El sistema actual de ingreso a las universidades nacionales del país es de una formidable heterogeneidad que se expresa en por lo menos 14 formas diferentes de acceso. Según una sistematización que acaba de hacer el Ministerio de Educación de la Nación, el arco va desde la sola presentación del título de educación media hasta la realización de cursos con exámenes eliminatorios y cupos limitantes. Además, visto por dentro, su carácter irrestricto es hoy más formal que real.
Los cerca de 296 mil alumnos que cada año se inscriben en las 38 universidades públicas con el sueño de egresar con una profesión, deben enfrentarse, según la institución y la carrera elegida —los sistemas de admisión varían también dentro de una misma universidad— con alguna de estas fórmulas de acceso: sin requisitos de ingreso; con cursos de ambientación; con ciclos introductorios que son parte de la carrera; con cursos de nivelación que se aprueban sólo con asistencia; con cursos y exámenes no eliminatorios pero vinculantes con la disciplina; con cursos, exámenes y cupos... Duran desde una semana hasta un año; la mayoría se dictan durante el período de clases y unos pocos en el verano, y sus contenidos varían fuertemente entre universidades y facultades.
Esta profunda diversidad se remonta al fin de la última dictadura, cuando se levantaron las restricciones al ingreso impuestas por el gobierno militar (ver Los cambios...) y comenzaron a tomarse medidas para encauzar la demanda masiva de nuevos inscriptos. Entre ellas, en 1985 nació el Ciclo Básico Común (CBC) en la UBA. Y es a fines de la década del 80, con la profundización de la crisis de la escuela media, cuando las universidades comienzan a diseñar diferentes cursos con el objetivo declarado de nivelar los conocimientos con los que los estudiantes llegan a sus puertas.
La sanción de la Ley de Educación Superior (24.521), en 1995, le dio una norma a un proceso que ya estaba en marcha: desde entonces son las universidades y no las facultades las que tienen la atribución de fijar los sistemas de ingreso. Con una excepción: según su polémico artículo 50, en aquéllas "con más de cincuenta mil estudiantes, el régimen de admisión, permanencia y promoción de los estudiantes será definido a nivel de cada facultad".
"A pesar de su heterogeneidad, el sistema de acceso predominante en las universidades nacionales es el ingreso irrestricto", describe Marta Kisilevsky, coordinadora de Investigaciones e Información Estadística del Ministerio de Educación de la Nación, el área que hizo esta sistematización. Y agrega: "Básicamente es un sistema inclusivo que le dice al estudiante 'Estás adentro'. Y que le ofrece oportunidades para nivelarse, adaptarse o ambientarse, según el nombre del curso, salvo excepciones como Medicina, la carrera con más restricciones."
El ingreso directo diferencia a la Argentina, junto con Uruguay, del resto del mundo. Desde América latina hasta Europa, los países imponen restricciones para el acceso a la universidad: cualitativas (por nivel), cuantitativas (por cupos), o ambas a la vez.
El carácter de "ingreso irrestricto", explica Augusto Trombetta —docente de la UBA e investigador del CEDES de Sociología de la Educación Superior— se basa en que las universidades con mayor matrícula son las que aplican este sistema de admisión. Como ejemplo, sólo las de Buenos Aires, La Plata, Córdoba y Rosario concentran el 42 por ciento de los inscriptos del país. Pero aquí no se agota el panorama.
Según Trombetta, los modos de acceso a las universidades públicas pueden incluirse dentro de tres grandes tipos:
Irrestricto o directo, donde el título secundario es condición necesaria y suficiente para ingresar a la carrera. Es el caso, por ejemplo, de la Universidad de Luján, que no tiene requisitos de ingreso, pero también el de la UBA, ya que el CBC —que se compone de 6 materias— es considerado el primer ciclo de la carrera.
Selectivo sin cupo, donde la aprobación de una instancia evaluadora, no vinculante con la carrera, es la condición necesaria y suficiente para el ingreso. Como sucede, por ejemplo, en las universidades de General Sarmiento, San Martín, La Matanza, Quilmes y Tres de Febrero. "Este es uno de los elementos más novedosos del sistema universitario nacional", dice Trombetta. Y explica por qué: "Estas instituciones nuevas del conurbano tienen dos rasgos en común: el ingreso selectivo, por un lado y, por otro, el que muchos de estos cursos ponen énfasis en materias como lengua, matemática o técnicas de estudio, centrales para cualquier formación universitaria y con las que la escuela media mantiene deudas. Los dos aspectos las diferencian fuertemente de la UBA."
