Según datos de Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación (IIPE ) de la Unesco, en la Argentina crece la participación de los estudiantes de nivel superior en el total de la población escolarizada. Hoy por hoy, se calcula que más del 18 por ciento del alumnado accede a ese nivel. Pero, ¿cuántos dejan? ¿Por qué cambian de carrera, y vuelven a cambiar? Tanto ensayo y error, ¿es normal? Todas preguntas a las que los especialistas buscan respuestas, mientras estos eternos alumnos deambulan de facultad en facultad.
“Me faltan tres finales para terminar Ciencias Políticas y me parece mentira. A los 18 empecé Arquitectura y dejé después del primer cuatrimestre; a los 20 me anoté en Historia y no pasé el primer año. No sé qué me pasaba pero no podía terminar nada”, recuerda Emiliano. Aunque él ahora lo cuenta con una sonrisa en la cara y hasta se burla porque tiene en promedio cinco años más que todos sus compañeros, la pregunta es: ¿Por qué tanto ir y venir? Y, en este punto, hay respuestas para todos los gustos...
“Creo que el mayor problema es que una decisión que define un modo de vida y se toma a los 18 años. A esa edad es cuando uno es más influenciable y la proyección a futuro es realmente vaga”, evaluó Lidia Heller, consultora de desarrollo y planificación profesional. La explicación de María Carmen Vieyra, que coordina un taller de orientación vocacional en el Instituto de Ciencias Cognitivas Aplicadas (ICCAp ), va más o menos por el mismo lado. “La vocación implica el conflicto generado por la elección. Pero eso no necesariamente pasa por no saber qué te interesa sino por causas externas, como presión social o familiar”.
Pero no todos los especialistas son tan benévolos a la hora de encontrar explicaciones para esta forma de (no) superar la etapa de estudiante. “La gente está muy perdida; en general, cuesta la idea de esforzarse y perseverar. Consulta mucho la gente de 30-35, después de ir y venir por varias carreras, y los de 40-50 que quieren hacer un cambio rotundo en la propia vida”, dijo la psicóloga Beatriz Goldberg , autora del libro “¿Qué quiero ser?“. La especialista agrega que la reorientación podía ponerse en marcha en la adolescencia o a cualquier edad. Pero, sobre todo, en la etapa 30-50 años porque es “al cumplir décadas movilizantes o en época de crisis personales cuando uno se replantea su vida”.
Y la forma de encarar la cuestión también puede ser muy diferente. Mientras algunos profesionales hacen tests, otros hacen entrevistas; mientras unos buscan definiciones que acorten el proceso, otros dan mucho margen de acción... Ese parece ser el caso de Vieyra, quien plantea que la clave (positiva) es precisamente aquel ensayo y error. “Lo primero que hago es dejar claro que la vocación es una elección y que se deben permitir las equivocaciones. Les dejo claro que pueden probar y esa licencia les permite elegir con libertad sabiendo qué les interesa, para qué son aptos y qué aptitudes tienen”, dispara.
A esta altura, es evidente que el caso de Emiliano no es excepcional. La UBA puso números a la tendencia a partir de su propio censo a alumnos y docentes del año pasado: Al ser consultados sobre la retención en la carrera, el 80,3 por ciento de sus más de 300 mil alumnos, manifestó no haber iniciado sus estudios en una carrera distinta a la que cursaba en el momento del relevamiento. Pero, el 18,9 por ciento reconoció haber empezado sus estudios en una carrera distinta a la que actual.
Según el Sistema de Tendencias Educativas en América Latina (SITEAL ), cuanto mayor es el porcentaje de los que terminan la educación secundaria -en Argentina, aproximadamente entre un 20 y 25 por ciento-, menor es el de los que ingresan a la universidad. A la hora de analizar los datos todo parece indicar que los países con mayores niveles de acceso tienden a presentar también mayores niveles de deserción y cambio. En nuestro país, las cifras indican un 66 por ciento de acceso a la universidad y un 34 por ciento de renuncia a continuar con la carrera. “Equivocarse es normal, no está mal y creo que levantar esa restricción ayuda a ver qué se quiere hacer”, concluyó Vieyra.
* Carla Barbuto. Especial para Clarín.com./ conexiones@claringlobal.com.ar