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Clarín-Domingo 10: Universidad: entran diez, pero ocho no se reciben

En la semana se reflotó el debate sobre el sistema de ingreso a las facultades. Pero el problema es mayor. El 60 por ciento de los estudiantes abandona durante el primer año.

12 de abril de 2005, 14:12.

La emoción de entrar por primera vez a una universidad, con el porvenir en el bolsillo, con el cosquilleo de la duda y todas las preguntas del día después del secundario, se esfuma demasiado pronto en la Argentina. Apenas cuatro de cada diez de esos chicos superan el primer año de estudios. Apenas dos de cada diez llegan a tener el diploma en la mano, tanto en universidades públicas como privadas. La Universidad de La Plata decidió la semana pasada que los cursos de ingreso para la Facultad de Medicina no debían ponerles freno a los estudiantes y que el ingreso debía ser irrestricto. Esa medida desató una polémica que en realidad pone en evidencia una grave crisis en el sistema universitario, al que asisten hoy casi un millón y medio de estudiantes. Los exámenes para el ingreso a Medicina de La Plata se habían convertido en una leyenda maldita, porque aprobarlos era casi un milagro y los bochazos eran enorme mayoría. Pero la discusión excede a si ese método es el adecuado para conseguir una educación superior eficiente. En un país donde siempre se sacó pecho por tener universidades libres y gratuitas, la pregunta es ahora cómo sobrevivir en la Universidad sin perderse en el camino. Los especialistas y las estadísticas oficiales consultadas por Clarín ponen el foco en tres de las claves del problema: Los estudiantes llegan muy mal preparados a la Universidad. La Universidad funciona aislada del resto del sistema educativo, no está preparada para recibir a los estudiantes, ni ofrece alternativas que no sean las tradicionales y extensas carreras. Es más difícil para los estudiantes con escasos recursos económicos solventar las dificultades y llegar al codiciado título. Dejó de ser un pasaporte de ascenso social. Una de las variables que mejor definen la eficiencia de las universidades en el mundo es la tasa de egreso. Esto es, el porcentaje de alumnos que llega al final del ciclo y consigue su diploma. En la Argentina, esa tasa es de entre el 18 y el 20 por ciento. Según la última estadística del Sistema de Información Universitaria —que hace 5 años empezó a medir este índice—, en el 2003 se matricularon en el sistema universitario, en el público y en el privado, 369 mil estudiantes. Pero egresaron sólo 74 mil, apenas el 20%. Es decir que ocho de cada diez quedaron en el camino. El secretario de Políticas Universitarias del Gobierno, Juan Carlos Pugliese, admite que la tasa de egreso de Argentina es muy baja, inferior a las de Brasil o Chile, y que ocurre porque se practica "un darwinismo social" en el que sólo triunfan los que tuvieron una buena secundaria. "Por eso preferimos que la selección de los estudiantes no se haga en la puerta de la Universidad, sino que depende del esfuerzo de los estudiantes ya dentro de la Universidad", dice Pugliese. Las comparaciones son contundentes. En Colombia llegan a la Universidad la mitad de estudiantes que en la Argentina, pero se reciben la misma cantidad o más —79 mil por año—, de acuerdo a un estudio elaborado en el 2003 por el investigador Marcelo Becerra para el Banco Mundial. En Chile, egresan 38 mil al año, pero con un tercio menos de inscriptos. Es decir que esos países tienen tasas de egreso de entre el 30 y el 40 por ciento. Es cierto que allí las universidades funcionan con cupos y hacen su "filtro" antes del ingreso. "La Universidad argentina es hoy una máquina de producir desertores", sostiene Adriana Puiggrós, especialista en educación e investigadora del Conicet. Puiggrós dice que la Argentina "está atrasada en la forma de acreditar los saberes" y propone una profunda reforma para que los estudiantes no se vean obligados a abandonar la carrera "por la distancia en la que se ubica la meta". Según un estudio elaborado por la Secretaría de Políticas Universitarias, en promedio un estudiante argentino tarda 7,7 años en recibirse. "Lo mejor sería certificar tramos, acortar las licenciaturas a un promedio de cuatro años y luego completarlas con maestrías y posgrados. Eso funciona bien en Canadá. Una persona que hizo ocho materias figura como desertor, pero está más capacitado que alguien que no las hizo", sigue Puiggrós. La investigación de Becerra que publicó el Banco Mundial fue la fuente de ese organismo para