Selectivo con cupo, donde la aprobación de un examen es condición necesaria pero no suficiente para el ingreso. Se puede aprobar la evaluación pero después está la limitante del número de ingresantes. Es el caso de la carrera de Medicina en la Universidad Nacional de Cuyo, con cupo para 120 estudiantes.
Si a pesar de esta descripción el ingreso irrestricto es la modalidad predominante del acceso al sistema universitario, ¿cómo se entiende que sea una de las banderas de lucha del movimiento estudiantil? "Porque es irrestricto desde el punto de vista formal", dice Martín Duarte, vicepresidente de la Federación Universitaria Argentina (Franja Morada). Y argumenta: "Si tuviéramos una buena educación media, como la que impartía la tradicional escuela pública argentina, que daba un nivel de formación razonablemente alto y cumplía con una función igualadora desde el punto de vista social, esta problemática no estallaría dentro de las universidades. Por eso, cuando pedimos ingreso irrestricto pedimos un secundario de calidad. Sin este contenido —pretender, por ejemplo, que con el ingreso directo se soluciona el problema universitario—, sería consignismo y voluntarismo. Porque la crisis del nivel secundario traspoló una función que le es propia —dar formación de calidad a sus estudiantes— a la universidad. De ahí estos cursos, que con el propósito declarado de nivelar, terminan siendo filtros."
"Al final del día la selección se está dando", coincide Trombetta, y recuerda los números del CBC de la UBA: "Se inscriben cerca de 70 mil chicos por año, pero pasan a las facultades 35 mil. De ahí que el tema de la democratización no es sólo que entren sino que permanezcan y se gradúen."
* Liliana Moreno. / limoreno@clarin.com
Los cambios en el ingreso, según el gobierno de turno
Cuando se introduce la variable política en el análisis histórico del ingreso a la universidad —dice Augusto Trombetta, investigador del CEDES en Sociología de la Educación Superior— se obser va que "desde mediados del siglo XX es fuerte la tendencia a asociar la imposición de exámenes de ingreso con los gobiernos de facto e, inversamente, el levantamiento de todo tipo de restricciones al ingreso con los gobiernos constitucionales". Así lo describe en su artículo "El ingreso en las universidades nacionales argentinas", publicado por el Ministerio de Educación de la Nación en el libro "Sistemas de admisión a la universidad".
Si hasta la década del 50 fue tradicional la existencia de exámenes de ingreso —explica—, en 1952 el gobierno del presidente Juan Perón eliminó los aranceles y estableció un sistema de acceso libre o ingreso irrestricto. Después de su caída, el gobierno militar de 1955 dio amplia autonomía a las universidades nacionales en materia de admisión y, como consecuencia, se reimplantaron los exámenes.
Desde entonces la alternancia no se detuvo. Sin embargo, la incidencia del factor político en los modos de acceso a la universidad —observa Trombetta— resultó particularmente marcada en los poco más de 10 años que separan la presidencia de Héctor Cámpora de la de Raúl Alfonsín. "Los cambios operados entre 1973 y 1983 afectaron de modo significativo el desarrollo académico de las universidades nacionales, sobre todo en lo que respecta a los sistemas de ingreso."
Por ejemplo, para el ingreso de 1974 se adoptó un criterio común a todas las universidades: se suprimió toda forma de evaluación y se admitió el acceso de todos los aspirantes. "Este sistema constituyó la forma más pura del ingreso irrestricto en la Argentina, según la cual los aspirantes ingresaban al ciclo de estudios sin pasar por una instancia de selección previa."
38: es el número de universidades nacionales de todo el país.
1.251.444: es el total de estudiantes de las 38 universidades de gestión estatal
Meta y utopía
Victoria Tatti, vtatti@clarin.com
Las universidades como instituciones adultas y en uso de su autonomía académica tendrían que poder resolver cuál es la mejor modalidad de ingreso para sus carreras. Esta decisión debería ser tomada, imagino, en el contexto de un país como la Argentina, con altos porcentajes de deserción en todos los niveles de la educación, fondos y becas escasas, estudiantes y docentes empobrecidos y enormes dificultades para estudiar. La universidad para todos es quizás una meta imposible de cumplir, pero también una utopía por la que vale la pena seguir batallando.
295.306: es el total de nuevos inscriptos en 2003, año de la última estadística