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Clarín: Domingo 22: Compromiso con la vida

Se cumplen treinta años de la fundación del TUBA (Teatro de la Universidad de Buenos Aires).

23 de agosto de 2004, 12:34.

Hace veintiún años cerraba sus puertas el Teatro de la Universidad de Buenos Aires (TUBA). Fue en junio de 1983 y desde entonces, Ariel Quiroga, su fundador, lo añora. Ese teatro universitario existió durante nueve años y este mes se están cumpliendo exactamente treinta años de la época en la que fue gestado. Quiroga integró el grupo independiente Nuevo Teatro como actor y director, puso en escena gran cantidad de piezas, fundó el TUBA, luego de su cierre se alejó del teatro —no volvió a actuar ni dirigir—, y ahora está próximo a jubilarse como empleado de una oficina pública. Pero no pierde oportunidad para rendir homenaje a los nueve años de teatro universitario por el que pasaron cientos de alumnos.

Tenía 34 años cuando en 1974 se acercó a la Universidad de Buenos Aires con el proyecto de fundar un teatro de la universidad y su propuesta fue aceptada. El TUBA tuvo su sede en el edificio en el que hoy funciona el Centro Cultural Ricardo Rojas (Av. Corrientes 2038). Cuando hace treinta años abrió la convocatoria, se presentaron 200 estudiantes de distintas carreras. Todos ellos participaron de la primera puesta del TUBA: El sainete rioplatense, que se representó en el Centro Cultural San Martín. Nueve años más tarde bajaban el telón para siempre. "El teatro se cerró como respuesta indignada a la desprotección que sufríamos por parte de la Universidad", expresó Quiroga, quien presentó su renuncia en 1983 y con ella se cerró el TUBA. La última función que hicieron fue de El canto del cisne, de Chejov.

Recuerda con nostalgia que el elenco del Teatro de la Universidad salía de gira por todo el país y que en una oportunidad abrieron la temporada del teatro Cervantes con tres comedias clásicas: La suegra, de Terencio, Los cautivos, de Plauto y El díscolo, de Menandro. "Hacíamos teatro de repertorio", subraya; representaron autores como Chejov, Moliere, Shakespeare, Discépolo y Vacarezza. Quiroga recuerda que todo lo hacían a pulmón. Vestuario, decorados, utilería... eran obra de la compañía. Pero valía la pena el esfuerzo. "Como dijo el autor chileno Jorge Díaz, los teatros universitarios eran y son instituciones absolutamente indispensables en cualquier lugar del mundo", repite.

Los espectáculos que ofrecían eran gratuitos. "No contábamos con presupuesto, apenas una caja chica para comprar clavos, todo lo proveíamos nosotros", dice Quiroga. "Eramos transgresores. Desde que nació, el teatro es transgresor. Nació de la ceremonia ritual más transgresora de la humanidad, que es el rito dionisíaco, que era la borrachera total", sintetiza.

"Para mí hacer teatro no era una diversión, sino un compromiso con la vida y con la sociedad. Lástima que la universidad no guardó registros de lo que hacíamos. Ese teatro en el único lugar en el que está documentado es en mi memoria y en la memoria de los que participaron". Y que hoy son abogados, médicos, contadores o arquitectos.

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