cuestionar al sistema universitario argentino. El Banco Mundial sostiene que las universidades no son equitativas como se presume y se dice a los cuatro vientos. Y se apoya en un dato: de los que llegan a la Universidad, apenas un 5 por ciento integran la quinta parte más pobre de la sociedad. ¿Es la Universidad, aun siendo pública, un privilegio para los que más tienen? El índice de inscriptos, según reconocen todos los especialistas, es tan alto como el de los países europeos. En el 2003 —último dato disponible— había en el país 1.493.556 estudiantes universitarios y más del 85 por ciento estaban en universidades públicas. El Ministerio de Educación sostiene que la tasa de matriculación es "muy buena", ya que representa al 27,7 por ciento del total de los jóvenes que tiene entre 18 y 24 años. Pero a ese dato que refleja la masividad de la Universidad, le sigue otro preocupante. Los que alcanzan a recibirse, ese pequeño veinte por ciento, son los que más recursos tienen: seis de cada diez recibidos en la UBA son hijos de egresados, es decir, hijos de profesionales. Aquel viejo sueño de los inmigrantes de ver a "m'hijo el dotor", vuelve entonces a ser una quimera. La pregunta que se hacen todos los especialistas e investigadores es cómo hacer para evitar tantos "expulsados" del sistema. Una de las soluciones se encontraría, coinciden todos, en lograr una mejor conexión de la Universidad con la sociedad. Según Inés Dussel, coordinadora del Area de Educación de FLACSO, la polémica de La Plata —donde la Universidad se opuso al sistema de ingreso de una de sus facultades—, abre una discusión indispensable sobre la autonomía que deben tener o no universidades y facultades. Desde 1918, todas las universidades —actualmente hay 99— tienen potestad para decidir sus políticas. Pero eso es ahora cuestionado por distintos sectores: "Es importante pensar la Universidad en el marco de las políticas públicas de educación y no de manera aislada", dice Dussel. Para ella, los exámenes de ingreso sólo sirven "para sancionar la exclusión" de los estudiantes que llegan peor preparados, que fueron a un secundario de peor nivel. Los cuestionamientos a la autonomía universitaria apuntan que su "aislamiento" impide vincular sus programas de estudios con los del colegio secundario, que es, en definitiva, de donde salen sus estudiantes. En esa línea apunta el plan oficial del Ministerio de Educación. En el último año, dice el secretario Pugliese, el ministerio ha hecho acuerdos con 29 universidades e institutos terciarios para que dicten a los aspirantes ciclos iniciales de estudios, para así "procesar una articulación entre el nivel medio y la Universidad". Una especie de pequeño CBC (Ciclo Básico Común) como el que existe en la Universidad de Buenos Aires desde 1985 (ver página 37). "El problema es esa transición. Hay muchísimos chicos que llegan sin haber nivelado conocimientos, sin haber sido preparados para la Universidad", se suma Avelino Porto, presidente de la Academia Nacional de Educación y rector de la privada Universidad de Belgrano. Porto se queja puntualmente del último año del secundario, al que llama "el año festivo" en el que "sólo se piensa en el viaje de egresados". El diagnóstico es claro. Con examen o sin examen de ingreso, pasar del secundario a la Universidad es un golpe demasiado duro. Seis de cada diez no llegan ni siquiera al segundo año, dicen las estadísticas de la Secretaría de Políticas Universitarias. ¿Qué hace el Congreso Nacional en medio de esta crisis? El diputado de centroderecha Guillermo Cantini, de la Comisión de Educación, advierte que el Congreso "tiene un papel decorativo" en la discusión. "Sólo se discuten salarios docentes, pero no se tratan cuestiones importantes como el ingreso a la facultad". Ese silencio podría explicarse en que existe un fuerte consenso. Pero no es así. Para Cantini, "el mejor sistema de ingreso a la Universidad es mediante cupos por conocimientos" y cree que los alumnos "podrían hacer un mínimo aporte" económico a la Universidad. En las antípodas está Marta Maffei, diputada del ARI: "Argentina se convirtió en la fábrica de pobres más formidable de América latina y la educación perdió su norte acosada por la necesidad. La Universidad tiene que ser exigente, pero una vez que el estudiante ya ingresó". La Universidad, está visto, debe aprobar un nuevo examen. Medicina atrae a 14 mil ingresantes por año En la Argentina hay 75 mil jóvenes que estudian Medicina. Por año, se inscriben otros 14 mil y se reciben más de cinco mil. La carrera dura entre seis