—¿Qué es una educación de calidad para los jóvenes, el tema de la Conferencia, en el siglo XXI?
—Es la que sirve para formar la capacidad de seguir aprendiendo, de resolver problemas, de construir y fortalecer la identidad. Es la que se selecciona desde las necesidades de los jóvenes y de la sociedad y no la que se define desde las instituciones.
—¿Cuáles son las fortalezas y debilidades del modelo educativo para los jóvenes en la Argentina?
—Hace casi 20 años hice investigaciones empíricas en secundarios y los conocía muy bien. Ahora los conozco como observadora, y como madre que manda a su hija al Liceo público francés. Algunos siguen garantizando una buena formación en competencias sociales y en una mayor equidad de géneros, por ejemplo. La debilidad es cada vez más grande en la formación de lo que la psicología llama las habilidades intelectuales superiores. Para la formación es necesario el acercamiento al conocimiento riguroso y sistemático de disciplinas, como biología, química, matemática. Este es nuestro agujero negro. Si uno aprende con rigor aprende, entre otras cosas, el placer del logro y esto está muy debilitado en nuestros colegios.
—¿La sociedad deberá transformar a la educación o la educación a la sociedad?
—Como profesional yo debo trabajar para mejorar el sistema educativo. Pero creo que es la sociedad la que tiene que cambiar para que cambie la educación. La escuela ofrece algunos elementos para el cambio, pero la mayoría provienen de la familia, del mensaje colectivo, del sueño de la movilidad social. Los argentinos deberíamos volver a tener una convicción visceral en la educación y esto no tiene que ver con una ilustración previa. Los inmigrantes que llegaron entre el siglo XIX y el XX tenían bajos niveles de formación. Estaban convencidos de que la educación les permitiría acceder a un mundo mejor. Los líderes políticos de entonces creían que era un instrumento para la construcción de la identidad nacional. Esto permitió una alianza fuerte entre la sociedad y la escuela que hoy está lesionada.
—En el país, está extendida la idea de que el estudio no garantiza trabajo ni movilidad social.
—Aunque esto es claro la inversa también está clara: la no educación es una garantía de desempleo y frustración. El conocimiento también debería asociarse a la libertad y al poder, en el sentido más profundo y psicoanalítico del término. Freud decía que dos de las más grandes pulsiones de la vida son el poder y el conocimiento.
—En países empobrecidos, como el nuestro, ¿educación de calidad e inclusión social son dos términos en tensión?
—Esto es un error. Los países que dieron un salto hacia adelante en su educación lograron un equilibrio. Si se incluye a todos en un sistema de mala calidad, los jóvenes abandonan temprano, faltan más, tienen actitudes violentas en la escuela y se consigue es una inclusión aparente. La capacidad de inclusión social de un sistema se refuerza si su calidad es buena.