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Clarín-Domingo 18: Cómo es el pequeño mundo de la educación de elite

Estudian en colegios que garantizan una inserción universitaria y laboral, frecuentemente en el exterior. Mantienen tradiciones y crean un fuerte sentido de pertenencia. Pagan cuotas de entre $ 900 y $ 4.000.

19 de septiembre de 2005, 13:09.

Tradición. Valores. Formación académica de excelencia. Homogeneidad social... ¿Qué busca la elite al elegir un colegio para sus hijos? Instituciones con reconocido prestigio, formación bilingüe y orientación internacional. Pero no es todo.
"La escolarización de las elites es un tema poco explorado. Las Ciencias Sociales, por razones legítimas (ideológicas y teóricas) privilegiaron los estudios de los sectores populares y medios", dice Sandra Ziegler, autora de "La escolarización de las elites: un acercamiento a la socialización de los jóvenes de sectores favorecidos en la Argentina actual". Su investigación integra "La Trama de la desigualdad educativa", una compilación de Guillermina Tiramonti, directora de la FLACSO Argentina. ¿El sentido del trabajo? Entender los procesos de construcción de las desigualdades educativas en el país.
Claro en la descripción, un sitio de Internet para extranjeros que planean vivir aquí, dice: "Los argentinos tienden a enviar a sus hijos a colegios privados. Sólo en Buenos Aires hay 90 colegios bilingües". El Ministerio de la Producción también da una idea con su listado de colegios privados de Capital y Gran Buenos Aires: 16 tienen cuotas mensuales superiores 900 pesos (ver "Cuánto...").
"Estas familias buscan escuelas prestigiosas que den formación académica que les permita a sus hijos desempeños óptimos en su inserción universitaria y laboral. Además, garantizan la inserción de los chicos en un universo semejante al de la familia; ofrecen una experiencia escolar rica en aprendizaje y brindan una red de pertenencia y vínculos sociales para el futuro", dice Ziegler.
Las instituciones pueden tener proyectos pedagógicos distintos: "Unas se orientan a la formación para un mundo competitivo y globalizado, otras se aferran a la preparación tradicional y religiosa o se orientan a la formación academicista. Parecen 'nichos' excluyentes a pesar de recibir todas a sectores privilegiados".
Silvina Gvirtz, directora de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés, aclara: "Hay varios tipos de elite. Hay un sector poderoso económicamente al que no le interesa lo intelectual, pero hay otros que buscan la excelencia académica. Por otro lado, están los intelectuales que buscan la mejor educación, pero que no siempre tienen el dinero para pagarla. Así, todos se forman de manera diferente".
Este último grupo suele elegir colegios como el Nacional de Buenos Aires (ver "El colegio...").
¿La elite busca homogeneidad? "Sí. Tener un grupo de pertenencia que comparte los valores no sólo refuerza la identidad en una etapa fundamental, también ayuda a transitar un mundo cambiante e incierto", dicen en el Cardenal Newman de Boulogne.
Una ex alumna del Northlands —de la camada de Máxima Zorreguieta, princesa de Holanda—, bromea: "Había homogeneidad, y también diferencias: chetas, paquetas y guitudas". Ese año, el 90% siguió estudios universitarios, y muchas fueron al exterior.
"Los alumnos de Northlands esperan que su exigente formación académica los prepare para ingresar y prosperar en las mejores universidades del país y el exterior. Es uno de los pocos colegios del mundo donde es obligatorio cursar y rendir los exámenes del Diploma de la Organización del Bachillerato Internacional (IBO)", dicen. La IBO es una organización académica (está en Ginebra) que da currículo y metodología pedagógica de avanzada a 1.600 colegios de 128 países. Mide el nivel académico y sirve como examen de ingreso para universidades de todo el mundo.
La mayoría de estos colegios tiene bachillerato internacional. También se destacan por sus actividades extracurriculares (pintura, música, teatro) y las acciones sociales del tipo solidarias. Mantienen profesores prestigiosos, autores de libros, muy actualizados, gracias a cursos, viajes al exterior y salarios altos.
En general siguen ciertos ritos de las comunidades a las que pertenecen: respetan las fiestas de sus patronos, las fechas patrias y hasta sus vacaciones. Celebran jornadas abiertas (Open Day) para mostrar los trabajos de los alumnos. Los deportes tienen una importancia capital: los clásicos son jockey y rugby, pero también atletismo, salto en alto, equitación, esgrima. Algunos hasta corren regatas. El próximo sábado se hace la "VIII Argentine Interschool Challenge Regatta".
En suma, son colegios que "venden tradición, trayectoria, y a la vez renovación académica y edilicia, que incluye lo último en tecnología. Una combinación cara, pero muy apetecible.
Mariana Iglesias. miglesias@clarin.com
 