y siete años y se dicta en 24 universidades: 10 estatales, que concentran el 87,5 por ciento del total de alumnos, y 14 privadas, que forman al 12,5 por ciento restante. Según un informe del Ministerio de Educación, al que accedió Clarín, ocho de cada 10 aspirantes se anotan en las universidades públicas, cada una con su propio sistema de ingreso. La Universidad Nacional de Cuyo, por ejemplo, impuso un cupo para 120 personas, exige la asistencia a un curso de confrontación vocacional, donde el alumno tiene que tener asistencia perfecta, y ofrece al aspirante hacer el curso de nivelación, donde obtiene contenidos de física, química y biología, y puede consultar a los profesores antes de la evaluación final. Luego viene el examen de ingreso, dividido en esas tres especialidades. Si no se presenta a rendir en alguna de las tres, queda eliminado. En julio pasado, la Universidad Nacional de Córdoba impuso un nuevo sistema de ingreso, consistente en un cupo de 550 ingresantes seleccionados por examen. El curso de nivelación incluye el repaso de los contenidos de la escuela media que forman parte de la preparación para el ingreso y el cursado de cuatro módulos durante enero y febrero. Para quedar con chances, hay que sacar un puntaje mínimo del 60 por ciento en cada uno de los módulos. Si el alumno aprueba tres y el otro no, queda eliminado. La Universidad Nacional de La Rioja exige un curso de tres meses, con el 80 por ciento de asistencia. La evaluación final es eliminatoria y el cupo es de 190 alumnos. De los claustros al banquillo El ex rector de la UBA Oscar Shuberoff fue procesado hace una semana por discriminar con un texto ofensivo en los diplomas a los médicos que no habían cursado el CBC. El recorte que no fue En marzo de 2001, el ministro de Economía Ricardo López Murphy quiso recortarles a las universidades 361 millones de pesos. Tuvo que renunciar. 60 por ciento de los entrevistados en una encuesta publicada el viernes en www.clarin.com se mostró a favor de que las universidades establezcan exámenes eliminatorios para el ingreso. 73 por ciento de la inversión del Estado en las universidades nacionales corresponde a los sueldos de los docentes y los administrativos. El 90 por ciento es personal permanente. Bochazo en el Congreso La Comisión de Educación de Diputados contempla el trabajo de tres subcomisiones: Educación Superior, Ley Federal de Educación y Financiamiento Educativo. Pero no se creó ninguna. Un plan oficial para ayudar a los chicos que cursan 5º año Se trató de una experiencia piloto, pero bien podría ser un anticipo del futuro: para reducir el tendal de egresados secundarios que no logran ingresar a la Universidad o que fracasan en sus aulas apenas transcurridos los primeros meses de clase, el Ministerio de Educación organizó el año pasado el proyecto de "Apoyo al último año del nivel medio para la articulación con la educación superior", un singular curso voluntario de nueve clases durante el cual 14.000 alumnos del último año del secundario que estudian en escuelas de Capital, el conurbano, La Plata y Luján, aprendieron y se ejercitaron en el análisis de textos literarios, lectura y comprensión de textos informativos y científicos y práctica de matemáticas. Gracias a un convenio firmado por once universidades nacionales, la Dirección General de Educación y Cultura bonaerense y la Secretaría de Educación porteña, todos los sábados por la mañana de octubre y noviembre pasados los chicos recibieron clases de profesores universitarios y estudiaron con libros y material didáctico que les entregaron gratuitamente. "Fue una experiencia muy valiosa; los chicos se interesaron, participaron y produjeron mucho material que todavía estamos analizando", cuenta con entusiasmo Marta Kisilevsky, coordinadora de Investigaciones del ministerio y de este proyecto calificado como "bueno" y "muy bueno" por el 80 por ciento de los asistentes. En las encuestas realizadas al término de la experiencia, 42% de los chicos dijo que "el año que viene" tenía pensado "trabajar y estudiar", y 38% "estudiar en la Universidad". Una expectativa que en muchos casos implicaba un enorme esfuerzo: los padres de 6 de cada 10 de estos chicos ni siquiera terminaron el secundario. Interrogados sobre los motivos que los llevaron a anotarse en el curso, 10.000 chicos fueron contundentes: "Para afrontar mejor mis estudios universitarios". Los resultados del proyecto fueron tan jugosos que para este año ya se planea repetirlo en las provincias del norte argentino. TRABAS AL INGRESO EN EUROPA Y AMERICA