Debido a las medidas de fuerza tomadas por la FUBA, que impidieron la elección del rector y el vencimiento del término del ex rector Guillermo Jaim Etcheverry, la UBA quedó acéfala y sumida en la incertidumbre sobre su conducción futura.
 
Ante la evidencia de que los procedimientos obstructivos continuarían, el grupo que sostenía al candidato con más chances de ser electo dio un paso al costado.
 
A partir de ahora se replantean la negociaciones políticas y, posiblemente, la búsqueda de un candidato de consenso.
 
Se trata de un desenlace penoso porque implica el triunfo de los métodos antiinstitucionales y violentos en un proceso tan importante como la elección de autoridades en la universidad más grande del país. Es de esperar que a partir de ahora se logre reencauzar la elección y, fundamentalmente, que ésta se base en el proyecto universitario y la capacidad de los candidatos y no en disputas partidarias o ideológicas como ha sucedido mayormente hasta el momento.
 
La renuncia de Atilio Alterini como candidato a rector de la UBA constituye un triunfo de la prepotencia y de la violencia. Se abre ahora la oportunidad —que no debe desperdiciarse— de discutir la elección en base a proyectos y no a ideología.