretaña pasó de cerca de 7.000 a más de 33.000. Se calcula que los ingresos que se reciben gracias a los aranceles que pagan quienes no pertenecen a la Unión Europea ascienden a cerca de 1.100 millones de dólares estadounidenses. Los estudiantes extranjeros pueden llegar a pagar hasta 55.000 dólares para estudiar y conseguir una licenciatura en administración de empresas. Esto es seis veces más de lo que recibe una universidad británica de un estudiante local.
Son muchas las universidades que respaldan la idea de que los fondos que aportan los estudiantes extranjeros son la única solución. Por esa razón, varias redujeron la duración de sus carreras.
En la Universidad de Swansea, el enviado del gobierno Philip Havers investiga por qué razón el vicedirector ordenó cerrar cinco departamentos tradicionales, el de química, el de antropología, el de sociología, el de filosofía y el de estudios experimentales. En Oxford, un catedrático de literatura confió a The Observer que reprobar una maestría era casi imposible, independientemente de la calidad del estudiante.
El fenómeno es percibido también por los propios estudiantes. Gilbert Cervelli, un alumno norteamericano de Historia y Teología —pasó seis meses este año en Oxford para recibir créditos para su diploma de licenciado en su país—, dijo haber recibido las calificaciones más altas en Gran Bretaña. "La mayor parte del tiempo que estuve en Oxford me pregunté si podía escribir un ensayo malísimo, y aún así recibir elogios de mi coordinador, sólo porque yo era una inversión importante para la universidad".
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22 de noviembre de 2024