Destinos
Pasan los años y los colegios que educan a ciertas elites se mantienen casi intactos. Es un fenómeno interesante para analizar, porque si hay un lugar dónde impactan los cambios sociales de un país, ése es la escuela. No en éstas, a fuerza de tradiciones, una completa formación bilingüe, nombres y apellidos de familias "ilustres" que se repiten en los listados generación tras generación, himnos escolares extranjeros, festivales de bailes escoceses. Todo esto crea un fuerte sentido de pertenencia a un grupo social de "elegidos" y también cierta ilusión sobre algunas garantías que se mantendrían en la vida adulta. Una ex-alumna de uno de estos colegios me contó, alguna vez, que a ella y a sus compañeras les decían: "Ustedes van a ser las esposas de la clase dirigente".
 Victoria Tatti vtatti@clarin.com
 
El colegio público más antiguo del país
Es raro: caminar por los señoriales pasillos del Nacional de Buenos Aires es como retroceder en el tiempo. Se siente el frío del mármol y reina el silencio a pesar de la hora del recreo, pero los chicos que circulan son bien del 2000, están en zapatillas, con los jeans super gastados, tatuajes, aritos. Están sentados en el piso, leen, charlan.
Es la institución educativa más antigua del país. Allí estudiaron varios miembros de la Junta de Mayo, casi todos los próceres, Sarmiento, San Martín, un par de Premios Nobel... Es pública, y conserva un prestigio inalterable que la ubica como el colegio más elegido por la elite intelectual.
¿Se forman elites en el colegio? "Procuramos educar a nuestros alumnos en el nivel más alto posible. Somos conscientes de que aquí se forma parte importante de la inteligencia argentina", dice Horacio Sanguinetti, rector de la institución desde 1983.
Jura que no sabe cuál es la clave del éxito, pero da pistas: equilibrio entre orden y libertad. Entre tradición y modernidad. Disciplina, buena infraestructura, profesores de primer nivel. "Los alumnos saben que hay ciertas reglas: no se ofende a nadie, no se rompe nada, no se pierde tiempo. Y la verdad es que a todos se los ve muy cómodos, tienen un gran sentido de pertenencia con el colegio".
 
Testimonios
Grupos de amigos para toda la vida
Ricardo Ferrer Reyes empezó el primario en el Cardenal Newman en el 65, cuando el colegio todavía estaba en la avenida Belgrano, frente al Departamento Central de Policía, en Monserrat. El secundario ya lo cursó en la nueva sede de San Isidro. "Fue extraña la mudanza, porque entonces éramos todos del centro. Yo tenía compañeros de Flores, Floresta, Congreso", dice.
El escribano cuenta que en aquel momento los buenos colegios bilingües que había en el país eran ingleses, y por lo tanto, protestantes o laicos. "Mis padres querían que sus hijos fueran a un colegio bilingüe pero católico, y el Newman fue el primero de ese tipo. Era toda una novedad y por eso también era un colegio muy exclusivo".
Así, los cinco hermanos varones Ferrer Reyes fueron al Newman. La tradición sigue: hoy van los hijos de todos.
Una de las bases del colegio era el deporte, hasta los curas jugaban al fútbol y al rugby, cuenta Ricardo. ¿Y la disciplina? "Era un colegio donde reinaba el respeto, pero también se respiraba mucha libertad".
Ricardo y Tomás, sus mellizos de 17 años, son alumnos. ¿Por qué los manda ahí? "Por los valores. No sé si es el mejor colegio a nivel académico, pero sí estoy seguro de que de ahí salen buenas personas. Se forman grupos de por vida. Es un colegio donde se inculcan valores solidarios por la acción social que desarrolla y también sentido del compañerismo", cuenta. Todos sus amigos son ex compañeros. "Nos vemos siempre. La asociación de ex alumnos es muy fuerte, organiza cenas, fiestas, viajes".
 
