La educación debe ocupar, en ese programa, un lugar decisivo. En pocos días comienza un proceso electoral del que surgirá la conducción de la principal universidad del país, la de Buenos Aires, por cuatro años, lo cual pone en discusión la situación de la UBA y de la enseñanza universitaria en general.
La universidad pública conserva, en numerosos segmentos, un nivel de excelencia y de prestigio que se debe en buena medida a un pasado brillante y a los esfuerzos de muchos profesionales que trabajan para sostenerla. Sin embargo, es indudable que existe un desfasaje entre los recursos que dispone y la cantidad de alumnos que debe atender, lo cual se traduce en un empobrecimiento de la educación.
Esto plantea la necesidad de mejorar el presupuesto universi tario, realizar una mejor administración de los fondos disponibles, establecer sistemas de selección para concentrar el esfuerzo en los alumnos más dispuestos al estudio y buscar formas alternativas de financiamiento, por ejemplo a través de la venta de servicios o el desarrollo de programas de investigación asociados al sector privado.
Igualmente es indispensable actualizar los programas a los cambios tecnológicos y organizacionales en la actividad privada y en la sociedad.
Respecto al financiamiento público hay que tener en cuenta que, aunque la situación fiscal siga siendo holgada y los gobiernos tengan voluntad de aumentarlo, los recursos nunca podrán satisfacer la demanda social existente con niveles de calidad adecuados. La aplicación de recursos escasos requiere priorizar el soporte de carreras y actividades de investigación con mayor capacidad de articularse con las necesidades productivas.
Los sistemas de selección en el escalón terciario son necesarios, pero no serán suficientes si no mejora la calidad de la escuela secundaria. Los reiterados bochazos masivos en los cursos de ingreso a diversas carreras ponen de manifiesto las deficiencias de formación que afectan a miles de chicos que, en otras condiciones, podrían encarar una carrera. La universidad no puede ni debe hacerse cargo de esas deficiencias porque implicaría bajar su nivel formativo.
La escuela secundaria sufre también problemas presupuestarios y déficit de infraestructura que no sólo afectan el nivel de la enseñanza sino que han contribuido a la pérdida de muchos días de clase.
A pesar de esta realidad evidente, algunos sectores del sistema parecen no tener conciencia de las prioridades que deben imperar en la escuela. Así lo demuestra la decisión de algunos distritos de suspender clases para ver partidos de fútbol por televisión, dando una señal de facilismo a los estudiantes.
La investigación y desarrollo tecnológico debe ocupar un lugar prioritario en la agenda. Una reciente publicación de indicadores latinoamericanos de ciencia y tecnología del grupo Redes actualiza la información sobre el estancamiento argentino en la materia ante países de la región y los escasos recursos financieros y humanos que destina a la investigación.
La desidia tecnológica condena a la pérdida de oportunidades en los campos de la salud, la producción, los servicios y la conquista de mercados externos. El retraso frente a los países que invierten más se deriva en pérdida de competitividad económica y debilitamiento estratégico.
En la reversión de esta situación tienen una responsabilidad prioritaria las universidades, los organismos públicos y el sector privado, cuyos esfuerzos tecnológicos son tanto o más débiles que los del sector público.
La mejor forma de superar el pasado es trazar una agenda para mejorar las perspectivas de la sociedad en el futuro. Es necesario mejorar la enseñanza universitaria con mejor presupuesto y cambios organizacionales. Lo mismo requiere la enseñanza secundaria. Para evitar el rezago económico y estratégico hay que aumentar los esfuerzos en investigación y desarrollo tecnológico, públicos y privados.
Habrá testeos gratuitos de VIH y sífilis en la UNCUYO
28 de noviembre de 2024