Cuando yo entré en la Fundación, la decisión de cerrar ya estaba tomada y hace diez años que soy presidente", dice Josef Oppenheimer, titular de la Fundación Antorchas.
La decisión de cerrar Antorchas no es indiferente al desarrollo de la cultura Argentina: en 20 años, la Fundación sostuvo 12.042 proyectos, algunos de enorme relevancia. Recibieron sus aportes desde Música Esperanza hasta el Museo Nacional de Bellas Artes. Y gente como Rosario Bléfari y Albertina Carri. Y cientos de científicos. (Ver Proyectos...)
Era una decisión antigua, dice Oppenheimer. Se acabó la plata. Está contestando declaraciones de Jorge Helft, un ex directivo de la Fundación a Clarín. Según Helft: "Jamás se pensó en un plazo máximo de 20 años de funcionamiento, como dice Oppenheimer". ¿Quién es él para decirlo? "Participé en la redacción de los estatutos", enfatiza.
Hace algunas semanas, Antorchas dejó su sede de Chile al 300. Según su informe de fin de gestión, en estos años aportó, en becas y subsidios, 97,8 millones de dólares. Dinero que venía de la Fundación Lampadia, la entidad madre que sostenía a Antorchas en Argentina, a Vitae en Brasil y a Andes en Chile. "Lampadia invirtió todo su patrimonio", sostiene Oppenheimer.
El dinero de Lampadia proviene de la venta del grupo Empresas Sudamericanas Consolidadas, creado por Mauricio Hochschild, un alemán que se convirtió en uno de los barones de la minería boliviana. Esta venta reportó 250 millones de dólares y con esto se estableció en Liechstenstein —un paraíso fiscal— la Fundación Lampadia. "No quedaron 250, después de honorarios y comisiones, quedaron 198", aclara Oppenheimer. "Los intereses que generaba el capital eran de 20 millones al año: se decidió invertir 6 en cada uno de los países y dejar 2 para gastos operativos, así el dinero no se acabaría", discute Helft, que también fue directivo de Lampadia.
Una persona central en esta historia es Paul Hirsch, fundador y ex presidente de Lampadia y de Antorchas. El fue quien convocó a Helft, en 1985. "Hirsch decía que la fundación duraría mucho tiempo. El capital no se tocaba, incluso crecería, salvo que surgiera un proyecto enorme. Desde mi alejamiento —en 1993— no quise seguir la evolución de Lampadia. Pero me seguían mandando los balances. Puedo decir que en 2000, el capital existía."
El informe de Antorchas del período 1999-2000 dice que, efectivamente, se trabajaba con intereses: "Los recursos utilizados provinieron de las rentas de un capital cuyo origen fue el patrimonio del grupo Empresas Sudamericanas Consolidadas", explica. Pero también da cuenta de un cambio posterior: "A medida que su labor se fue consolidando, Antorchas y sus colegas brasileña y chilena fueron incrementando su gasto anual, hasta llevarlo a niveles que comienzan a exceder la pura renta del capital de Lampadia". Oppenheimer dice que, entonces, "la decisión era tener un programa menor o ir a programas de gran impacto. Los intereses ya no eran suficientes, un fenómeno inflacionario hubiera producido una lenta hemorragia, hubieran quedado montos pequeños y hubiéramos sido ilustres desconocidos". Entonces, según el informe, resolvieron "desprenderse a lo largo de determinado período y mediante una acción programada, de la totalidad del capital". El informe dice que en 1998-1999 se invirtieron 6,6 millones de dólares. Y en el período siguiente, 8,8 millones.
Lampadia no tiene página en Internet —"es una Fundación privada", dice Oppenheimer— y es difícil incluso conocer quiénes son sus miembros. Hoy tiene una presidencia rotativa, que en este momento encabeza Regina Weinberg, quien también es titular de la brasileña Vitae.
Fin, fin del proyecto en Argentina pero también en Chile y en Brasil, donde siguen hasta fin de 2005. Acá queda solo una oficina, para terminar los asuntos pendientes. Y un ex director que cuestiona: "¿Se acabó el dinero? Imposible".
Apoyos clave en el área cultural
De los 98 millones de dólares que invirtió Antorchas, 53 por ciento fueron al área de educación y ciencias, 29 a artes y patrimonio cultural y 18 por ciento a promoción social.
Desde 1990 apoyó el proyecto Retina, una red informática que conectó a científicos y les permitió dialogar.
Levantó el "taller Tarea", con el que, junto a la Academia Nacional de Bellas Artes, promovió la restauración del arte colonial y recuperó 500 edificios. También realizó donaciones de obras de arte a museos, entre ellos Bellas Artes y el Castagnino de Rosario.
En promoción social, junto a las fundaciones Arcor y Navarro Viola, apoyó el trabajo de entidades dedicadas a la atención de niños y fomentó el desarrollo de redes comunitarias de atención a la infancia y la juventud, ejemplo de lo cual es la Fundación Música Esperanza.
Patricia Kolesnicov. / pkolesnicov@clarin.com