Pasaporte a universidades del exterior
Después de mucho buscar y aunque vivían por Palermo, los padres de Teresa De Estéfano decidieron que el mejor colegio para sus hijas estaba en Olivos y las anotaron en el Northlands. "Les pareció bueno que recibiéramos una educación bilingüe, con tinte internacional y profesores extranjeros", dice Teresa. Cuenta que a la mañana cursaban en castellano, y a la tarde todas las materias de vuelta, en inglés. "El nivel del idioma que adquiríamos era superior al de cualquiera que estudiaba la lengua como idioma". También recuerda que tenían computación cuando no había en ningún colegio. Eran los '80.
Cursaban muchas actividades extracurriculares (teatro, coro, deportes, competencias de cultura general). Todas sus compañeras fueron a la universidad y son profesionales: economistas, bioquímicas, periodistas, educadoras. Teresa es economista y ahora productora periodística y comercial en un programa de radio.
"Mando a mis tres hijos allí porque es un colegio que tiene propuestas diferentes, brinda un abanico de posibilidades que hacen que cada uno descubra su talento. Inés (15), Dolores (13) e Ignacio (9) van muy contentos al colegio, y me parece que ése es el mejor termómetro", dice Teresa.
¿Pesó que el Northlands cuente con Bachillerato Internacional? "Sí, los chicos miden sus conocimientos con pares de todo el mundo. Compiten a nivel mundial y tienen el ingreso asegurado a universidades del exterior".
 
"Exigente, pero facilita el futuro"
Para Gabriela Rusell, ir al Nacional Buenos Aires era un designio familiar. Allí habían ido su padre, sus tíos, su hermano, sus primos. Y si todos lo habían logrado ella no podía ser menos. Hizo el curso de ingreso mientras cursaba séptimo grado. "Es exigente, pero facilita el futuro. Tenés ventaja. Una clave: se estudia de las fuentes, de libros, y cuestionás todo", dice Gabriela.
Lo negativo: "Perdés amistades de afuera. No podés seguirle el ritmo a quienes tienen menos obligaciones. Pero se ganan amistades. "Todos mis amigos son del colegio, profesionales a los que les va muy bien".
Gabriela estudió Letras en la UBA, periodismo en TEA, hizo una Clínica en Lectura y Escritura en la Complutense de Madrid y una maestría en Flacso. Preside la Asociación Argentina de Docentes de Español y capacita docentes en el Ministerio de Educación bonaerense. Tiene 30 años.
¿Mandarías a tus hijos al Buenos Aires? "Sí, pero si no quieren sacrificar su adolescencia estudiando, eligiría otro colegio".
 
"Un cerco que protege del afuera"
Desde hace años en el país se aborda la problemática de la desigualdad educativa enfocando la mira en la situación de los más pobres. Sin embargo, si se trata de caracterizar la desigualdad, la mirada debe ser inclusiva de todo el espectro de situaciones. Es a través de la constatación de las distancias, las diferencias y los contrastes, que los individuos, los sectores y los grupos pueden ser posicionados en el mapa social y educativo.
Hay un conjunto de escuelas que atienden a los sectores más altos de la población y que tienen como meta fijar a sus alumnos en la posición de privilegio de la que gozan sus familias. Estas escuelas desarrollan un perfil institucional claro que se define en diálogo con los valores y tradiciones de la comunidad a la que atienden. De modo que al interior de este conjunto existen grupos de escuelas muy diferentes entre sí. Algunas de ellas organizan su propuesta a la luz de los valores de la tradición religiosa y los símbolos asociados la distinción de clase y de linaje familiar. Otras en cambio, recrean una simbología asociada a la del empresario exitoso, cosmopolita y victorioso en un mundo fuertemente competitivo.
En general son instituciones "totales", que monopolizan el tiempo y las actividades de sus alumnos y construyen de este modo un cerco que los protege del afuera y de los otros que no son pensados como iguales, sino concebidos como sujetos de la solidaridad que es el eufemismo creado por las escuelas para las prácticas asistenciales.
Es difícil comparar estas instituciones con las que atienden a los sectores más bajos de la sociedad. No es sólo que en unas se aprende más que en otras, o que los saberes que por ellas transitan son más o menos acordes con las exigencias del mercado de trabajo. La situación es otra. Son escuelas que preparan a sus alumnos para mundos diferentes. Lo claro es que no hay equivalencia entre estos mundos: unos están destinados al éxito y al cosmopolitismo, y otros a permanecer anclados en la necesidad.
Por Guillermina Tiramonti. Directora de FLACSO

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