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Clarín-Domingo 19: Del editor al lector: Una sangría que hay que parar

Por cada universitario que se va del país a buscar horizontes en el exterior parten cuatro técnicos, según revela una investigación que publicamos en esta edición. Son graduados terciarios con formación no universitaria: lo que se denomina mano de obra calificada. No es sólo fuga de cerebros el fenómeno que afecta en este punto a la Argentina. Es fuga de cerebros y de manos. Que, cuando emigran, suelen hacerlo para siempre.

El estudio dice que por año parten del país unos 7.700 argentinos altamente preparados: 1.600 son universitarios y el resto, técnicos terciarios. Si bien el fenómeno es ciertamente global —la oleada argentina forma parte de un proceso de transferencia de talentos desde los países periféricos hacia los del centro del mundo— los expertos ubican a nuestro país como uno de los mayores proveedores.
 
La Argentina lidera ampliamente la exportación regional. No es sorprendente: somos considerados el quinto país formador de técnicos a escala mundial. Si algunos talentos se marchan para tomar valor agregado en universidades extranjeras (completan estudios, terminan de formarse y vuelven) la mayoría se va simplemente para trabajar. Y se va con valor agregado puesto. Porque los graduados terciarios técnicos no solo saben qué y por qué las cosas son como son, sino que esencialmente saben cómo hacer las cosas.
Aquí faltan condiciones y recompensas para que puedan desplegar su tarea. Pero una vez que se fueron, estimular el regreso es muy difícil. El de España es un ejemplo emblemático: en 2003, el 33 por ciento de los que pidieron homologar títulos universitarios allí fueron argentinos. Y en un reciente censo, siete de cada diez compatriotas dijeron que no volverían al país ni aunque tuvieran trabajo. La cuestión no es tanto cómo recuperarlos sino evitar que se sigan yendo.
Por Ricardo Roa | EDITOR GENERAL ADJUNTO DE CLARIN  rroa@clarin.com

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