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Clarín: Editorial: Los desafíos de la universidad

La sociedad contemporánea se define, acertadamente, como una sociedad del conocimiento por la importancia central que tienen la ciencia y la tecnología, convertidas en principales fuerzas productivas de nuestra época.

En estas circunstancias el progreso social depende en buena medida de la producción de científicos, técnicos y profesionales con capacidad de invención y de concreción. De modo central, esta tarea formativa se encuentra a cargo de la universidad.

Por un complejo conjunto de razones —entre las cuales se cuentan el autoritarismo que clausuró, en la fatídica Noche de los Bastones Largos, el período más brillante de nuestra universidad, pero también el burocratismo y la inercia de las autoridades—, la educación superior atraviesa una situación delicada, que se refleja en su baja calidad, en el éxodo de los egresados más brillantes y en la pauperización de los docentes.

Sin brújula para promover los estudios más necesarios, en detrimento de las carreras más tradicionales y que ya saturaron el mercado, y para actualizar planes de estudio, buena parte de la actividad universitaria pública camina al margen de las grandes necesidades de la sociedad.

En materia de ingreso ocurre algo similar, ya que conviven 14 modalidades diferentes para admitir a los egresados de un secundario frecuentemente deficiente. En general, el ideal de brindar una igualdad de oportunidades ha llevado a implementar cursos y exámenes de ingreso o de nivelación de una duración que va de la semana hasta un año, como es el caso del Ciclo Básico Común.

El resultado que se está obteniendo muestra que los objetivos perseguidos no se alcanzan: según las estadísticas oficiales, tan sólo el 15% de los egresados pertenece a hogares menos favorecidos. En términos generales, el desempeño de la universidad depende del contexto en que vive y del financiamiento que recibe, lo cual es responsabilidad de los gobiernos. Pero también depende de los esfuerzos de la comunidad universitaria para adecuar sus programas, su dinámica y sus objetivos a las necesidades de la sociedad y de la producción.

Mejorar el sistema de ingreso y la calidad educativa son dos de los principales desafíos de la universidad pública, la cual se debe encargar de producir científicos, técnicos y profesionales capaces de contribuir al progreso social.

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