esarrollada por el Ministerio de Educación de la Nación, participaron la Dirección de Escuelas bonaerense, la Secretaría de Educación de la Ciudad de Buenos Aires y once universidades nacionales (UBA, La Plata, San Martín, Gral. Sarmiento, La Matanza, Lanús, Lomas, Luján, Quilmes, 3 de Febrero y UTN).
"Sin obligación, ni premios, ni boletines, sólo porque querían aprender", dice Marta Kisilevsky, coordinadora de Investigaciones del Ministerio y de este proyecto que el 80% de los chicos calificó como "muy bueno y bueno" porque les "mejoró la forma de estudiar", o les reforzó y aportó "nuevos conocimientos".
La historia del programa, que este año se espera replicar en todo el país, es casi tan sorprendente como el entusiasmo que generó en los chicos. Fue creado en apenas dos meses por investigadores del Ministerio, que generó e imprimió material bibliográfico, para repartir gratuitamente entre profesores y alumnos con enfoques cercanos, visibles para los estudiantes. Por ejemplo, con la consigna de "¿Quién, alguna vez en su vida, no se sintió un bicho?", trabajaron La metamorfosis de Franz Kafka y reflexionaron y escribieron sobre sus propias experiencias de transformación y de discriminación.
"La cuestión que nos planteamos fue: ¿qué enseñarles? ¿Atiborrarlos de más información, llenarlos datos? Decidimos trabajar sobre aquellas herramientas que se requieren en cualquier estudio superior y en las que los chicos suelen fracasar —relata Kisilevsky—. Es decir, cómo producir un texto propio, formarse opiniones, interpretar indicadores y porcentuales o leer una nota en un diario. Cosas que se piden en las universidades y en las que en general fracasan".
El trabajo se realizó en escuelas, el CBC porteño y algunas visitas a universidades locales (que sorprendieron a muchos chicos que ignoraban que era posible estudiar tan cerca de sus casas). Y se dividió en tres ejes: lectura y análisis de textos literarios, lectura y producción de textos informativos y argumentativos y comprensión de información Matemáticas (se puede consultar en www.me.gov.ar/artisup).
Estudiantes y docentes debieron responder encuestas, escribir diarios y crónicas sobre cuáles eran las expectativas respecto del curso, si tenían claro qué carrera seguir, si habían repetido alguna vez o si sus familias los apoyaban en sus estudios, lo que arrojó datos reveladores (ver infografía).
"Para nosotros fue una experiencia absolutamente enriquecedora —dice Gustavo Chiachio, psicopedagogo y secretario Académico de la Universidad de San Martín, una de las integrantes del proyecto piloto—. Nos permitió reforzar vínculos con las escuelas polimodales de la zona, para planificar acciones conjuntas que sirvan para mejorar el pase de los chicos a la universidad. Y con respecto a los chicos, vi cómo se sorprendían de ser capaces ellos mismos de escribir textos literarios que no pensaban que podían hacer. Chicos que venían de todo un año de trabajo, llegaban al aula entusiasmados y comprometidos con el conocimiento. Ellos y nosotros sentimos que estaban más cerca de a la universidad, que ya no parecía algo tan ajeno ni remoto".
Los estudiantes le dan la razón: "Me gustó mucho porque pude participar en clase y porque a uno le dan aliento para seguir"; "La profesora nos ayudó a pensar mucho y ver las cosas de manera diferente. Y nos daban los materiales para estudiar gratis, y eso también ayuda. Además fue más que interesante", "Los profesores me hicieron sentir en confianza y no tener medio de preguntar y opinar", son algunas de sus frases.
Ahora, la experiencia llegará a diversas regiones del país, quizás antes de fin de año, según lo acuerde el Consejo Federal. Una extensión que quizá supere los límites territoriales: la universidad de Barcelona ya pidió la autorización para reproducir la experiencia en sus aulas.