Una de las falencias más notorias de la política social argentina es la falta de lugares de desarrollo cultural, deportivo y recreativo para niños y jóvenes, sobre todo los de hogares pobres. Las escuelas, por su inserción barrial y su legitimidad social, son los espacios privilegiados para crear tramas comunitarias.
En la escuela es central que los docentes y directivos sean capacitados para detectar y resolver los conflictos. Además de las técnicas de mediación, es prioritaria una formación orientada a comprender qué es lo que sienten y piensan los chicos, para que puedan canalizar sus inquietudes de modo creativo y no a través de la violencia. Para que esto pueda funcionar a pleno hace falta destinar recursos, pero siempre es menos costoso implementar programas preventivos, que apelar a la represión de los efectos nocivos de la frustración y la desesperanza.
Impulsado por la UNESCO, se lanza en el país el segundo observatorio latinoamericano de seguimiento de la violencia escolar. Servirá para diagnosticar las situaciones de riesgo y ayudar a prevenir los conflictos con apoyo de la comunidad.