LATINA La cuidadosa selección que aplican otros países El acceso gratuito e irrestricto a la Universidad es en la Argentina un derecho garantizado por la Constitución, herencia de una tradición que durante décadas diferenció a nuestro país del resto del continente y también de buena parte del mundo. Esa diferencia se mantiene: sólo en Uruguay se dan en la actualidad condiciones similares para el ingreso a las universidades públicas. Es decir, que aunque las fórmulas para el ingreso varíen, según la facultad, todos deben respetar un principio: es un derecho para todos. Las cosas son diferentes en el resto del mundo, donde ponen restricciones cuantitativas (por cupos), cualitativas (por nivel) o ambas a la vez. En Europa, todas las universidades que están financiadas por el Estado tienen cupos de ingreso y lo mismo ocurre en Brasil, Colombia, Venezuela o Chile. Es decir que no todos entran. Sólo lo hacen los mejores o los que se suponen más capacitados. De acuerdo a una investigación publicada por el Banco Mundial —titulada "El gasto universitario en la Argentina"—, otra gran diferencia es que en Europa condicionan el ingreso universitario de acuerdo a los logros alcanzados por el alumno en el secundario. En Francia, España, Alemania, Italia, Dinamarca e Inglaterra, toman pruebas obligatorias para acceder al título de estudios secundarios y de ese modo emparejar niveles de aprendizaje. Esas pruebas, que en Francia constan de 10 materias, suponen una regulación al ingreso universitario, ya que son un requisito obligatorio para acceder a una enseñanza superior. En la mayoría de los países latinoamericanos —a excepción, otra vez, de Uruguay y Argentina— también se toma un examen de ingreso a la Universidad. Para entrar, hay que aprobarlo, con las siguientes particularidades: En Brasil, por ejemplo, ese examen consta de un test de conocimientos básicos y específicos de cada carrera. En Colombia hay exámenes de capacidad de razonamiento matemático y verbal o bien tests sobre la carrera elegida. En Venezuela, la prueba de ingreso gira sobre conocimientos generales de matemática y español. En Chile se toman pruebas de historia y geografía, además de exigir conocimientos específicos sobre cada carrera. Según el Ministerio de Educación, es clave que los estudiantes se anoten en ciclos, no en carreras, como ocurre en Estados Unidos, Europa, China, Corea y Malasia. Lo contrario, dicen los funcionarios, eleva la probabilidad de fracaso. Brasil invierte más plata El último informe del Banco Mundial sobre el gasto público universitario, del 2003, sostiene que el Estado argentino destina fondos para los distintos niveles educativos equivalentes al 4,5 por ciento de su Producto Bruto Interno. "Esta proporción —dice— es similar a la exhibida por Italia, España, Australia y México". Brasil, en cambio, supera a la Argentina invirtiendo "un 13 por ciento más de su ingreso (totaliza 5,1 puntos de su PBI destinados a educación)". En esa relación entre el gasto educativo y el Producto Bruto Interno —señala el trabajo— el campeón es Israel, que invierte el 7 por ciento de sus ingresos. El examen que encendió la polémica Son 60 preguntas y tienen que responder bien al menos 40. Una misión difícil, ya que en cinco años nunca la superaron más del 39 por ciento. El examen de ingreso a la Facultad de Medicina de La Plata se divide en pruebas sobre química, matemáticas, física y biología. Los contenidos son los mismos que debieran darse en los colegios secundarios. "En algunos los dan, pero en la mayoría no", dice Oscar Landolfi, dueño de un instituto que prepara a estudiantes. De todos modos, el mayor esfuerzo —dice Landolfi— no es acceder a los contenidos, sino estar preparados para un examen que apunta a que "sepan interpretar". En un problema típico de matemáticas, por ejemplo, deben detectar el valor de los lados de un rectángulo. Pueden elegir entre cinco respuestas —una es la correcta— pero si durante la ecuación cometen un error, eso los conducirá a otra de las opciones ofrecidas. La clave está en prever la falla. Y no sirve aprender de memoria. "El examen apunta a la concentración. Como si te preguntaran cuánto es dos por tres cuando estás cansado: muchos responden cinco", dice Landolfi. El martes, la Universidad de La Plata resolvió que el examen no podía seguir siendo eliminatorio. Pero como la facultad se opone, los 1.300 aspirantes que entre viernes y sábado se presentaron al examen, deberán esperar sus notas y una decisión judicial sobre su validez.

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