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Clarín-Domingo 27: Guía de la enseñanza: Entrevista a Miguel Ángel Santos Guerra, experto en evaluac

"Las evaluaciones sirven para rectificar y no para eliminar"

28 de febrero de 2005, 15:50.

El especialista considera imprescindible saber por qué no aprueban los alumnos en los exámenes. Y asegura que, frente al fracaso, muchos maestros y profesores buscan exculpar falencias de su propia práctica docente.

Miguel Angel Santos Guerra, experto español en el proceso de aprendizaje y evaluación, dialogó con Clarín, luego de participar en el Congreso de Educación organizado por el Grupo Editorial Santillana. Algunas de sus reflexiones conmovieron a la audiencia integrada, en su mayoría, por maestros y profesores. Sobre todo cuando dijo: "el primer obstáculo del sistema educativo es la formación docente".

—Usted dice que el proceso de evaluación no puede realizarse fuera de contexto ya que no es casual que quienes más fracasan son pobres. ¿Puede haber un criterio unificado para evaluar?

—Los niños de un país tienen derecho a tener éxito en la educación. Pero si en la escuela encuentran una cultura que les resulta extraña desde su lenguaje hay un choque que los condena al fracaso. La escuela debería ser una instancia para superar desigualdades. Muchas veces las potencia, y los expulsa.

—¿Qué opina sobre las pruebas obligatorias en los tres últimos años del secundario que se tomarán en la Argentina?

—No estoy de acuerdo ¿Cómo se puede evaluar a todos por igual? En una carrera no es lo mismo una persona sin una pierna que otra con dos. Esos controles, filtros, pueden servir para un diagnóstico, pero no como una prueba eliminatoria que excluye a los desaprobados.

—¿Cómo las instrumentaría?

—Haría una distinción importante entre el saber escolar obligatorio donde lo importante es que el chico esté en la escuela. Y por otro lado consideraría los dos últimos años y la universidad. No todos deben triunfar en la universidad, pero sí completar la escolaridad obligatoria.

—¿No se contradice con la exigencia?

—Eso me critican, pero priorizo la sociabilización y contención a la mera acumulación de datos.

—Entonces, ¿cómo entiende la evaluación? ¿Qué debería medir?

—Lo concibo como un proceso constante de comprobación de los aprendizajes que permite hacer rectificaciones en la forma de enseñar y aprender. Nada que ver con un examen obligatorio al final de la materia porque es un hecho aislado, desvinculado del proceso. El conocimiento académico tiene un valor de uso y un valor de cambio (si se demuestra que fue adquirido se canjea por una calificación). Pero lo más importante es ver otros elementos del proceso: el de comprobación que pretende saber si se aprendió, y el de atribución, que es ver por qué no se aprendió.

—Cuando la mayoría de los alumnos desaprueban un examen, ¿fracasó el docente?

—Sin ninguna duda, y así lo explico en mi libro "Evaluar es comprender". ¿Por qué y cuál fue el motivo por el que fracasaron? En general, los motivos que dan los docentes son exculpatorios: los alumnos son vagos, desinteresados, no quieren aprender, se drogan. Pero la institución o el docente no pueden aprender si culpan a los agentes externos.

—Insisto, ¿qué implica el resultado de un examen, influye en el rendimiento escolar?

—El tomar un examen no garantiza que los alumnos puedan rectificar errores y aprender más. Lo único que está diciendo es que no alcanzó el nivel esperado. Es un dato que vale para clasificar, pero no para aprender.

—¿Cómo debería ser una buena evaluación?

—Para evaluar hay que conocer el contenido de la evaluación. El aprendizaje y la evaluación deben tener una dimensión ética: la escuela debe ser un ámbito de formación de valores: respeto, tolerancia, diversidad, solidaridad.

—El principal obstáculo que ve en el sistema educativo es la formación docente, ¿cómo debería ser?

—Si le preguntás a un ciudadano, ¿quiénes son los maestros de tu país? Y te responden: los que no sirven para otra cosa, ahí existe un problema. Porque tenés una tarea teóricamente muy importante en manos de las personas menos valoradas. Ser un buen docente supone mayor conocimiento, más años de estudio y supone práctica. Los docentes tienen que saber hacer. Además de práctica, renovación permanente.

—¿Que otros obstáculos encuentra para mejorar la educación?

—El maestro es un mero obrero. Los investigadores y los políticos le dicen lo que debe hacer y nadie los consulta. Es un mecanismo de desvalorización: el protagonista no tiene voz. Cómo van a enseñar a tener criterio propio a los alumnos, si ellos no lo tienen, porque no son consultados.

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