Con la recuperación de la democracia, la Universidad pública dejó atrás el sistema de exámenes impuesto durante la dictadura militar, por el cual sólo una proporción del 15 al 30% de los aspirantes —dependiendo de las carreras— quedaba en condiciones de estudiar en la UBA.
En ese momento, concebido para nivelar y mejorar la formación dada en la escuela secundaria. Para esto se contrató en forma interina a un heterogéneo grupo de docentes, muchos de ellos sin experiencia.
El CBC ayudó a renovar contenidos, pero también mostró un alto nivel de fracaso escolar, especialmente en materias como matemáticas o química. Además, obligó a adecuar los planes de estudios de cada carrera, y esto también produjo cierta modernización curricular.
Con los años, y mientras se agudizaban los problemas de la Universidad por razones desde presupuestarias hasta burocráticas, el CBC comenzó a recibir cuestionamientos y se impulsaron, sin éxito, alternativas como el Curso Preuniversitario de Ingreso en Medicina.
Y así como la mayoría de los planes de estudios de las carreras de la UBA no volvieron a ser objeto de debate y reforma, tampoco la política de ingreso y el mismo desenvolvimiento del CBC pudo ser objeto de evaluación y de una eventual reforma.
Sin duda que esta resistencia a la discusión y al cambio forma parte de la estructura tan difícil de movilizar que tiene la UBA, un déficit institucional que debería superarse.
El balance sobre el CBC convoca, en fin, a una discusión pública sobre el presente y el futuro de la Universidad, sobre su adecuación a la realidad social y productiva y, en particular, a las demandas del desarrollo científico tecnológico.
El Ciclo Básico Común (CBC) cumple dos décadas. Este aniversario es propicio para discutir la situación del CBC y cómo la Universidad recupera su excelencia académica y se adecua a las exigencias de la sociedad contemporánea.