En sus dos décadas de existencia pasaron unos dos mil estudiantes que se hallaron detenidos, de los cuales sólo 60 —el 3%— reincidieron en el delito. Esta iniciativa es sostenida desde el Programa UBA XXII, y ha permitido que decenas de profesores universitarios atravesaran las sucesivas rejas carcelarias para introducir saberes sobre la sociedad, el derecho, la economía y otras disciplinas.
La Universidad de Buenos Aires también extendió sus clases a las unidades penitenciarias de Ezeiza, tanto de mujeres como de varones, y de Marcos Paz. También lo hizo en la ya cerrada cárcel de Caseros. El contacto con la educación superior fue un logro de la democracia y uno de los pocos mecanismos de transparencia y contacto entre la sociedad y el universo del encierro.
Cerca del 80% de la población carcelaria está compuesta de personas sin estudios o con la primaria incompleta o a lo sumo con parte de la secundaria. Lamentablemente, el tiempo del encierro no es promovido para el acceso a la educación. Buscar la reinserción social de los internos debe significar utilizar más intensamente los medios educativos en las prisiones.
La educación de los internos en las cárceles reduce los índices de reincidencia. Buscar la reinserción social de los encarcelados debe significar utilizar más intensamente los medios educativos en las instituciones penitenciarias.
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27 de noviembre de 2024