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Clarín: En lo que a jergas y tonadas se refiere, cada profesión tiene su estilo propio

Muéstrame cómo hablas y te diré qué estudias -o qué estudiaste-, parece ser la premisa. Abogados, médicos, periodistas, analistas de sistemas, sociólogos, psicólogos y demás, cada cual con su código bien se entienden.

“Tenés una mutación de Electra y lamentablemente ya te dejó sin memoria”, explicó muy seria Malena Mendoza, analista de sistema, a un cliente con cara de no entender demasiado. Esa frase puede sonar muy coherente en el mundillo de la informática pero, mucho más allá, haría que el sujeto en cuestión no se preocupe tanto por su PC como por gestionar un turno urgente con un neurólogo... Mientras cada uno parece pensar (y hablar) de acuerdo a qué estudió, los especialistas no tardan en intentar interpretar la cuestión.

Hace ya varios años, el lingüista suizo Ferdinand de Saussure dijo: “El lenguaje estructura el pensamiento”, y la idea-fuerza era que los signos adquirían su significado en el seno de la vida social. Esa definición pasó a ser una especie de mantra para los estudiosos de la comunicación humana. “Definitivamente la profesión aporta una forma de pensar, una cosmovisión de la vida, un lenguaje particular. Creo que incide sobre la estructura de pensamiento y, por ende, sobre el lenguaje o la forma de comunicarte”, dijo la psicoanalista Beatriz Goldberg, autora del libro “¿Qué quiero ser?”. Y algo de eso debe haber...

Pasado el tiempo -siempre con las ideas con la que Saussure fundó la lingüística moderna-, el lenguaje parece vulnerable también a cierta deformación profesional. Como era imaginable, esos códigos o formas de estructurarse no son una exclusividad de la gente de sistemas y más de uno podría asombrarse al escuchar diálogos entre estudiantes de abogacía, economía o psicología, y la lista podría seguir. Para muestra, basta un botón. En el patio de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad del Salvador, un grupo de estudiantes de sociología habla de “interacción social” para referirse a pubs para conocer gente nueva...

A diferencia de los neologismos o las expresiones nuevas a las que todos más o menos estamos acostumbrados, estos códigos poco tienen que ver con la edad o la clase social. En un cruce entre el lenguaje técnico -propio de cada profesión- y una cierta redefinición de términos comunes, estos grupos se manejan perfectamente a partir de la diferenciación. “El lenguaje críptico es una convención cuyas reglas de juego conocen sólo pequeñas minorías selectivas. Suelen usar neologismos (palabras inventadas) o pronuncian con acentos diferentes“, explicó la psicoanalista Delia Pistol, miembro de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (Apdeba)

Ahora bien, está claro que mucho más allá de las modas o de la vocación profesional, la pregunta que flota en el aire es: ¿Se trata de una forma de definir el adentro y el afuera? O, como dirían aquellas futuras sociólogas, ¿es un mecanismo para determinar el endogrupo y el exogrupo? Pistol es categórica cuando afirma que “la fantasía omnipotente de este grupo es que tienen una llave para comprender a "los demás" y "los demás" no pueden comprenderlos a ellos. Es el triunfo de la omnipotencia infantil”.

Todo parece indicar que esa necesidad de diferenciarse a través de términos específicos parece una estrategia común entre los estudiantes. Goldberg ensaya su propia teoría y suma variables al decir que “cuando estás estudiando, terminás pensando siempre dentro de esa lógica. Es como un proceso adolescente y, cuando te afianzas en tu identidad, ya no necesitas mostrarte independiente o diferenciarte tanto del otro“.

Entrenada para leer entrelíneas, Goldberg agregó entre risas que “uno puede, incluso, adivinar la profesión de la gente simplemente escuchando cómo hablan”. Ya lo dijo Julio Cortázar en "Historia de Cronopios y de Famas": "Cuando dos cronopios se encuentran en la calle, se preguntan '¿Cronopio, Cronopio?' Si el otro contesta 'Cronopio', después habla”...

* Carla Barbuto, Especial para Clarín.com, conexiones@claringlobal.com.ar  

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